Nostalgia y nacionalismo
La supremac¨ªa de la raza blanca es el punto de encuentro de los distintos grupos de la peligrosa derecha alternativa estadounidense
En los pr¨®ximos tiempos oiremos hablar bastante de la derecha alternativa (o alt-right), un movimiento nacido en Estados Unidos que se presenta como la alternativa al conservadurismo cl¨¢sico y que re¨²ne a un amplio n¨²mero de grupos que critican a los l¨ªderes convencionales. No conviene creer que se trata de un movimiento alternativo, lleno de gente joven, vitalista, un poco indie y un poco asilvestrada, deseosos de mejorar la sociedad. Se trata de algo muy peligroso: son movimientos racistas, cuyo principal punto de encuentro es la supremac¨ªa blanca.
En una era en la que se consigue como nunca disimular viejas ideas con nombre nuevos, la alt-right o derecha alternativa esconde el m¨¢s antiguo y conocido odio racial. Lamentablemente, denuncia Ian Allen en la revista The Nation, la nueva palabra aparece continuamente, cada d¨ªa m¨¢s, en medios de comunicaci¨®n, como denominaci¨®n de algo in¨¦dito, cuando es una ideolog¨ªa bien conocida. Se presentan de muchas maneras: grupos anti-inmigraci¨®n, antifeministas, anti-musulmanes, cristianos fundamentalistas o anti-gay, pero detr¨¢s de todos ellos crece una misma idea: el llamado nacionalismo blanco.
La categor¨ªa racial como identidad nacional est¨¢ echando ra¨ªces no solo en Estados Unidos, sino en medio mundo occidental, sin que se le conceda la importancia que tiene y sin que se organice la respuesta que merece. Est¨¢ ya claramente presente en Europa (el pr¨®ximo d¨ªa 4 se celebran elecciones presidenciales en Austria, con un candidato que podr¨ªa caer perfectamente en la categor¨ªa de nacionalista blanco, se expande en la Europa central, asoma la cabeza en la Alternativa para Alemania (AfD) y se infiltra en el nuevo gobierno que prepara el presidente electo Donald Trump, con el nombramiento como ¡°consejero principal¡± de Steve Bannon. En el entorno del nuevo mandatario estadounidense se van colocando personajes que si no son directamente racistas, se aproximan mucho. Betsy DeVos, la nueva secretaria de Educaci¨®n, es una millonaria, por matrimonio y por familia (su hermano, Erik Prince, es el fundador de la empresa de mercenarios Blackwater, que env¨ªa miles de soldados privados a Afganist¨¢n e Irak), militante activa contra los derechos de los gay y contra los sindicatos de profesores, y probable miembro del secretista Council for National Policy, la organizaci¨®n que re¨²ne a los m¨¢s poderosos reaccionarios de EE UU, incluidos bastantes nacionalistas blancos.
Poco a poco, los medios de comunicaci¨®n norteamericanos comienzan a elevar el tono de alarma. No muchos llegan al extremo de Michael Hirsh, responsable de la informaci¨®n nacional de la famosa revista Politico, que public¨® esta semana en Facebook la direcci¨®n particular del principal portavoz de la alt-right, Richard Spencer, de 38 a?os, no con la idea de que le enviaran cartas, sino recordando la costumbre de ¡°nuestros abuelos de llevar bates de baseball a la reuniones del Bund¡± (la German American Federation, organizaci¨®n nazi estadounidense). Hirsh ha dimitido despu¨¦s de que su director, John Harris, afirmara que su comentario ¡°excede los l¨ªmites de lo aceptable¡±.
En una entrevista publicada recientemente por la revista sueca Gl?nta, el fil¨®sofo Zygmunt Bauman propone denominar a estos primeros a?os del siglo XXI como la ¡°era de la nostalgia¡±, una idea que reemplaza a la llamada ¡°era del progreso¡± de la segunda mitad del siglo XX. La nostalgia, la tristeza por un bien perdido, ha tenido siempre aristas muy peligrosas: depende de qu¨¦ se considere un bien y a quien se considere responsable de su p¨¦rdida. Tal y como est¨¢n las cosas, parece que se extiende la idea de que el bien perdido es la cultura blanca y los responsables, los inmigrantes. A eso, antes, no se le llamaba alt-right, ni tan siquiera nacionalismo blanco. Se conoc¨ªa como racismo nazi.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.