Home¨®patas, acupuntores y otros marginales
La medicina cient¨ªfica, basada en ensayos cl¨ªnicos, conoce los efectos de cada uno de sus tratamientos
Contra lo que algunos parecen creer, no hay ninguna lista negra de ¡°medicinas marginales¡±, ¡°alternativas¡±, ¡°complementarias¡± o como prefieran llamarse. La denominaci¨®n t¨¦cnica es ¡°pr¨¢cticas m¨¦dicas no validadas cient¨ªficamente¡± ¡ªmediante ensayos cl¨ªnicos¡ª.
No hay listas blancas ni negras, pero hay unas reglas del juego, desarrolladas en los cuatro ¨²ltimos siglos, que establecen un m¨¦todo de investigaci¨®n para quien quiera entrar en el club de la llamada ¡°medicina oficial¡±: el m¨¦todo cient¨ªfico-experimental, que se concreta a partir del siglo XX en el ensayo cl¨ªnico. Con esas reglas se ha duplicado en los ¨²ltimos siglos la esperanza de vida en los pa¨ªses desarrollados, se ha reducido dr¨¢sticamente la mortalidad infantil, se han descubierto la anestesia y los antibi¨®ticos¡
Nadie est¨¢ obligado a validar sus propuestas terap¨¦uticas mediante un riguroso ensayo cl¨ªnico, puede perfectamente quedarse al margen y seguir con su negocio particular. Pero lo que no conviene hacer es prepararse durante a?os para ser un gran jugador de ajedrez y despu¨¦s quejarse por no ser admitido en un campeonato para tenistas de alto nivel.
La homeopat¨ªa, como el resto de las medicinas marginales, es una de tantas teor¨ªas m¨¢s o menos razonables, m¨¢s o menos imaginativas, claramente especulativa, de las que se han propuesto centenares a lo largo de la historia. Pensemos, por ejemplo, en el magnetismo animal o mesmerismo, que pretend¨ªa curar las enfermedades mediante fuerzas magn¨¦ticas y triunf¨® de forma espectacular en el Par¨ªs del siglo XVIII, proporcionando una gran fortuna a su ¡°descubridor¡±, Franz Anton Mesmer. Hoy a nadie se le ocurre montar un negocio a base de ¡°ba?eras magn¨¦ticas¡±, pero no hace muchos a?os que alguna astuta empresa triunf¨® con el fabuloso negocio de las pulseras magn¨¦ticas que se vend¨ªan como churros en las farmacias.
Son muchos los beneficios subjetivos que las medicinas marginales pueden proporcionar a determinados enfermos. Pero tambi¨¦n son enormes los riesgos de un paciente grave
El m¨¦todo cient¨ªfico-experimental en medicina se inici¨® en el siglo XVII, fue perfeccion¨¢ndose a lo largo del XVIII y sobre todo del XIX, para desembocar en el ensayo cl¨ªnico a partir del siglo XX. Esa es la v¨ªa de la que hoy dispone cualquier teor¨ªa supuestamente terap¨¦utica para demostrar sus propuestas.
En la mayor parte de las enfermedades bien definidas, el ensayo cl¨ªnico ¡ªsometido a muy rigurosos requisitos t¨¦cnicos y ¨¦ticos¡ª permite comparar un nuevo tratamiento con el anteriormente disponible, o con un grupo placebo; el resultado, siempre repetible y contrastable, es el porcentaje de enfermos que se curan, los que mejoran pero no del todo, los que siguen igual o empeoran¡ Por eso en todo f¨¢rmaco que es aprobado por el Ministerio de Sanidad (o por la Food and Drug Administration en Estados Unidos) y llega por la v¨ªa oficial a las farmacias, se conocen perfectamente sus resultados porcentuales cuando se aplica a un grupo de pacientes bien definido y diagnosticado. Lo dif¨ªcil ser¨ªa saber a priori si un enfermo determinado va a estar entre el 72% de los que se curan, el 18% de los que no mejoran ni empeoran o el 10% de los que abandonan el tratamiento por los molestos efectos secundarios.
Pero cuando alguien pregunta si le beneficiar¨¢ un tratamiento de homeopat¨ªa, acupuntura o medicina naturista, lo m¨¢s prudente es responderle que las posibilidades de predecir el resultado de esas pr¨¢cticas son m¨¢s o menos las mismas que las de predecir el futuro de un v¨ªnculo matrimonial. Hay algunos a los que les resuelve la vida y otros a los que se la convierte en un infierno.
Lo que est¨¢ claro es que el efecto placebo, que s¨ª est¨¢ cient¨ªficamente estudiado, cura un determinado porcentaje de casos en cada una de las diversas enfermedades; y no existe mejor placebo que una fe firme en el poder curativo de los preparados homeop¨¢ticos o de las flores de Bach.
Y lo que, desde luego, est¨¢ muy claro, es que muchos enfermos a los cuales la medicina cient¨ªfica no puede darles ninguna esperanza, encuentran una nueva fe y un grato consuelo en todas esas medicinas marginales que les ofrecen, por ejemplo, la posibilidad de una curaci¨®n milagrosa, la reanimaci¨®n de una nueva esperanza, o el alivio resultante de una atenta escucha a todo lo que ellos est¨¢n deseando contar y la medicina cient¨ªfica ¡ªcon admirables, pero escasas, excepciones¡ª no tiene o¨ªdos ¡ªni tiempo¡ª para escuchar.
Son muchos los beneficios subjetivos que pueden proporcionar las medicinas marginales a determinados enfermos a los que nada ofrece la medicina oficial. Pero tambi¨¦n son grav¨ªsimos los riesgos de un enfermo grave que renuncia a los tratamientos cient¨ªficos para ponerse en manos de su curandero favorito.
La diferencia entre la medicina cient¨ªfica y las dem¨¢s es que la primera conoce ¡ªen t¨¦rminos estad¨ªsticos, no en cada caso concreto¡ª los efectos de cada uno de sus tratamientos. En el resto de los casos no hay manera de saber, ni siquiera en t¨¦rminos porcentuales, a cu¨¢ntos les va a salir bien y a cu¨¢ntos les va a sentar fatal. Los resultados terap¨¦uticos de esas pr¨¢cticas que han elegido ir por libre ¡ªya que no quieren, o no pueden, hacer ensayos cl¨ªnicos¡ª son totalmente impredecibles en cada caso concreto.
En cualquier caso, como dec¨ªa un viejo proverbio dan¨¦s, hacer predicciones es muy dif¨ªcil, sobre todo cuando se refieren al futuro.
Jos¨¦ L¨¢zaro es profesor de Humanidades M¨¦dicas en la UAM.
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