Lecci¨®n de picaresca
CUANDO TE esta carta ver¨¢s que todo sigue igual que siempre. De tu nombre a¨²n nada sabemos, as¨ª que te dir¨¦ ¡°t¨ªo¡± como L¨¢zaro te llamaba. Pero de L¨¢zaro no hay noticias que darte. Te dej¨® tirado y solo, sangrando, descalabrado al pie de aquel pilar en Escalona (ahora mandan los socialistas en la villa). Creci¨®, medr¨® no muy por encima de sus posibilidades y se hizo funcionario de la Administraci¨®n local. Pero es que t¨², el primer d¨ªa de conocerle, ya le hiciste lo mismo. La fenomenal calabazada en el puente sobre el Tormes. Le estampaste el cr¨¢neo contra un torillo de piedra. Pura literatura, todo simetr¨ªa y simbolismo. Empezar como se acabar¨¢. Y la aventura m¨¢gica de quien nada tiene y se echa a buscarse la vida, y nada m¨¢s salir se estrella contra los s¨ªmbolos de su patria, contra el animal mitol¨®gico que la folcloriza, que le da historia y prehistoria.
Siendo t¨² ciego, le abriste los ojos a L¨¢zaro para que viese c¨®mo iba a ser el mundo que le esperaba, y nos los abriste a quienes os hemos le¨ªdo en los siglos. El dinero escondido en la boca, beberse el vino del otro, comer m¨¢s r¨¢pido para comer m¨¢s¡, ?eso lo hacen ahora hasta los veganos! Andando a tu lado, t¨ªo, hemos aprendido que la literatura dignifica una suerte indigna, y que para eso se escribe, para devolver con palabras lo que la injusticia arrebata con actos.
Siendo t¨² ciego, le abriste los ojos a L¨¢zaro para que viese c¨®mo iba a ser el mundo que le esperaba, y nos los abriste a quienes os hemos le¨ªdo en los siglos.
Ciego y mendigo, eres el principio del primer libro que tenemos, y eres el principio de todos los libros primeros. Porque igual empieza La isla del tesoro. Un mendigo ciego que aparece en la posada donde vive el chaval con su madre, el padre reci¨¦n muerto, y esa llegada va a cambiarle su destino.
La literatura es un mendigo ciego que nada tiene que dar a quien la siga m¨¢s que lo que se procure por su cuenta con mil artima?as. La literatura abre los ojos y abre caminos llenos de incertidumbre, y por eso es lo m¨¢s parecido a la vida.
L¨¢zaro, antes de arrojarte contra el poste en aquel d¨ªa de lluvia, te vomitar¨¢ en la cara porque t¨² le metiste las narices en la boca buscando el olor de la longaniza. La risa cruda del pobre, a quien solo han dejado el humor de la venganza. L¨¢zaro no era m¨¢s pobre que t¨², su madre ten¨ªa un mes¨®n y t¨² viv¨ªas de las limosnas de las iglesias, pero era m¨¢s d¨¦bil. Y lo sab¨ªas. T¨² fuiste el poder y por eso la gente se compadec¨ªa de ti y te daba la raz¨®n cuando maltratabas al chico y les explicabas sus diabluras. Eso es lo que le ense?aste a L¨¢zaro: que la gente va a estar siempre de parte de quien manda.
Desde L¨¢zaro y tu mano sobre su hombro, desde Sancho y Don Quijote, desde que existe la Guardia Civil, los espa?oles hemos andado siempre de dos en dos por los caminos. Ir solo es de pobres. Como t¨², como se escribe.
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