Culpable de votar a Hillary Clinton
Estados Unidos ha disfrutado de un l¨ªder moral durante ocho a?os. Pero con la victoria de Donald Trump tal vez sea hora de que su ciudadan¨ªa asuma responsabilidades y deje de culpar al otro
Culpadme a m¨ª. Yo vot¨¦ a Hillary, y me equivoqu¨¦ completamente con Estados Unidos.
No soporto pensar en lo que va a significar la victoria de Trump para mi pa¨ªs. Por ahora, lo mejor que puedo hacer es pensar en lo que interpret¨¦ mal, y por qu¨¦.
Mientras los comentaristas se preguntan qu¨¦ pudo fallar en sus risibles encuestas, comentan lo lamentable que era Hillary como candidata (aunque Trump fuera mucho peor), y lo inc¨®modo-siniestro que va a ser para el pobre presidente Obama recibir a Donald J. Trump (DJT) en la Casa Blanca, despu¨¦s de que DJT haya desatado sobre nuestro pa¨ªs toda su abismal bajeza, a m¨ª me est¨¢ mereciendo la pena pensar sobre estar equivocado.
Estoy dedic¨¢ndole tiempo a pensar en estar equivocado, esta semana, precisamente, como forma de comprometer mejor mi ciudadan¨ªa, puesto que limitarme a votar el martes pasado fue una manera inadecuada de ejercitarla, y aunque tal ciudadan¨ªa haya sufrido un desbridamiento que supone casi su extinci¨®n, a causa del desastroso resultado de las elecciones.
En lo que no estaba equivocado era en votar por Clinton. No voy a entrar ahora en los pros y los contras de eso. La elecci¨®n ya pas¨®. El da?o est¨¢ hecho, o, m¨¢s probablemente, no ha hecho m¨¢s que empezar. Yo cre¨ªa que era mucho mejor candidata, y que ser¨ªa una presidenta muy superior. Pero el colegio electoral, tan estramb¨®tico como pleno de autoridad, decidi¨® lo contrario. Lo cierto es que, por el momento, no soporto pensar en las consecuencias concretas que van a tener estas elecciones para mucha gente que tiene motivos para esperar de su Gobierno algo mejor de lo que Trump probablemente les proporcione. Para m¨ª es mejor pensar en la ciudadan¨ªa y en haberme equivocado. Puede que haya m¨¢s provecho que sacar de ah¨ª.
Un famoso jurista estadounidense, mordazmente llamado Judge Learned Hand, escribi¨® una vez que el esp¨ªritu de la libertad (algo que en mi pa¨ªs decimos valorar al m¨¢ximo) es aquello ¡°que no est¨¢ seguro de tener raz¨®n¡ es el esp¨ªritu que busca comprender a otros hombres y mujeres¡±.
El problema es c¨®mo respetar el punto de vista del otro y conceder que tal vez est¨¦s equivocado
Una cosa en la que me equivoqu¨¦ (una de varias) fue en violar este requerimiento del juez Hand. Pensando que yo sab¨ªa lo que le conven¨ªa a mi pr¨®jimo (supuestamente, todos esos tipos blancos del medio rural, o del cintur¨®n industrial, poco educados y mal empleados, as¨ª como los latinos y los negros que no se sienten suficientemente atendidos por sus cargos electos); me equivoqu¨¦ al sentirme tan seguro de tener raz¨®n. De hecho, estoy casi seguro de que no intent¨¦ comprenderlos, solo cre¨ªa saber lo que les hac¨ªa falta en t¨¦rminos generales, y probablemente por eso fui condescendiente con ellos. No hay duda de que p¨²blicamente y sin reservas despreci¨¦ a su candidato, llam¨¢ndole imb¨¦cil, incompetente, mentiroso, metepatas, charlat¨¢n pueril, vendemotos y pat¨¢n sexual, al tiempo que promet¨ªa a cuantos m¨¢s lectores mejor que este hombre nunca, jam¨¢s, llegar¨ªa a ser presidente. Lo que parecer¨ªa ser la segunda cosa sobre la que estaba muy equivocado, aunque ni por un momento lo dudara hasta el martes por la noche bastante tarde.
El efecto que sobre m¨ª han tenido estas dos equivocaciones es la sensaci¨®n de haber perdido, moment¨¢neamente, mi olfato para lo aut¨¦ntico, podr¨ªamos decir. Otra forma de decirlo ser¨ªa que tengo la impresi¨®n de que ahora mismo no sabr¨ªa distinguir mi propio culo de un agujero en el suelo, como decimos en Misisipi. Y puede que tambi¨¦n sea culpable (tercera equivocaci¨®n) de falta de empat¨ªa por esos tipos del interior del pa¨ªs que sienten que lo est¨¢n pasando tan mal que tienen que votar por un facineroso. Tener poca empat¨ªa es una mala noticia si eres novelista. Es famosa la cita de William Blake en la que dice: ¡°Si est¨¢s por hacer el bien a otro, hazlo en dosis peque?as¡ el bien general es el reclamo del hip¨®crita, del adulador y del sinverg¨¹enza¡±. Dejando de lado el hecho de que prometer el bien general fue precisamente lo que hizo el sinverg¨¹enza que pronto ser¨¢ presidente electo, sus ofensas civiles no cancelan la m¨ªa.
El problema, claro, especialmente en funci¨®n de la propia ciudadan¨ªa, es c¨®mo respetar el punto de vista del otro, ser emp¨¢tico y dem¨¢s, conceder que tal vez est¨¦s equivocado sobre lo que a grandes rasgos le conviene, pero sin perder mordida, sin volverte un ciudadano fl¨¢cido. No dispongo de ninguna f¨®rmula para la agudeza ¨¦tica general, pero s¨ª de una regla r¨¢pida para quienes tengan inter¨¦s. Puede que todos los actos responsables de ciudadan¨ªa exijan cierto grado de usurpaci¨®n voluntariamente asumida. Es un tema sobre el que ya reflexion¨® Plat¨®n.
Todos los bandos pol¨ªticos comparten el diagn¨®stico de que EE?UU no funciona muy bien como pa¨ªs
Ahora mismo estoy sentado en casa mirando la cara de Trump en la tele e intentando acostumbrarme a pensar en el ¡°presidente Trump¡±. No es f¨¢cil, despu¨¦s de todas las cosas que he dicho y pensado sobre ¨¦l, cosas que en este momento sigo creyendo. Pero tener esas opiniones solo me lleva a pensar en otro error cometido por m¨ª. Se trata del complejo error de ser ciudadano de una sociedad en la que Hillary Rodham Clinton (Dios la bendiga) era mi mejor opci¨®n para presidente, una elecci¨®n a la que acced¨ª voluntariamente marcando en negro su c¨ªrculo en mi papeleta. Esto, bien pensado, fue un error may¨²sculo.
Pero en lugar de mirarlo todo con cierta distancia y culpar¡ no s¨¦¡ a otra persona, yo quiero acercarlo a mi pecho como un ¨¢spid y dejar que me muerda. Despu¨¦s de la ¨²ltima victoria de Obama, algunos listillos colocaron una pegatina en el coche que dec¨ªa: ¡°A m¨ª no me culpes. Yo vot¨¦ a Romney¡±. Mi pegatina del coche, si tuviera (que no tengo), hoy dir¨ªa: ¡°C¨²lpame a m¨ª. Yo vot¨¦ a Hillary¡±.
Por m¨¢s que la elecci¨®n que acaba de celebrarse fuera una decisi¨®n sobre evitar lo impensable (un dilema que ambos lados visualizaban, pero que solo un lado ha de sufrir), el problema siempre fue qu¨¦ iba a pasar despu¨¦s. Unas elecciones en las que se reconoce que los dos candidatos son lamentables y defectuosos es tan buena medida como cualquiera de que la polis se est¨¢ volviendo r¨¢pidamente ingobernable, y, al mismo tiempo, es una f¨®rmula para cosas peores que est¨¢n por venir. De verdad, no quiero que esto le pase a mi pa¨ªs. Quiero que haya algo que podamos hacer. Todos los bandos pol¨ªticos comparten el triste diagn¨®stico de que Estados Unidos no funciona muy bien como pa¨ªs, as¨ª como el miedo a estarnos pasando del punto en el que podr¨ªamos arreglarlo. En mi opini¨®n, esta convergencia de opiniones deber¨ªa ser fuente de fortaleza, aunque haya poca cosa m¨¢s que sea reconciliable. Ser¨ªa bueno contar con liderazgo moral. Acabamos de tenerlo durante ocho a?os. A saber cu¨¢l es nuestro pr¨®ximo destino. Es hora de resucitar nuestra desfondada ciudadan¨ªa, hora de prestar m¨¢s atenci¨®n, de asumir responsabilidades y de no desvanecernos sin m¨¢s, culpar al otro, y olvidar.
?Richard Ford es novelista. En 2016 recibi¨® el Premio Pr¨ªncipe de Asturias de las Letras. Vive en Estados Unidos.
Impreso con permiso del autor.
Traducci¨®n de Eva Cruz.
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