Home¨®patas, ar¨²spices y nigromantes
La homeopat¨ªa no es ciencia ni medicina alternativa. Debe situarse fuera del Estado, la raz¨®n y la ley
![Píldoras homeopáticas.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/VJW2LWUVYUCZGVSHNSR5AOMTNA.jpg?auth=833677f019b54703d38ff278580aeba060ac6666cbe93a70b965c2b4fb0081b2&width=414)
En la antigua Roma continuaban existiendo los ar¨²spices, sacerdotes cuya principal virtud era contemplar el futuro en las v¨ªsceras de animales muertos. T¨¦cnica ¨¦sta ya vieja por aquel entonces, proveniente de los etruscos, y a cuyos expertos se les consultaba en privado sobre todo tipo de cuestiones, ya fuese la campa?a de An¨ªbal en Italia o la fertilidad de la casadera de un arist¨®crata de Brindisi. El ar¨²spice, examinando el color, la forma y el olor de las v¨ªsceras del animal en cuesti¨®n ¨Csobre todo el h¨ªgado¨C predec¨ªa el ¨¦xito de la batalla, el estado de la matriz de la mujer o la duraci¨®n de la vida de un c¨®nsul. Con la llegada del Imperio, la anexi¨®n de Grecia y su logos, el ar¨²spice acab¨® siendo un hazmerre¨ªr para individuos cultos.
El mundo y la vida son pura incertidumbre. Es hasta cierto punto comprensible que la poblaci¨®n, tan ignorante en su mayor¨ªa, se echase en brazos de la magia para explicar no solo lo inexplicable, sino para no sucumbir al horror cotidiano. As¨ª, una vez desaparecida la influencia de Roma en Europa, vinieron con los pueblos germ¨¢nicos otros mitos y otras soluciones para soportar lo que era dif¨ªcilmente soportable, para sobrellevar una existencia penosa y miserable. Roma y sus or¨¢culos dejaron paso a la nigromancia y la brujer¨ªa. Un Medievo inquisitorial obsesionado con el temor de Dios y la presencia constante del demonio. M¨¢s tarde, las hogueras de la Inquisici¨®n dieron el testigo a los cazadores de brujas y hechiceros.
Es? una estafa diluida infinitesimalmente. Su ¨²nico efecto es el placebo, la sugesti¨®n, la creencia del que la toma en su sanaci¨®n
En Etruria, en Roma, en la Navarra medieval y en la Sajonia moderna hab¨ªa motivos para recurrir a la magia, hoy ya no hay, o no tantos. La vida y el mundo siguen siendo complejos, inexplicables y peligrosos, pero lo son mucho menos cada vez, gracias entre otras cosas al triunfo de la raz¨®n, el mayor tesoro que nos dej¨® la vieja H¨¦lade. La magia, la supercher¨ªa, no van a dejar de existir mientras el alma humana siga atormentada por su condici¨®n de desamparo y sinsentido, pero es bueno que, si ha de seguir, siga como sigui¨® en tiempos de los c¨¦sares, es decir, proscrita, fuera del Estado, la raz¨®n y la ley. Hoy d¨ªa es as¨ª en casi todo y para casi la totalidad de los charlatanes y videntes, que viven en submundos clandestinos y desprestigiados, pero no para la homeopat¨ªa.
La homeopat¨ªa es la ¨²nica de las supercher¨ªas mitol¨®gicas, acient¨ªficas y pseudomilagrosas que no solo merece las risas de la gente ¨CCat¨®n dec¨ªa que los ar¨²spices no se pod¨ªan mirar sin re¨ªrse de ellos¨C, sino que es ejercida por cient¨ªficos (m¨¦dicos, farmac¨¦uticos, qu¨ªmicos) y que ha conseguido, sin demostrar absolutamente nada, vender que es una ciencia. La homeopat¨ªa no es una ciencia. Dejemos esto claro. Ni una medicina alternativa. Es un invento de un m¨¦dico alem¨¢n a comienzos del siglo XIX de nombre Samuel Hanhemann, que dijo que lo semejante cura a lo semejante. ?l no aclar¨® nada, por supuesto, y sus millonarios sucesores de la industria siguen sin hacerlo. No se sabe c¨®mo act¨²a, ni si act¨²a de alguna forma, y no se puede hacer nada con ella atendi¨¦ndonos al m¨¦todo cient¨ªfico. Es agua con az¨²car, un cuento, una estafa diluida infinitesimalmente. Su ¨²nico efecto es el placebo, la sugesti¨®n, la creencia del que la toma en su sanaci¨®n, exactamente la misma que la del legionario romano que preguntaba al ar¨²spice si morir¨ªa en la batalla de Accio o no.
Magia y superstici¨®n que se prescribe y dispensa por profesionales de la salud con a?os de estudios cient¨ªficos, sin que un solo ensayo cl¨ªnico haya demostrado algo que no sea la fe en un futuro mejor. La homeopat¨ªa est¨¢ actualmente en las farmacias y muchos nos preguntamos el porqu¨¦. Se ha dejado en manos de un experto en los medicamentos una cosa que no lo es, de la que la inmensa mayor¨ªa recelamos y que no sabemos manejar a tenor de la dificultad en su prescripci¨®n, que ¨Cpor supuesto, como en la vieja Roma¨C solo conoce el experto prescriptor-ar¨²spice, que a veces es m¨¦dico y muchas no.
Tengo entendido que cada vez m¨¢s home¨®patas venden sus p¨®cimas milagrosas diluidas en los consultorios donde tratan con el doliente, y es bueno que as¨ª sea, porque as¨ª ha sido siempre, desde la noche de los tiempos. Pero que dejen los hospitales, las cl¨ªnicas y las farmacias para las medicinas, la ciencia y la raz¨®n.
Rafael Garc¨ªa Maldonado es farmac¨¦utico y escritor. Su ¨²ltimo libro es Cuaderno de incertidumbre (Anantes).
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