?Los mismos demonios?
Al describir el comportamiento de los nihilistas rusos, Dostoievski anticip¨® c¨®mo ser¨ªa el terrorismo del siglo XX. El islamismo radical no es tan antimoderno y antioccidental como parece, sus ra¨ªces se hunden en el pensamiento europeo
Como cada domingo, aquella tarde invernal de marzo de 1881, el zar Alejandro?II se dirigi¨® a la sala de equitaci¨®n de San Petersburgo para pasar revista a la Guardia Imperial. Acudi¨® a pesar del aviso del Ministerio del Interior que advert¨ªa de un ataque terrorista. Acabada la revista, decidi¨® volver al Palacio del Invierno no por los bulevares c¨¦ntricos donde con toda probabilidad actuar¨ªan los terroristas sino por el apartado canal de Catalina. Entre los pocos transe¨²ntes que se atrevieron a salir a las calles barridas por el vendaval y la nieve discerni¨® a un chico con una caja de bombones. Cuando el trineo imperial pasaba a su lado, el joven tir¨® su caja a los pies de los caballos; la fuerte explosi¨®n que se produjo a continuaci¨®n lanz¨® al muchacho contra la barandilla del canal. El zar, ileso pero perturbado por el atentado, el sexto que sufr¨ªa, baj¨® del trineo y tambale¨¢ndose se dirigi¨® hacia el joven moribundo. Fue entonces cuando le alcanz¨® otra bomba que llev¨® a cabo lo que el muchacho de la caja de bombones no hab¨ªa logrado. El s¨¦ptimo intento de regicidio triunf¨®.
Otros art¨ªculos de la autora
La polic¨ªa logr¨® detener a los miembros de la banda terrorista. En Rusia a los radicales y terroristas se los llamaba nihilistas; el radicalismo lo aprendieron en sus a?os de estudios en Occidente. La palabra nihilista surgi¨® por primera vez en la novela Padres e hijos, de Ivan Turgu¨¦nev: su protagonista Bazarov era un representante del nihilismo, esa corriente de pensamiento tan cara tanto a los radicales como a la intelligentsia del siglo XIX que cre¨ªan que hab¨ªa que destruir todo lo establecido, desde el orden hasta la escala de valores. Un nihilista no deb¨ªa apegarse ni a su familia ni a los amigos, ni siquiera a la existencia misma porque para los nihilistas la vida, tanto la ajena como la propia, solo ten¨ªa valor si se sacrificaba por una causa justa: la de la destrucci¨®n.
Dostoievski escribi¨® su novela Los demonios horrorizado por la muerte de un terrorista, Ivanov, asesinado por sus compa?eros de lucha de la banda de Nechayev. El escritor decidi¨® exhibir lo que era el terrorismo en una novela-advertencia que no solo abarcar¨ªa el caso del temido grupo: ¡°Estos fen¨®menos no son marginales o aislados¡±, escribi¨®, ¡°por eso mi novela no ha copiado acontecimientos o descrito personas¡±. Efectivamente, como suele ocurrir con los artistas geniales, Los demonios se erige hoy en obra prof¨¦tica: presagia a la perfecci¨®n los planteamientos y el funcionamiento de los movimientos radicales y terroristas del siglo XX, incluidos los anarquistas, los bolcheviques y dem¨¢s. Dostoievski sab¨ªa bien de qu¨¦ hablaba: ten¨ªa cuatro a?os cuando en 1825, en San Petersburgo, se produjo la Revuelta Decembrista, surgida de la nobleza, que lleg¨® a convertirse en m¨ªtica; adem¨¢s, de joven, ¨¦l mismo particip¨® en el C¨ªrculo Petrashevski antes de que la polic¨ªa derribara la congregaci¨®n intelectual y enviara a sus miembros, tambi¨¦n a Dostoievski, a Siberia.
Los demonios describe una ciudad amenazada por un grupo de radicales. Algunos se muestran ingenuos, confiados en un cambio social que traer¨ªa la igualdad universal, ese eterno sue?o ruso. Otros est¨¢n pose¨ªdos por la sed de sangre y venganza; otros a¨²n buscan una posici¨®n de poder y calculan las ventajas que su postura radical, que ans¨ªa descomponer todo lo establecido, les podr¨ªa aportar. Dostoievski desenmascar¨® la fr¨ªa crueldad, muy alejada de cualquier idealismo, con la cual act¨²an los cabecillas del grupo.
El escritor ruso advirti¨® en ¡®Los demonios¡¯ sobre un fen¨®meno que no era marginal ni aislado
Sin embargo Rusia no supo valorar la clarividencia de Dostoievski. La intelligentsia, en su mayor¨ªa liberal, consideraba al grupo de Nechayev como una tr¨¢gica excepci¨®n y cre¨ªa firmemente en el futuro revolucionario ruso. El influyente cr¨ªtico de la ¨¦poca, Mij¨¢ilovski, dijo que el libro, ¡°esa horrible caricatura de la juventud revolucionaria¡±, no era digno del talento de Dostoievski. La Rusia que tanto ansiaba un cambio revolucionario rechaz¨® Los demonios.
En la actualidad existen otros grupos que militan para abatir nuestra civilizaci¨®n, basada en el progreso gradual bajo el amparo de la democracia liberal. El islamismo radical se suele considerar como antimoderno y antioccidental; pero no hay que olvidar que sus ra¨ªces, y los de los dem¨¢s grupos radicales, est¨¢n hundidas en el pensamiento europeo. Entre los padres ideol¨®gicos de los grupos fan¨¢ticos, entre ellos los yihadistas, se pueden rastrear algunos intelectuales europeos. Como Jean-Jacques Rousseau, ese indignado que denunci¨® la sociedad comercial con su corrupci¨®n moral y su desigualdad y propag¨® el retorno a lo primitivo, y fue el faro de la Revoluci¨®n Francesa. Isaiah Berlin le describi¨® como ¡°uno de los m¨¢s siniestros y al mismo tiempo formidables enemigos de la libertad en toda la historia del pensamiento moderno¡±. Entre los que le sucedieron hubo el inventor del socialismo ut¨®pico Charles Fourrier y el te¨®rico del anarquismo Mija¨ªl Bakunin.
Los intentos de destruir una civilizaci¨®n basada en el progreso, que a los radicales les parec¨ªa hip¨®crita y fraudulenta, y liberarse violentamente del yugo de una sociedad desigual tuvieron su auge en Europa a principios del siglo XX. De all¨ª creci¨® el anarquismo y el anarcosindicalismo que tuvieron en jaque a sociedades enteras y presagiaron directamente a los totalitarismos y los grupos fundamentalistas de nuestros d¨ªas.
Como los terroristas que atentaban contra el zar, tampoco los yihadistas durar¨¢n mucho tiempo
Los terroristas de la actualidad encuentran que su postura es tan leg¨ªtima y sublime como a multitudes de seguidores les pareci¨® grandiosa la postura de Rousseau cuando enaltec¨ªa al hombre primitivo a quien la civilizaci¨®n solo pod¨ªa corromper. Tambi¨¦n los radicales rusos mor¨ªan encantados por su propia grandeza al asesinar al zar en nombre de la igualdad social y los j¨®venes burgueses se llenaban de entusiasmo al aspirar el aire b¨¦lico de la I?Guerra Mundial que, seg¨²n ellos, deb¨ªa acabar con el aire enrarecido del aburrimiento burgu¨¦s, como muestra Stefan Zweig en El mundo de ayer. Arthur Conan Doyle, por ejemplo, escrib¨ªa en 1914 que ¡°al pa¨ªs no le ir¨ªa mal una purga sangrienta¡±. De modo parecido, los militantes del ISIS perciben a Occidente como un vac¨ªo moral y espiritual y oponen a ¨¦l su superioridad religiosa y la pertenencia a una hermandad.
Si los grupos terroristas rusos que lanzaron bombas contra el zar no fueron sino fen¨®menos fugaces, tampoco los yihadistas que organizan sus atentados en la actualidad durar¨¢n mucho tiempo. Sin embargo sus muy sangrientos castillos de fuego, armados desde Europa y Estados Unidos hasta el este de Asia, deber¨ªan hacernos pensar. Por un lado, no son tan ajenos a la cultura occidental como pudiera pensarse, y por otro, rechazando la violencia, nuestra reflexi¨®n no solo deber¨ªa girar en torno al peligro que a causa de ella corre nuestra civilizaci¨®n democr¨¢tica con su orden, su progreso y sus beneficios materiales, sino tambi¨¦n en torno al hecho de que gran parte de la poblaci¨®n mundial aspira a ese orden, progreso y beneficios sin tener la m¨ªnima esperanza de alcanzarlos jam¨¢s.
Monika Zgustova es escritora. Su ¨²ltima novela es Las rosas de Stalin.
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