?frica a pedales (5): En Congo, en casa
Autor invitado: Alfonso Rovira (*)
Cap¨ªtulo anterior: El ataque de las mariposas
Bomassa (Rep¨²blica del Congo) es un lugar curioso. Con la mezcla habitual regional de Bant¨²es y pigmeos en su extra?a simbiosis. Favoreciendo siempre a los bant¨²es, que forman siempre la estructura de poder.
El pueblo pigmeo es un pueblo siempre subyugado por un pueblo como el bant¨², m¨¢s proclive a buscar los medios necesarios para salir del fango¡ aunque a veces, eso implique pasar por encima del pueblo pigmeo.
En Bomassa sin embargo, no era evidente este matiz oscuro. S¨ª, Gabriel, el jefe del pueblo es bant¨². Pero se le tiene que reconocer que es una fuente de sabidur¨ªa y su respeto a sus compa?eros pigmeos es ejemplar.
Gabriel es alguien especial. A pesar de un aspecto que pudiera parecer fr¨¢gil a primera vista, tiene un carisma evidente. Y su esp¨ªritu fuerte le hace parecer m¨¢s grande de lo que realmente era.
As¨ª salimos a pasear y con su mirada inteligente me contaba con pasi¨®n c¨®mo utilizaban la naturaleza que ten¨ªan a su alcance. Las plantas, lo remedios, los frutos¡ Pasear con ¨¦l por la selva fue como leer una enciclopedia en vivo. Y me sent¨ª afortunado de absorber parte de su riqueza.
¡°Bon Coin¡±
Despu¨¦s de pasear por la Reserva, llegamos a Bon Coin¡ Un lugar extra?o. Su historia inicial hab¨ªa sido oscura. Ese pueblo lo formaban desterrados, parias expulsados de Bomassa que hab¨ªan sido considerados indignos en el pasado y hab¨ªan formado lo que ahora se pod¨ªa considerar casi un barrio de Bomassa, a unos escasos 500m de ¨¦l.
Estos desterrados, formaron una comunidad que crecer¨ªa con el tiempo. Hasta formar las 40-50 personas que lo conforman actualmente.
Sus habitantes, llamaron a esta nueva comunidad ¡°Bon coin¡±, literalmente Buen rinc¨®n, que lo podr¨ªamos traducir como lugar agradable. Un espacio donde encontrar su hogar. Su paz.
Lo formaron al estilo de todas las aldeas del lugar. Con casas de barro, de madera y malokas, las construcciones locales en forma de igl¨², construidas con hojas y ramas.
Eran construcciones curiosas, simples cuya construcci¨®n les tomaba tan solo 1 o 2 d¨ªas, a diferencia de as dos semanas de las casas de barro, o los 2 meses de las de madera.
Compart¨ª poco con ellos. No consegu¨ª disipar sus miradas desconfiadas hacia el hombre blanco. Yo era extra?o. Y estoy de paso¡ Pero me sirvi¨® para ver la realidad de los pueblos desconectados del paso habitual del hombre blanco.
Est¨¢n destinados a cambiar, pues la reserva necesita del llamado Turismo Responsable para tener los medios de proteger la fauna y la flora que la rodea, de los furtivos y de las talas indiscriminadas. Esta clase de turismo, muy limitado en n¨²mero, tiene como objeto base dar trabajo a la poblaci¨®n local y no impactar en la cultura, a la vez que protege el lugar.
De nuevo en ruta, destino a Brazzaville
Tuve una gran experiencia con WCS (ONG encargada de ver la zona) y con la Selva de Nouabal¨¦-Ndoki (Ver post sobre ello aqu¨ª), pero como todo viajero sabe, hay un d¨ªa que hay que emprender la ruta de nuevo. El camino te espera. Y es momento de cargar el equipaje y despedirse, para descubrir nuevos secretos de un pa¨ªs especial, que se sorprende de verte a ti m¨¢s que tu a ¨¦l.
Congo es en gran parte vac¨ªo, y al igual que en la selva, tuve largos momentos de soledad. As¨ª que aprovechaba cada noche, cada parada, cada lluvia repentina, para pararme con alguien y conocer al amable congol¨¦s rural. Gente sencilla, tranquila¡ y entra?able.
Recuerdo una ma?ana en ruta cuando ya bien temprano el sol golpeaba con rabia¡ echaba de menos los d¨ªas de lluvia¡ Pues en realidad, con asfalto eran m¨¢s llevaderos. Llov¨ªa una hora o dos¡ y despu¨¦s continuabas la ruta fresco.
Pero no era as¨ª esa ma?ana, as¨ª que con el calor cocinando mi nuca a fuego lento, me detuve en un poblado del camino, cerca de Liouesso.
En Congo pero en Casa
Era una aldea modesta, de unas 20 casas. Dif¨ªcil de distinguir de las muchas que hab¨ªa en ruta. Pero me llamaron la atenci¨®n unas mujeres cocinando, acompa?adas de un hombre que parec¨ªa construir una canasta de pesca. Me dirig¨ª a ellos¡ pero a pesar de ser el franc¨¦s la lengua oficial del pais, no lo dominaban demasiado.
La lengua com¨²n en el norte de Congo, es el Lingala, as¨ª que estas gentes sab¨ªan lo justo para decir ¡®bonojur¡¯ y ¡®au revoir¡¯¡ Si embargo, las ganas de comunicar construyen puentes para el que est¨¢ receptivo¡
Me dieron una silla que pusieron en la sombra junto al hombre de la cesta y me invitaron a sentarme y relajarme, y me dijeron con cari?o y una sonrisa ¡°bienvenido a la vida rural¡±¡ A su tranquilidad y calma. A su ¡°dejar pasar el tiempo¡± en compa?¨ªa¡ Mir¨¦ mi bici. Y me volv¨ª a esta agradable familia¡ sonre¨ª y lleno de un agradable sensaci¨®n de paz de un matiz casi f¨ªsico, que se expand¨ªa por mi cuerpo, me sent¨¦. Y me relaj¨¦.
Mientras, el sol abrasaba el asfalto con fuerza. Capaz de cocinar mis ruedas a fuego lento.
Y as¨ª, una sensaci¨®n de agradecimiento se apoder¨® de m¨ª. Hacia esa gente. Esos desconocidos, que fueron capaces de hacerme sentir extra?amente en casa en tan solo unos segundos¡
Un poco de Saka-Saka
Mientras convers¨¢bamos como pod¨ªamos, trajeron la delicia local. El Saka-Saka. Una especialidad a base de verdura. Mezclada con algo de pescado y cocinada envuelta en grandes hojas al calor de las brasas. Como no pod¨ªa ser de otra forma, vino acompa?ado de la espesa barra de mandioca, insulsa y densa¡ pero capaz de llenar el est¨®mago m¨¢s vac¨ªo.
El pescado era escaso, pero consigui¨® borrarme el ¡°s¨ªntoma¡± com¨²n del ¡°paladar de trapo¡±.
Al acabar, disfrutamos del lento paso del tiempo Africano en compa?¨ªa. Y perd¨ª la noci¨®n de los segundos. De los minutos. Pues sin mayores obligaciones que el disfrutar de una compa?¨ªa extra?a pero amiga, consigues entrar en su noci¨®n del tiempo. Que te envuelve en ese manto cu¨¢ntico que te transporta a un lugar y a un tiempo irreales¡ de dif¨ªcil definici¨®n.
Esa gente sin nombre, me transmiti¨® bondad, calma¡.Confianza. Y me mostraron que son, ya por s¨ª mismos, una buena raz¨®n de viaje y me pregunt¨¦ si me iba a despertar de repente al borde de la inconsciencia con el sol golpe¨¢ndome de nuevo en la cabeza en alg¨²n lugar de la ruta.
El Viajero
En situaciones as¨ª, me siento realmente viajero, el explorador que pretend¨ªa. Me crezco y me imagino como el Livingstone moderno, o bajando pelda?os, el Quijote en bicicleta¡ pues mezclo las dos realidades¡ la magia aventurera y la b¨²squeda senil.
Aqu¨ª soy visto como un extraterrestre que desciende a una tierra de barro. Soy objeto de miradas¡ unas directas, otras furtivas¡ y despierto curiosidades y miedo por igual. Soy generador de comentarios entre ellos, de risas¡ y de preguntas. Porque mientras yo descubro un pa¨ªs, ellos descubren otro nuevo mundo. Que pocas veces les llega de otra manera.
Les sorprende y quiz¨¢s generalizan. Se dicen que el blanco es extra?o. No entienden. Se preguntan por qu¨¦ Mundele viene a esta humilde tierra, que nada tiene m¨¢s que barro y selva. Agradecen la visita, pero no son conscientes de la gran riqueza de que disponen. De su gran libertad frente a obligaciones superfluas. De la gran sabidur¨ªa que imparten con su simplicidad.
Pero cuando les hablas de ello, te miran extra?ados. T¨² eres Le Blanc. Ba?ado en oro y diamantes. Y vienes del cielo en la tierra. No hay defectos all¨ª.
Una l¨¢stima, pues con su humildad, sus clases sobre la vida son regalos que me llevo directos al alma. Alg¨²n d¨ªa deben reaccionar y empezar a creerse lo que son. Un Gran ejemplo.
Si quer¨¦is seguir mis aventuras, ir¨¦ alternando art¨ªculos en el Blog de ?frica no es un pa¨ªs y en el m¨ªo, Algo M¨¢s que un viaje. Donde tambi¨¦n encontrar¨¦is otras secciones como ¡°Un mundo mejor¡±, donde escribo art¨ªculos, ejemplos y propuestas en pos de un mundo m¨¢s humano. Os invito a conocerla ah¨ª.
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