Mis muertos
?C¨®mo se puede preguntar todav¨ªa si alguien tiene derecho a enterrar bien a quien fue mal enterrado? Y lo pregunta casi siempre gente que va a la iglesia
Todo el mundo tiene a sus muertos como lo m¨¢s sagrado. Pero hay una especie de conjura para que no haya manera de tener la fiesta en paz con ellos. Para empezar la Iglesia cat¨®lica ha dicho que no se pueden aventar las cenizas de los muertos de uno, sino que deben ser guardadas en lugares sagrados. ?A ver qu¨¦ hago yo para recuperar las cenizas de mis padres, que est¨¢n en la sierra o en el mar! No hay manera, ya no podr¨¦ cumplir nunca, tampoco en esto, con Roma.
Y despu¨¦s de eso, viene el famoseo, que se me ha colado en noviembre, para boicotearme el que tengo yo se?alado como el mes de los muertos. No solo porque empiece con la fiesta dedicada a ellos, sino porque es un mes, al menos en la latitud en la que habito, sombr¨ªo, helador, arisco y precursor del invierno. Noviembre no hay por d¨®nde cogerlo, a pesar de la belleza de las hojas sobre las laderas de las monta?as. En la ciudad, las hojas muertas amenazan al paseante con una superficie hecha para el patinaje pero subvencionada por alguna empresa que viva de las piernas rotas y las pr¨®tesis de cadera. Pues noviembre, que ya estaba ocupado por la muerte de Franco y su compa?ero de habitaci¨®n, Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera, se nos llena de Fidel Castro. Uno ya no puede morirse ni tener muertos cercanos a los que recordar en noviembre.
Yo hasta ahora siempre he pensado, sin datos, que James Joyce escribi¨® Los muertos en noviembre, y que John Huston rod¨® la pel¨ªcula hom¨®nima en el mismo mes. Alg¨²n listillo habr¨¢ que me saque del error.
El caso es que me est¨¢n dejando mi relaci¨®n con los muertos muy complicada. Ni en el cine ni en la literatura ni en la vida diaria, en la que est¨¢ incluida la muerte diaria.
Y adem¨¢s vivo en un pa¨ªs en que los muertos se usan para dar garrotazos al vecino. Por razones que no vienen al caso ando estos d¨ªas predicando sobre la Guerra Civil. Y es bastante frecuente que en las reuniones con la prensa o sin ella salga alguien que pregunte por la licitud de las reclamaciones sobre enterramientos.
Mala Espa?a esta. ?C¨®mo se puede preguntar todav¨ªa si alguien tiene derecho a enterrar bien a quien fue mal enterrado? Y lo pregunta casi siempre gente que va a la iglesia.
Se comprender¨¢ que yo, al menos, tenga hecho un l¨ªo lo de mis muertos y los del pa¨ªs. ?Hay alguien que sepa recuperar con un cedazo las cenizas entre la arena, o entre las aguas del Mediterr¨¢neo? Igual de dif¨ªcil parece convencer a algunos de nuestros cat¨®licos de la necesidad de enterrar bien a los muertos.
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