Y Am¨¦rica dijo No
Presa del miedo y la rabia, Am¨¦rica se ha enrocando para los pr¨®ximos a?os
Lejos de Estados Unidos, en la noche electoral una mayor¨ªa de europeos esper¨¢bamos ansiosos que Am¨¦rica dir¨ªa S¨ª al futuro. En Europa, por ¡°futuro¡° se entend¨ªa hasta hoy una expectativa razonable de inclusi¨®n social, de justicia, de gobernanza del mundo. Pero despu¨¦s del D¨ªa D, podr¨ªa no ser as¨ª. Presa del miedo y la rabia, Am¨¦rica ha dicho No, enroc¨¢ndose sobre s¨ª misma para los pr¨®ximos a?os.
Fuera cual fuera el resultado final, esto no pod¨ªa acabar bien. Aunque disfrazada bajo esl¨®ganes del ¡°cambio¡±, ¨¦sta ha sido la campa?a de los dos miedos, encarnados en los dos candidatos, muy distintos y enfrentados a muerte, pero en cierto modo cara y cruz de la misma moneda: la desorientaci¨®n en que vive la naci¨®n m¨¢s poderosa de la tierra. Donald Trump denunci¨® como origen de los males al comercio, la globalizaci¨®n, China, M¨¦xico, los inmigrantes, los terroristas, y por encima de todo ello una supuesta ¨¦lite conspiradora. Por su parte, Hillary Clinton, impotente bajo el peso de su pasado, azuz¨® el propio miedo a Trump. Ninguno de los dos se molest¨® en explicar la verdad de los temores de uno y otro. Pero como siempre ha sucedido desde los fascismos del siglo pasado, al final el miedo genuino - el de la angustia cotidiana de la clases medias - gan¨® la partida a cualquier otra consideraci¨®n.
La derrota de los Dem¨®cratas en estados industriales como Michigan, Ohio o Pensilvannia - m¨¢s humillante si cabe por cuanto que se produjo por un relativamente peque?o margen - es la demostraci¨®n m¨¢s dolorosa de la p¨¦rdida de credibilidad de un partido que se ha ido alejando cada vez m¨¢s de la clase trabajadora desde la ¨¦poca de Bill Clinton. De nada ha servido que el senador de Vermont Bernie Sanders le prestara a Hillary el miedo de decenas de miles de sus j¨®venes incondicionales. De nada han servido tampoco las decenas de miles de d¨®lares empleados para demonizar al peligroso hombre de negocios. Al final, una mayor¨ªa en la que se sumaron incluso una parte de hispanos y de mujeres, no crey¨® a Hillary y prefiri¨® usar a Trump como un grotesco mu?eco para golpearle al establishment en la cabeza.
Ahora le toca a Trump gestionar este resonante No que conmueve al mundo. Pero el brutal populismo exhibido en este tiempo por el ganador no presagia nada bueno. Y el paisaje despu¨¦s de la batalla deja un campo de ruinas. Es imposible hacer Am¨¦rica grande de nuevo con su visi¨®n de cortas miras; si no la cambia, el conflicto est¨¢ asegurado. Tambi¨¦n les toca interpretar el No proveniente de EEUU al resto de pa¨ªses. Ah¨ª cualquier cosa puede ocurrir. Por ejemplo, con un Reino Unido que tiene ya un pie fuera de la Uni¨®n Europea, la pr¨®xima Administraci¨®n podr¨ªa ensayar una relaci¨®n especial entre dos pa¨ªses autistas que hacen o¨ªdos sordos a las opiniones de sus vecinos. Por su parte, la extrema derecha en Francia, Austria, Alemania o Hungr¨ªa recibe un pretexto inestimable para causar m¨¢s destrozos en suelo europeo.
Podr¨ªa objetarse que todo esto es normal, que la democracia norteamericana es un p¨¦ndulo, que a un Reagan le precede un Carter, a George Bush un Clinton, y que por eso a un Obama le sucede el magnate pelirrojo. Es pronto para saberlo con certeza, pero esta vez la cuesti¨®n podr¨ªa ir mucho m¨¢s all¨¢. Un gran nubarr¨®n se cierne sobre las democracias occidentales: por todas partes hay r¨¦plicas de la negaci¨®n de un sistema - parlamentos y mercados - que en el proceso de globalizaci¨®n est¨¢ dejando atr¨¢s a millones de ciudadanos. Nos adentramos en un periodo de negaci¨®n, de movimientos reactivos, contradictorios, y lo que es peor: sin una alternativa viable, sin un plan.
Los dos mandatos de Obama no han resuelto las graves disfunciones en la pol¨ªtica y las instituciones de EEUU. El No del electorado estadounidense supone un severo rev¨¦s para los dos partidos pol¨ªticos tradicionales, tanto el Dem¨®crata - herido y fracturado en dos corrientes, la oficial y la populista - como el Republicano - irreconocible y desconcertado. El terremoto Trump los ha desarbolado a los dos, sin que sepamos en este momento si ser¨¢n capaces de reconstruirse y c¨®mo. Con Obama, el pa¨ªs estuvo partido en dos mitades; con Trump, podr¨ªa estarlo en cuatro o cinco. En el periodo anterior, la separaci¨®n de poderes no ha sido tal, sino m¨¢s bien un mecanismo de bloqueo mutuo. Si ahora, con un Congreso de mayor¨ªa Republicana, no se reacciona para contrarrestar al ejecutivo y dotar de sensatez a la pol¨ªtica econ¨®mica, social, comercial o energ¨¦tica; o si se impone otro juez conservador para renovar el Tribunal Supremo, se acentuar¨¢n a¨²n m¨¢s las brechas del pa¨ªs. Entonces, el sistema pol¨ªtico estadounidense tal y como lo conocemos podr¨ªa auto-destruirse, y la onda expansiva terminar¨ªa por derribar los fr¨¢giles pilares de Europa.
Vicente Palacio (Fundaci¨®n Alternativas) es autor de ¡°Despu¨¦s de Obama: EEUU en tierra de nadie¡± Ed. La Catarata, 2016
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