Teor¨ªa y pr¨¢ctica de saber y no saber
A los periodistas se nos exige comprobar; hay mucho en juego en un nombre propio
Hace muchos a?os de esto. Estaban hablando en la radio sobre la concesi¨®n de emisoras que hab¨ªa hecho el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez. En la tertulia hab¨ªa un periodista impetuoso que al escuchar el nombre de uno de los agraciados ¡ªEnrique Curiel¡ª explot¨®. Con esa sabidur¨ªa impl¨ªcita que exhibimos con tanto af¨¢n como petulancia todos los periodistas, ese compa?ero disfrut¨® del nombre como si ¨¦l lo hubiera inventado. Curiel hab¨ªa sido un comunista tranquilo que se fue de la izquierda de Carrillo a la de Gonz¨¢lez. Claro, ah¨ª estaba la explicaci¨®n.
Nuestro compa?ero de afanes vio en ese semic¨ªrculo no virtuoso del pol¨ªtico que se baja de un carro perdedor la explicaci¨®n de por qu¨¦ el tal Enrique Curiel recib¨ªa esa prebenda, ?una emisora de radio en Galicia! Y traz¨® la l¨ªnea de las corruptelas de la pol¨ªtica, que no necesitan otra verificaci¨®n que las que a uno, en la prensa, en la radio y en la televisi¨®n y en las redes, le d¨¦ la gana.
Ahora dir¨¦ qu¨¦ pas¨®. Aunque antes d¨¦jenme que les explique otro caso, que no fue famoso, en otra tertulia. Un abogado que hab¨ªa transitado de la izquierda republicana a la inclasificable vio en la portada de un diario un nombre propio ¡ªPilar Navarro¡ª y se lanz¨® a la yugular. El tertuliano que representaba all¨ª el buen nombre de la abogac¨ªa abog¨® como pudo para poner en evidencia a esa se?ora, que parec¨ªa implicada en alg¨²n negocio corrupto, o eso dec¨ªan all¨ª sin m¨¢s datos que la intuici¨®n. Por esa pendiente le reproch¨® a esa mujer lo que no est¨¢ escrito, implicando en el relato a su marido, un gran pintor. Claro, dijo el abogado, aplicando el m¨¦todo tertulia ¡ªque es el m¨¦todo deductivo¡ª, con lo que viene en esa noticia no es raro que vivan tan holgadamente.
En el primer caso, Curiel result¨® ser otro Curiel: un empresario de comunicaci¨®n gallego que no ten¨ªa nada que ver con el Curiel comunista. Pero nuestro compa?ero de tertulias y otras andanzas aprovech¨® que el Pisuerga es navegable para reiterar lo que ¨¦l hab¨ªa dicho del Curiel con el que ¨¦l se hab¨ªa confundido. El segundo caso fue tambi¨¦n un error de personalidad: Pilar Navarro era otra Pilar Navarro. Pero el abogado ilustre no tuvo recursos, o arrestos, para desmentir su error, as¨ª que manch¨® el nombre de la otra Pilar Navarro que muri¨® a?os despu¨¦s en medio de la consternaci¨®n de amigos que la quisimos, y admiramos, mucho.
A los periodistas se nos exige comprobar; hay mucho en juego en un nombre propio. Es lo m¨¢s sagrado, porque es la cara del alma. Si uno no est¨¢ seguro de lo que hay detr¨¢s (?qu¨¦ hay en un nombre?) no lo debe decir; eso lo sabemos desde que el periodismo no ten¨ªa dientes. Pero miren ahora: sale un nombre propio y saltamos a deg¨¹ello, aunque no sepamos nada y aunque la noticia sea de otro y por tanto no comprobada por nosotros mismos. No nos importa no saber. Lo que nos importa es decir que sabemos, aunque no tengamos a mano la informaci¨®n con la que nos hacemos sangre haciendo sangre.
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