Echaremos de menos a Obama y a Hillary Clinton
Una derrota no invalida las causas por las que merece la pena luchar. Los l¨ªderes dem¨®cratas intentan paliar la desmoralizaci¨®n
No es improbable una oleada de nostalgia el d¨ªa en que Barack Obama abandone la Casa Blanca sin posibilidad de dejarla en manos de Hillary Clinton. Ayer recibi¨® a Donald Trump despu¨¦s de haberse pasado varios meses atacando la vulgaridad y la agresividad desplegadas por el candidato republicano. Obama se ha esforzado por poner buena cara a un triunfador que amenaza con dejar su trabajo en un mero par¨¦ntesis. Tras las elecciones dijo que su pa¨ªs necesita ¡°unidad, inclusi¨®n, respeto a nuestras instituciones¡±, al tiempo que exhort¨® a Trump a ¡°unir y liderar¡± a los estadounidenses.
Se le discute como pol¨ªtico; su imagen personal sale intacta. La popularidad del presidente de Estados Unidos supera ahora largamente el 50% de opiniones favorables. Nunca se ha visto afectado por un esc¨¢ndalo. Esta buena imagen no le ha bastado para movilizar a suficientes electores a favor de la candidata Clinton, cuyo ¨¦xito le habr¨ªa venido bien para mantener el legado de su presidencia, desarrollada en su mayor parte con mayor¨ªas contrarias en las c¨¢maras parlamentarias.
M¨¢s afectada, Hillary Clinton hubo de reconocer el dolor que sent¨ªa por no haber sido capaz de romper ¡°el m¨¢s alto y el m¨¢s duro de los techos de cristal¡±. A partir de ah¨ª, todo el discurso de despedida de la aspirante derrotada son¨® a reivindicaci¨®n del derecho de los suyos a continuar el combate, anim¨¢ndoles a ¡°seguir haciendo nuestra parte para construir una Am¨¦rica mejor, m¨¢s fuerte, m¨¢s justa¡±. Con l¨®gica, porque algo m¨¢s de la mitad de los electores votaron por ella: esto no ha sido el ¡°vuelco¡± total que muchos se empe?an en exagerar. Lo cual no le ha impedido reconocer el resultado, la necesidad de pasar p¨¢gina y la obligaci¨®n de dar a Trump la oportunidad de liderar. Una actitud muy distinta a la del presidente electo, que durante la campa?a amenaz¨® con denunciar la legitimidad del resultado si ¨¦l no sal¨ªa triunfante.
Clinton y Obama no se han limitado a una expresi¨®n rutinaria de confianza en las instituciones, ni a un atristado ejercicio de civismo frente al principal sospechoso de haber excitado esa divisi¨®n que la candidata ha reconocido, tard¨ªamente, m¨¢s grande de lo que cre¨ªa. Lo que ambos est¨¢n pidiendo a sus seguidores es que permanezcan atentos y vigilantes, que sigan peleando por sus derechos. Al tiempo que mantienen la tradici¨®n de unirse tras el presidente electo, a pesar de los terribles ataques que se han dirigido durante la campa?a.
Todo esto ya no les servir¨¢ a Clinton ni a Obama para sus carreras pol¨ªticas. Sin embargo, alimenta la idea de que los l¨ªderes son responsables de la continuidad de la naci¨®n y de los consensos b¨¢sicos, y por eso no pueden permitir la desmoralizaci¨®n de su campo frente a lo que se le viene encima. En la vida se gana o se pierde, pero se defienden las causas. Una derrota no invalida aquello por lo que cada uno cree que merece la pena luchar democr¨¢ticamente.
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