Trump ha ganado por la emoci¨®n
Ante argumentos que ganan por la emoci¨®n, el cerebro racional reduce su capacidad cr¨ªtica
Trump ha ganado por la emoci¨®n. Lo fundamental era convertir su campa?a en un eslogan de anuncio publicitario.
La f¨®rmula para captar la atenci¨®n aunque fuera con exabruptos, ha sido describir la situaci¨®n en la que una gran parte de los votantes se sent¨ªan identificados y proponer planes que poco importa si van a ser viables o no. El muro o los supuestos aranceles son lugares comunes o conversaciones de barbacoa para remediar los problemas de la globalizaci¨®n (barbacoa, porque bares pocos existen en Estados Unidos). Y no porque no sea listo, sino porque Trump es evidentemente m¨¢s inteligente que la media y comprende c¨®mo funcionan las marcas personales, el marketing y el cerebro. Si ganas por la emoci¨®n, la raz¨®n queda relegada. As¨ª lo demuestra la ciencia, m¨¢s all¨¢ de las elecciones.
Hace a?os Paul MacLean de la Universidad de California explicaba que nuestro cerebro est¨¢ formado por tres partes diferenciadas: una es la reptiliana, donde se albergan los instintos b¨¢sicos; otra, la emocional y donde se encuentra una gl¨¢ndula fundamental, la am¨ªgdala; y la ¨²ltima, la racional o neocortex, la que nos diferencia a los humanos del resto de los animales. Tiempo despu¨¦s, Joseph Ledoux comprob¨® que cuando la am¨ªgdala se inflama, no se piensa con claridad. Se produce el ¡°secuestro de la am¨ªgdala¡±, como se dice cient¨ªficamente. En otras palabras, cuando te domina la ira, el miedo o, incluso, la alegr¨ªa, se toman decisiones de las que luego nos podemos arrepentir. Las comisar¨ªas y las bodas en Las Vegas podr¨ªan corroborar este dato.
Cuando alguien da argumentos que ganan por la emoci¨®n, el cerebro racional reduce su capacidad cr¨ªtica. Por eso, para los pa¨ªses extranjeros o para las ciudades estadounidenses de m¨¢s de un mill¨®n de habitantes Trump era un showman sin posibilidades de ganar. El cerebro racional imperaba. Sin embargo, para otra parte de los votantes, Trump conectaba con su sentimiento imperante y escuchaban las verdades que ellos mismos repet¨ªan entre sus amigos. El cerebro emocional dirig¨ªa. Estos ¨²ltimos votaron desde la brecha cultural y econ¨®mica que divide a Estados Unidos. Por dar alg¨²n dato, menos del 33 por ciento de los estadounidenses tienen el pasaporte cuando se obtiene en cualquier oficina de correos. Un trabajador en McDonalds cobra 15 d¨®lares a la hora y el seguro m¨¦dico de una familia con un hijo es una cuota de 700 d¨®lares mensuales, copago de 50 d¨®lares por consulta y una franquicia de 5.000 para cada uno de sus miembros (es decir, los primeros 5.000 d¨®lares en gastos m¨¦dicos los paga el propio enfermo). Existe un problema muy real para las familias. La Ley Obama no ha dado respuesta. Y seg¨²n Trump los pol¨ªticos no van a hacerlo. ?l, en cambio, s¨ª aunque poco importa c¨®mo.
La crisis econ¨®mica en Occidente conserva todav¨ªa la nostalgia del tiempo pasado y los pol¨ªticos est¨¢n muchas veces lejos de los problemas de los ciudadanos. Las redes sociales son autopistas para los esl¨®ganes cargados de emocionalidad y donde la capacidad de la autocr¨ªtica no tiene mucha cabida. Da lo mismo que criticara a las mujeres o a los inmigrantes para que mujeres y latinos le votaran bajo sus propios argumentos. Si la emoci¨®n impera, se encuentran las excusas racionales para ello. Y este fen¨®meno no solo ocurre en Estados Unidos, sino en Occidente. Se est¨¢n dibujando l¨ªderes que campan en el coraz¨®n de los votantes y cuyos datos est¨¢n manipulados o, simplemente, son imposibles de implantar. Pero tiene un por qu¨¦. Cuando hay desesperanza y frustraci¨®n, mucha gente necesita creer en un salvador que rescate al pa¨ªs de la situaci¨®n. Y, claramente, Clinton no se gan¨® su confianza.
Trump comprende c¨®mo funcionan las marcas personales, el marketing y el cerebro
Las grandes ciudades se quedaron at¨®nitas en la noche electoral, como lo viv¨ª personalmente en la fiesta de The Washington Post. Pero quiz¨¢ si algo han demostrado estos resultados es que existe otra realidad conformada por personas cuyos votos valen lo mismo y quienes sufren las consecuencias de los problemas culturales y econ¨®micos. Ellos han confiado en un personaje vanidoso, impulsivo y quien ha abierto el miedo profundo en la comunidad hispana y una brecha social de dimensiones dif¨ªciles de estimar. Confiemos que ahora Trump como presidente entierre los esl¨®ganes emocionales y ponga su inteligencia al servicio del futuro para no dividir a¨²n m¨¢s a un pa¨ªs tremendamente polarizado.
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