Los 12 mexicanos m¨¢s pobres: el otro extremo de la lista de millonarios
Un libro retrata con 12 historias las condiciones de miseria en las que viven 11,5 millones en el pa¨ªs
Angelina pone a calentar agua y despu¨¦s se la bebe as¨ª, sin nada. Dice que es para aliviar el dolor que tiene en el est¨®mago, que no es otra cosa m¨¢s que hambre, porque esa agua ser¨¢ lo ¨²nico que se lleve a la boca algunos d¨ªas. Lourdes Angelina M¨¦ndez Ram¨ªrez es una ind¨ªgena mixteca y es una de las protagonistas del libro Los 12 mexicanos m¨¢s pobres. El lado B de la lista de millonarios, presentado la semana pasada en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (M¨¦xico).
Esta lista de pobres fue un proyecto para ponerle nombre, apellidos y rostro a la miseria, elaborado por el colectivo de periodistas Cuadernos Doble Raya, las ONG Ojos de perro y Oxfam, publicado por Planeta. ¡°Estas 12 personas representan arquet¨ªpicamente las condiciones y la situaci¨®n en la que viven muchas. En M¨¦xico hay 11,5 millones en situaci¨®n de pobreza extrema; as¨ª, cada uno de los protagonistas representa m¨¢s o menos un mill¨®n de mexicanos¡±, explica Roc¨ªo Stevens, directora de campa?as de Oxfam M¨¦xico.
Las cifras por s¨ª mismas son aplastantes: 55 millones de pobres ¡ªseg¨²n las mediciones oficiales mexicanas¡ª, casi el equivalente a la poblaci¨®n de toda la pen¨ªnsula ib¨¦rica, y m¨¢s de 11 de ellos en la miseria, m¨¢s que los habitantes de Portugal. Pero los n¨²meros son solo eso, mientras que Angelina es una persona real, que trabaja m¨¢s de seis horas diarias tejiendo sombreros de palma para ganar 15 pesos (70 c¨¦ntimos de euro). Tiene 47 a?os, vive en el Estado de Oaxaca con sus dos hijos peque?os. Algunos d¨ªas no comen y otros se alimentan solo de tortillas de ma¨ªz. Mide un metro con veinte, pesa 40 kilos y no habla espa?ol. En su lengua, le explic¨® a un traductor que ella misma cree que no sabe pensar bien, una consecuencia, seg¨²n la activista de Oxfam, de su deficiente alimentaci¨®n.
¡°Ser pobre implica mucho m¨¢s que la falta de ingresos; implica no tener ning¨²n control ni poder tomar ninguna decisi¨®n sobre tu propia vida. Y ese desempoderamiento se hereda a trav¨¦s de generaciones¡±, explica Stevens. Este libro, agrega, ha servido para abrir un debate sobre la desigualdad en M¨¦xico, donde el 1% m¨¢s rico de la poblaci¨®n concentra el 43% de los recursos.
Estas son el resto de las historias, con nombre y apellido, de los mexicanos m¨¢s pobres:
Juan Pablo Anacleto, 33 a?os
Vive en el municipio m¨¢s pobre del pa¨ªs, Cochoapa el Grande, en Guerrero, que seg¨²n la ONU tiene el ¨ªndice de desarrollo humano m¨¢s bajo de Latinoam¨¦rica, similar al de Liberia, en ?frica. Juan Pablo no habla espa?ol, solo mixteco, y tiene menos que nada: debe 9.000 d¨®lares. Trat¨® de emigrar a Estados Unidos pero lo deportaron en la frontera. De vuelta en territorio mexicano fue secuestrado, as¨ª que sus hermanos se endeudaron para rescatarlo. ¡°No hay trabajo aqu¨ª. Necesitamos salir para trabajar. Si no salimos, pues as¨ª estamos, y no hay d¨®nde obtener dinero. No se da la cosecha porque la tierra no es f¨¦rtil¡±, se lamenta. El 83% de la poblaci¨®n ind¨ªgena de esta comunidad vive en pobreza extrema, as¨ª que tratan de emigrar para enviar dinero a sus familias. Juan Pablo a¨²n guarda esperanzas de poder ir a trabajar a otro lado para darle a sus hijos una vida mejor.
Rosendo Mayahua Flores, 40 a?os
¡°Pues as¨ª nacieron¡±, le dijo el m¨¦dico sobre dos de sus hijos que tienen discapacidad. Es la ¨²nica explicaci¨®n que tiene a que la ni?a mida apenas 80 cent¨ªmetros a sus 12 a?os y el ni?o 60 cent¨ªmetros a los ocho. En Mixtla, Veracruz, donde vive este campesino, hay cuatro m¨¦dicos por cada 11.500 personas, y hace m¨¢s de una d¨¦cada que no se acercan a su casa. Una vez, un pol¨ªtico local le regal¨® dos sillas de ruedas, que resultaron totalmente in¨²tiles en medio de los caminos de tierra de las monta?as veracruzanas. Al ind¨ªgena Rosendo le gustar¨ªa tener un coche para llevar a sus hijos a la iglesia y pedirle a Dios que los cure. Es su ¨²ltima esperanza.
Marisol Rivero Huitr¨®n, 16 a?os
Marisol conf¨ªa en que la educaci¨®n es un medio para dejar de ser pobre, conseguir un trabajo, ganar dinero, darle a sus hijos lo que ella no ha tenido. Es de un peque?o poblado que es el m¨¢s lejano al bachillerato, a 10 horas a pie. Como sus padres no tienen coche para llevarla, ni hay transporte p¨²blico, se fue a vivir a la casa de una familia del pueblo, donde hace trabajo dom¨¦stico a cambio de un lugar donde dormir. Hay d¨ªas en los que solo come los tacos que alcanza a comprar con 10 pesos (50 c¨¦ntimos de euro). Sus padres tuvieron que vender tres chivos que ten¨ªan para poder pagarle el uniforme y los materiales escolares. Hasta Nocup¨¦taro, el pueblo de Marisol, llegaron en 2015 las llamadas ¡°autodefensas¡±, los grupos de civiles que se armaron para combatir a los narcotraficantes en Michoac¨¢n. Pero Marisol solo los vio alguna vez; a ella lo que le interesa es acabar el bachillerato y llegar a ser fisioterapeuta.
Juan Manuel D¨ªaz Salazar, 34 a?os
Como la mayor¨ªa de quienes viven en la pobreza en M¨¦xico, Juan Manuel naci¨® tambi¨¦n en la pobreza. No tuvo dulces en su infancia; confiesa que si encontraba una piruleta en el piso, la recog¨ªa para com¨¦rsela. Muchos d¨ªas tuvo que pedir dinero en las calles: ¡°Hab¨ªa veces que me acuerdo, en mi ni?ez, me pon¨ªa gotitas de agua en mis ojitos para que me vieran que andaba yo llorando y me dieran una monedita¡±. Juan Manuel hubiera querido que sus hijos no crecieran tambi¨¦n as¨ª, pero llevan zapatos que les han regalado los vecinos de Huimanguillo, Tabasco, porque ¨¦l y su mujer no tienen dinero para comprarles unos nuevos. El m¨¢s peque?o usa tambi¨¦n un uniforme dos tallas m¨¢s grandes que le prestaron en la escuela, y cuando corre por el patio, se cae, pero no porque le incomode la ropa grande: es debilidad por desnutrici¨®n.
Antonio L¨®pez Velasco, 78 a?os
Antonio es leyenda en su pueblo porque tuvo 29 hijos, el ¨²ltimo de ellos hace apenas cuatro a?os. Pero ocho murieron cuando a¨²n eran beb¨¦s, sin que la familia entendiera por qu¨¦. Murieron, como 40 de cada mil reci¨¦n nacidos en el municipio de San Juan Canc¨²c, una tasa de casi el doble que la del Estado, Chiapas, el m¨¢s pobre del pa¨ªs. Antonio ahora vive y mantiene a su familia con la ayuda social que recibe cada dos meses de 1,160 pesos, algo as¨ª como 53 euros. Calman el hambre tomando pozol, un fermentado de ma¨ªz, y cuando les va bien, comen algo de pollo. Antonio es pobre, como siete de cada diez ind¨ªgenas en M¨¦xico.
Isidra P¨¦rez Mart¨ªnez, 35 a?os
La familia de Isidra lleg¨® hace a?os a vivir a Calakmul, un municipio con una pir¨¢mide maya y una reserva de la bi¨®sfera, que todav¨ªa no estaba bien delimitado entre la parte perteneciente al Estado de Campeche y su vecino Quintana Roo. Hab¨ªa un hombre que le ped¨ªa dinero a las familias a cambio de darles los documentos oficiales para ser due?os de las tierras en las que viv¨ªan, pero era una estafa. Como el t¨ªo de Isidra lo descubri¨®, un d¨ªa fue asesinado, seg¨²n ella, por dos hijos de aquel hombre, de apenas 16 y 18 a?os. A pesar de la desgracia, Isidra se qued¨® ah¨ª y dice que vive feliz porque ya es due?a de su terreno. Tiene siete hijos, que empez¨® a parir cuando todav¨ªa era una adolescente, y que tambi¨¦n ayudan a trabajar limpiando el ma¨ªz y el chile que siembran para sobrevivir. ¡°Nosotros vamos viviendo con el trabajo y el esfuerzo que hacemos nosotros. Si va bien el tiempo y cae el agua, sale la cosecha y esa cosecha se vende. Pero ahorita lamentablemente ya son dos a?os que estamos viendo que no ha llovido y no ha salido la cosecha¡±, explica. ¡°Mantener siete de familia, siete ni?os, no es f¨¢cil. Es con puro esfuerzo¡±.
Agustina Joaqu¨ªn Toribio, 55 a?os
Aunque en el campo la pobreza es 20 puntos porcentuales m¨¢s alta que en las ciudades, en estas es donde contrasta la mayor desigualdad. Agustina vive en uno de los pocos rincones semirurales que hay en la Ciudad de M¨¦xico. En su casa, de materiales precarios, la niebla y el fr¨ªo se meten hasta alcanzarla a ella y a los nietos a los que cuida, sin que tenga m¨¢s opci¨®n que echarse encima una cobija tras otra para tratar de mantener el calor en el cuerpo. Cuando era m¨¢s joven, Agustina trabajaba haciendo la limpieza en casas de la ciudad. Ah¨ª supo qu¨¦ tan pobre era. ¡°No tenemos lo que la gente rica tiene, no comemos lo que la gente rica come, con su guisado, con su ensalada, su postre... nosotros no lo hacemos. ?Por qu¨¦? Porque no nos alcanza el dinero¡±.
Claudia Catz¨ªn Ake, 66 a?os
Tuvo ocho hijos, todos por parto natural, sin parteras ni atenci¨®n hospitalaria, solo con ayuda de su marido. Es una mujer fuerte, asegura que casi nunca se enferma y cuando lo hace, tampoco va al doctor porque est¨¢ muy lejos. As¨ª fue cuando le pic¨® el mosco del chikungunya. Permaneci¨® tres d¨ªas en cama, encorvada, soportando el dolor de huesos y la fiebre de m¨¢s de 39 grados, solo tom¨® dos paracetamoles y esper¨®, hasta curarse sola. Sus alimentos diarios, enumera, son frijoles (jud¨ªas), tortillas, calabaza y atole, una bebida de harina de ma¨ªz con leche o agua. Pero cuando los huracanes golpean la pen¨ªnsula de Yucat¨¢n, se pierden las cosechas y el alimento escasea. Los cenotes, pozos de agua dulce que emergen de r¨ªos subterr¨¢neos y que son deleite para los turistas en la zona, son el ¨²nico medio de donde obtienen agua. Claudia, de etnia maya, es costurera, borda servilletas que vende en 50 pesos (2,50 euros) y cobra una pensi¨®n del Gobierno de 1,160 pesos al mes, que equivale a casi un d¨®lar para vivir cada d¨ªa.
Crisanto Hern¨¢ndez de la Cruz, 53 a?os
Crisanto sue?a con construir una casa de cemento en lugar de la de madera y piedra en la que vive con su esposa y el m¨¢s joven de sus hijos. El muchacho, de 19 a?os, ya est¨¢ pensando en irse del pueblo para buscar trabajo en las grandes ciudades del pa¨ªs, como hicieron sus hermanos. A Crisanto le da tristeza tener a sus hijos lejos. Pero sabe que ah¨ª no hay m¨¢s que sembrar frijol, ma¨ªz y chile, y que est¨¢n expuestos a que si hay mal tiempo se pierda la cosecha. ¡°A veces me pongo triste y como que me da coraje. Si yo no me he portado mal, ?por qu¨¦ el viento me trat¨® as¨ª?¡±, se pregunta. La mayor¨ªa de los habitantes del municipio vive de lo que siembra, y el 58% sufre carencia alimentaria.
Esperanza Bola?os, 52 a?os
Se qued¨® viuda cuando el menor de sus seis hijos ten¨ªa apenas un a?o y la mayor, 15. Como pudo, Esperanza los sac¨® adelante, hasta que los tres hombres, uno por uno, decidieron migrar a Estados Unidos. ¡°El mayor ya lleva 11 a?os all¨¢. No lo he visto este tiempo, ya me sent¨ªa mal, me enferm¨¦. Pero ya despu¨¦s me anim¨¦, por mis hijos, porque es por su bien, porque aqu¨ª no se iba a hacer nada¡±. Solo uno de ellos regres¨® a tratar de poner un negocio de hosteler¨ªa en el pueblo. Sin embargo, recuerda con nostalgia que mientras en M¨¦xico gana 60 pesos en un d¨ªa (3 euros), en Estados Unidos cobraba 80 d¨®lares por jornada.
Mar¨ªa Hern¨¢ndez, 55 a?os, y Ramiro Rivas Cova, 62 a?os
Las historias de mexicanos que sufren la pobreza van m¨¢s all¨¢ de las fronteras del pa¨ªs. Los autores del libro decidieron agregar el caso de Los ?ngeles, California, la ciudad estadounidense donde viven m¨¢s migrantes mexicanos. Mar¨ªa es una de ellas. ¡°Emigr¨¦ a Estados Unidos por la pobreza. Nuestra casita era una casita de cart¨®n. Vine buscando el sue?o americano, pero cuando uno llega aqu¨ª, uno se enfrenta a la realidad...¡±, dice con l¨¢grimas en los ojos. Cada d¨ªa, para llegar a trabajar, invierte tres horas y 10 d¨®lares de los 36 que gana por limpiar un gimnasio. El salario no le alcanza para alquilar una habitaci¨®n completa, as¨ª que paga 150 d¨®lares por dormir en el sof¨¢ de un piso.
Ella al menos tiene eso. Ramiro, otro migrante, se ha convertido en uno de los 12.000 sin techo en las calles de Los ?ngeles. Comparte una tienda de campa?a con un amigo, el ¨²nico adem¨¢s de ¨¦l que recuerda que en su juventud fue boxeador. ¡°C¨®mo me gustar¨ªa seguir trabajando, pero desgraciadamente, mi cuerpo ya no me lo aguanta (...) Ya Estados Unidos ya no sirve, ya no. Yo digo: en esta vida que estoy viviendo, ya no es vida para m¨ª¡±.
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