Un nuevo proyecto para un nuevo siglo
Tenemos que poner nombre a quienes queremos defender. Y estos son un amplio colectivo que ha quedado fuera del bienestar, aquellos que ven la sociedad desde fuera de las murallas de los grupos sociales que mantienen un relativo confort
El PSOE sigue siendo un gran partido. Imprescindible para vertebrar Espa?a y para integrar su diversidad en un proyecto compartido. Imprescindible para millones de ciudadanos y ciudadanas maltratados por las pol¨ªticas de la derecha y abandonados por quienes prefieren pancartas y meg¨¢fonos a soluciones reales. Somos un gran partido, pero tenemos miles de militantes y millones de votantes consternados por el espect¨¢culo que hemos dado. No podemos convertirnos en nuestros propios enemigos. Es hora de reconstruir el partido, de resta?ar heridas y buscar la fuerza de la unidad, pero tambi¨¦n de renovar nuestro proyecto. El mundo ha cambiado, los problemas son diferentes y nuestras viejas respuestas han quedado anticuadas.
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Pr¨¢cticamente ha desaparecido la movilidad social, tenemos colectivos enteros y una generaci¨®n entera que ha quedado al margen de la riqueza colectiva. Existe un enorme malestar social, pero no se debe tanto a la quiebra de los servicios p¨²blicos como a la quiebra del mercado laboral y la imposibilidad de progreso econ¨®mico. Los servicios p¨²blicos est¨¢n funcionando como una red de igualdad de oportunidades, pero no como elemento de redistribuci¨®n de renta. Tenemos que quitarnos las gafas del pasado, mirar con realismo la situaci¨®n actual. Y, por ello, yo quiero proponer una reflexi¨®n en torno a cuatro ejes:
a) ?A qui¨¦n defendemos los socialistas? En los viejos tiempos sab¨ªamos a qui¨¦nes defend¨ªamos, sab¨ªamos cu¨¢les eran los intereses de nuestros votantes. Eran los obreros, los profesionales y clases medias que prosperaban juntos en el Estado de bienestar. Decir que defendemos a la ciudadan¨ªa es la prueba de que no sabemos qui¨¦nes son los nuestros. Esta es una afirmaci¨®n que puede chocar, pero un partido democr¨¢tico defiende a los suyos y, a la vez, defiende la democracia como sistema de negociaci¨®n entre diferentes con intereses contrapuestos.
Por eso tenemos que hacer el esfuerzo de poner nombre a los que queremos defender y definir sus intereses. Y estos son un amplio colectivo que ha quedado fuera del bienestar, los que ven la sociedad actual desde la parte exterior de las murallas de los grupos sociales que mantienen un relativo confort. Especialmente a la generaci¨®n de menos de 40 a?os, no porque sean j¨®venes sino porque no tienen ninguna perspectiva de futuro. Debemos defender y buscar la complicidad de aquellos que comparten con nosotros que un pa¨ªs y una sociedad decente es aquella que no deja a nadie abandonado en la cuneta de la marginaci¨®n y la exclusi¨®n y que se construye sobre los pilares de la libertad, la igualdad de oportunidades y la justicia social. Aquella en la que el progreso de unos pocos no se construye sobre la miseria y las penalidades de muchos.
Los especuladores son las modernas ¡°manos muertas¡± que saquean el esfuerzo com¨²n
b) Reformar la Administraci¨®n p¨²blica. La Administraci¨®n p¨²blica actual tiene mucha grasa, que consume enormes recursos. Se nos ha olvidado que en los mejores tiempos, durante los ¡°30 Gloriosos¡±, la Administraci¨®n p¨²blica era austera. La austeridad en el gasto p¨²blico debiera ser una virtud reclamada desde la izquierda, aunque hemos dejado que la derecha usurpara esa palabra para encubrir los recortes de los servicios, que no es lo mismo. Los servicios p¨²blicos sagrados para los socialistas, sanidad y educaci¨®n, casi en ninguna comunidad aut¨®noma superan el 50% de sus presupuestos. Debemos preguntarnos a d¨®nde va el restante 50%.
En la crisis presupuestaria actual tenemos que definir con coraje los servicios que vamos a defender con u?as y dientes y d¨®nde podemos hacer ahorros para garantizar su sostenibilidad. De lo contrario estaremos dando la excusa perfecta a la derecha para que aplique no la austeridad, sino la destrucci¨®n de los servicios p¨²blicos.
Pero tambi¨¦n debemos garantizar la suficiencia de los ingresos. Hoy los recursos p¨²blicos est¨¢n en torno al 44% del PIB. Una sociedad que pretenda limitar la desigualdad requiere que esos recursos lleguen aproximadamente al 50%, cifra por cierto que cumplen los pa¨ªses m¨¢s pr¨®speros de nuestro entorno. Y s¨ª, tambi¨¦n debemos incrementar unos cinco puntos los ingresos, a cargo, fundamentalmente, de las rentas del capital. Hacer una reforma profunda de nuestro sistema fiscal, para corregir las perversiones del modelo actual, basado sobre todo en las rentas del trabajo y en los impuestos indirectos, porque es radicalmente injusto.
c) Participar en la econom¨ªa. Al abandonar el gobierno de la econom¨ªa la pol¨ªtica ha dimitido de su funci¨®n fundamental, que es regular las decisiones que afectan al conjunto de la ciudadan¨ªa. Es hora de que la pol¨ªtica recupere la primac¨ªa, no sobre la totalidad de la econom¨ªa, que es cosa compleja y ser¨ªa imposible, sino sobre los poderes especulativos.
Es necesario poner el capital a trabajar, es necesario terminar con la econom¨ªa meramente especulativa que no genera riqueza sino que vampiriza la riqueza colectiva. Los especuladores son las modernas ¡°manos muertas¡± que saquean el esfuerzo com¨²n. Tenemos que gastar dinero en la econom¨ªa porque es la mejor inversi¨®n para el crecimiento. Bajando sueldos, que es el modelo que nos ha impuesto la derecha, no se crea competitividad, no se crea riqueza, solo se reparte y generaliza la pobreza.
Tan plurales, en lo identitario, son Catalu?a o Euskadi como lo es Espa?a en su conjunto
d) Definir un modelo de Estado moderno. No podemos encerrarnos en conceptos del pasado para dar respuesta a la evoluci¨®n de los Estados nacionales europeos y a las sociedades plurales y diversas de la nueva modernidad. Es necesario repensar el concepto de soberan¨ªa. Hoy no hay ning¨²n ¨¢mbito en los pa¨ªses europeos que tenga soberan¨ªa absoluta. Estamos construyendo en Europa una nueva forma de Estado que comienza en el Ayuntamiento y termina en la Uni¨®n con soberan¨ªas multinivel y compartidas.
La naci¨®n como concepto de sociedad cohesionada por una identidad com¨²n ya no existe. Tan plurales, en lo identitario, son Catalu?a o Euskadi en sus propias sociedades como lo es Espa?a en su conjunto. Los socialistas debemos defender la construcci¨®n de un nuevo modelo europeo con la participaci¨®n de todos, cediendo soberan¨ªa a la Uni¨®n y buscando la subsidiariedad en los niveles inferiores. Lo mismo que debemos defender el autogobierno, no como herramienta para enfrentarse a la Administraci¨®n central, sino como instrumento ideal para garantizar sociedades abiertas desde el respeto a la diversidad de identidad interna de cada una de ellas.
Hoy las ideolog¨ªas est¨¢n m¨¢s vivas que nunca y, desde la izquierda, tenemos la obligaci¨®n de enfrentarnos con un proyecto s¨®lido y real a todos los dogmas que desde el neoliberalismo se nos est¨¢n imponiendo como si fueran, no solo verdades absolutas, sino el ¨²nico camino posible en un mundo globalizado. Es radicalmente falso. Hay un camino diferente, m¨¢s solidario, de progreso colectivo. Pero tenemos que demostrarlo, socializarlo y buscar complicidades ciudadanas.
Empecemos ya.
Patxi L¨®pez es diputado del PSOE por Bizkaia.
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