¡®Haters back off¡¯: los ¡®nerds¡¯ se r¨ªen en tu cara
Miranda Sings (Colleen Ballinger), 'anti-youtuber' de ¨¦xito y protagonista de la serie de Netflix, nos enfrenta sin anestesia a lo feo y bajonero.
Para entender Haters Back Off hay que remontarse a la forma en la que Mike Judge le dio la vuelta a la tortilla de la comedia con Beavis & Butthead (1993) y El Rey de la Colina (1997) -en la tele- y Trabajo basura (1999) -en el cine-. No es que antes no hubi¨¦ramos disfrutado de lo feo y bajonero como ingredientes de la risa, pero hay que reconocer que Judge supo canalizar como nadie la presunta amargura de la generaci¨®n del grunge hacia la risa. El objetivo era resaltar lo chungo y lo agobiante, retratar la vida cotidiana (en tu trabajo, en tu vida) como un infierno repleto de mostrencos, catetos y ga?anes que solo pod¨ªa provocar carcajadas nerviosas y exponer la ¡®normalidad¡¯ como un engendro nacido de la alienaci¨®n, la incultura y el consumismo.
La cosa tom¨® tintes de ¨¦xito internacional mucho m¨¢s tarde, en 2004, con Napoleon Dynamite. La pel¨ªcula de Jared Hess celebraba la chunguez y el malrrollismo y, a ratos, parec¨ªa una versi¨®n retorcida de La Tribu de los Brady y, en otros tramos, parec¨ªa un trabajo de Todd Solondz si este hubiera rodado alguna vez algo un poco pasado de ¨¢cido. Si Hess hizo su pel¨ªcula para molestar, para re¨ªrse de los horteras y de los rednecks lo cierto es que le sali¨® el tiro por la culata cuando su trabajo salt¨® la frontera de la marginalidad y se estableci¨® como una referencia est¨¦tica. Le debemos a Napoleon Dynamite no solo las camisetas con el ¡®Vote for Pedro¡¯ impreso en ellas sino la recuperaci¨®n de todas las tendencias cutres de finales de los 70 y comienzos de los 80.
Todo en el entorno de la protagonista es cutre y pobre, la casa est¨¢ hecha un asco y se consume comida basura
Haters Back off, la serie que produce y emite Netflix, es deudora de estas propuestas audiovisuales que comenzaron siendo una tendencia marginal hace un poco m¨¢s de dos d¨¦cadas y que, con tanto gusto, ha abrazado la nueva postmodernidad (hay una cada dos d¨¦cadas, m¨¢s o menos) por las posibilidades infinitas de poder hacer juicios morales y usar la coartada de la ¡®lectura ir¨®nica¡¯ para extender un poco m¨¢s la buena y vieja costumbre de re¨ªrse (con mayor o menor malicia) del pr¨®jimo.
En este caso tenemos a su protagonista Miranda Sings (interpretada por Colleen Ballinger, que tambi¨¦n es una de las creadoras y guionistas del show) que quiere convertirse en famosa colgando v¨ªdeos en Youtube donde canta (mal), baila (peor) y se rebota. A Miranda no la arredran ni su evidente falta de luces, ni su evidente falta de talento porque est¨¢ bien protegida y reforzada en sus errores por su t¨ªo Jim (Steven Little, que ya bordaba un papel similar de Sancho Panza creepy en De Culo y cuesta abajo) que es a¨²n m¨¢s idiota e inocente que ella y por su madre, Bethany (Angela Kinsey, conocida por su papel en The office).
Por si fuera poco el pretendiente de Miranda, Patrick (Eric Stocklin), tampoco es muy listo. Todo en el entorno de la protagonista es cutre y pobre, la casa est¨¢ hecha un asco, se consume comida basura todo el tiempo y los trabajos de los adultos son tambi¨¦n precarios. Las meteduras de pata de estos pobres ignorantes son, sin embargo, pretendidamente equilibradas por la hermana peque?a de Miranda, Emily (Francesca Reale), que estudia, es culta, tiene los pies en el suelo, come comida sana y, claro est¨¢, sirve para remarcar a¨²n m¨¢s la estupidez profunda de los otros protagonistas.
La sensaci¨®n que se tiene con?Haters Back off es que, en el fondo, es tremendamente conservadora en el sentido m¨¢s puritano del t¨¦rmino, que el mensaje que nos hace llegar es que la gente es idiota porque no se lo curra, porque son demasiado idiotas para no dejarse enga?ar por las tonter¨ªas de la televisi¨®n y las redes sociales y porque, en el fondo, se merecen ser estafados por ser codiciosos, por albergar sue?os est¨²pidos o por no entender que no tienen talento alguno. La diferencia con Mike Judge, el pap¨¢ de todo esto, es que este nunca ha dejado de se?alar a los culpables y parece incluir siempre cierto discurso cr¨ªtico en sus producciones. Y la diferencia con Napoleon Dynamite o con el cine de Solondz es que se permiten el lujo de remarcar lo miserable y lo pat¨¦tico en un entorno miserable y pat¨¦tico donde no es necesario ofrecer un punto de vista moral m¨¢s elevado para que caigamos en la cuenta de que lo que estamos viendo es miserable y pat¨¦tico.
La sensaci¨®n aqu¨ª es que se ha introducido a un personaje ¡®realista¡¯ para reforzar las situaciones c¨®micas pero, lejos de servir de contrapunto (como Margaret Dumond en las pelis de los Marx), su presencia parece querer ahondar m¨¢s en la miseria de la situaci¨®n por si a alguien se le ocurriera querer hacer m¨¢s sangre. Haters Back off parece, desgraciadamente, parte de un tipo de humor que ya ha alcanzado su masa cr¨ªtica, que ya est¨¢ repasado y que ya comienza a repetirse un poco. Cansa un poco la extensi¨®n casi infinita del t¨¦rmino ¡®absurdo¡¯ y la b¨²squeda incansable de la risa nerviosa del espectador. Parece que no se manejan los principios b¨¢sicos de la comedia, que se desde?an en favor de una mala administraci¨®n del vitriolo y se cae con demasiada frecuencia en proyectar mal rollo para disimular carencias t¨¦cnicas.
Sorprende un poco que el humor que se basa en re¨ªrse de los pobretones y los analfabetos no pase de moda
Quedar¨¢n, claro est¨¢, espectadores a los que apetezca seguir disfrutando de este tipo de humor y romper la sagrada regla de la comedia de que lo mejor es empezar por re¨ªrse de uno mismo. La comedia es un ejercicio de libertad casi tan importante como la elecci¨®n de las cosas de las que nos re¨ªmos, pero no est¨¢ mal que nos expliquen de qu¨¦ nos estamos riendo. En unos tiempos donde todo el mundo prefiere ser retratado m¨¢s como sensible que como inteligente sorprende un poco que el humor que se basa en re¨ªrse de los pobretones y los analfabetos no pase de moda. Est¨¢ feo re¨ªrse de las desgracias ajenas y, mucho m¨¢s, cuando las desgracias se presentan como evitables para no crearnos mala conciencia.
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