Los demonios del infierno verde I
En la cuenca del Amazonas se esconden seres terribles
Bajo este bonito t¨ªtulo, que recuerda el nombre de alguna pel¨ªcula de serie B (Holocausto can¨ªbal, por ejemplo), se esconden algunos de los seres m¨¢s diab¨®licos de la naturaleza. Adem¨¢s de las ara?as y serpientes venenosas que ya conocemos, en la impenetrable espesura de las selvas tropicales de Sudam¨¦rica moran anguilas ciegas que serpentean en el fango mientras lanzan descargas de 650 voltios, gusanos arbor¨ªcolas que esperan a que pases a su lado para pegarse a tu piel y chuparte la sangre, devastadores ej¨¦rcitos de hormigas, monstruosos ciempi¨¦s ansiosos por hincarte sus pinzas venenosas o par¨¢sitos capaces de hacer cosas inimaginables con tus menudillos. Por no hablar de las ranas de colorines.
Una pesadilla con 46 patas
Que una criatura grande y llena de patas se descuelgue del techo para clavarte sus u?as ponzo?osas merecer¨ªa estar en el top ten de cualquier ranking de pesadillas. Para que durm¨¢is bien, os dir¨¦ que tal ser existe: el ciempi¨¦s gigante del Amazonas o escolopendra de patas amarillas (Scolopendra gigantea), un miri¨¢podo de las tierras bajas de Sudam¨¦rica y las Antillas. Se trata de un voraz carn¨ªvoro que se alimenta de lagartijas, ranas, aves, ratones, tar¨¢ntulas y murci¨¦lagos a los que matan con dos grandes colmillos venenosos o forc¨ªpulas situados en su cabeza. En la cueva del Guano, en la pen¨ªnsula venezolana de Paraguan¨¢, trepan hasta el techo para capturar murci¨¦lagos al vuelo: los pican en el cuello, los inmovilizan con su veneno neurot¨®xico y los destripan para cebarse con sus fluidos internos y sus menudillos. Son extremadamente irascibles y agresivos, y no dudan en amenazar e incluso atacar si se sienten molestados. Son grandes: m¨¢s de 30 cent¨ªmetros.
Monstruosas anacondas
La mayor serpiente conocida, la anaconda verde (Eunectes murinus), puede crecer hasta los siete metros y medio de largo. No es tan larga como su pariente la pit¨®n reticulada, pero es m¨¢s gruesa y pesa el doble, hasta 230 kilos, aunque hay quien dice haber visto ejemplares mucho m¨¢s grandes. ?Cu¨¢nto puede llegar a medir una anaconda? Qui¨¦n sabe. Los relatos sobre fabulosas serpientes gigantes abundan en la mitolog¨ªa y en la literatura de viajes y aventuras. Y como en el chiste (es picante, no lo puedo contar aqu¨ª), todo depende de lo que midan en realidad los famosos veinte cent¨ªmetros. En 1907, la Real Sociedad Geogr¨¢fica de Londres envi¨® a la selva amaz¨®nica al coronel Percy Harrison Fawcett, el explorador ingl¨¦s que sirvi¨® de modelo para Indiana Jones e inspir¨® El mundo perdido de Conan Doyle. Seg¨²n cuenta en sus diarios, recogidos en el libro A trav¨¦s de la selva amaz¨®nica, Fawcett escuch¨® nada m¨¢s llegar relatos sobre anacondas que superaban los quince metros. ?l mismo vio, siempre seg¨²n esta versi¨®n, una que med¨ªa al menos veinte. Fawcett desapareci¨® en 1925 en el Mato Grosso brasile?o cuando buscaba a legendaria ciudad de Z, seg¨²n ¨¦l construida en oro por los Atlantes y custodiada por gigantescas serpientes, as¨ª que vete t¨² a saber. En 1954, una patrulla del ej¨¦rcito brasile?o declar¨® haber dado muerte a una anaconda de m¨¢s de cuarenta metros en la frontera con la Guayana francesa, pero a los soldados brasile?os parece que no se les daban muy bien las matem¨¢ticas. Y con la bicha de cuarenta metros se han hecho ya varios largometrajes: una de las ¨²ltimas pel¨ªculas se titula Pira?aconda.
Frenes¨ª de sangre y dientes
En el cine de serie B, las pira?as (Pygocentrus nattereri) dan casi tanto juego como las anacondas. Su leyenda negra las precede: los peces m¨¢s famosos y temidos de la cuenca amaz¨®nica enloquecen con la hemoglobina y, como siempre van en pandilla, te pueden dejar en los huesos en un santiam¨¦n. Su boca, armada de dientes triangulares, corta la carne como un cuchillo el¨¦ctrico. Son feroces, son sanguinarias, son crueles. Pueden convertir una vaca en un remolino de sangre y devolver, minutos despu¨¦s, su esqueleto mondo y lirondo. En The Piranha Book (1972), el eminente icti¨®logo George S. Myers (1905¨C1985), de la Universidad de Standford (Estados Unidos), escribe: "Se trata de un pez que no tiene miedo a nada, y que ataca como un rayo a un animal, cualquiera que sea su tama?o. Nunca lo hace aisladamente, sino en grupos de centenares o de miles de ejemplares. Y cuando huele sangre se torna un demonio rabioso". Jolines.
No todos est¨¢n de acuerdo. A ra¨ªz de la noticia, exagerada en muchos medios, del ataque de un banco de palometas (una variedad de pira?as) a unos ba?istas en el r¨ªo Paran¨¢, el peri¨®dico The New York Times publicaba un art¨ªculo titulado Shocking Truth About Piranhas Revealed! (La sorprendente verdad sobre las pira?as, ?al fin revelada!), donde el et¨®logo estadounidense Richard Conniff rompe algunos clich¨¦s. Para probar si era cierta o no la mala fama sobre este voraz pececito, Conniff se meti¨® en un tanque del acuario de Dallas (Texas) lleno de hambrientas pira?as de vientre rojo: todas huyeron hasta el otro extremo de la pecera. Seg¨²n Conniff, el famoso frenes¨ª de sangre y dientes que las ha hecho famosas solo ocurre en circunstancias excepcionales: junto a los muelles donde los pescadores limpian sus capturas, por ejemplo; o cerca de mataderos donde se arrojan despojos de los animales al r¨ªo.
El infame y goloso candir¨²
A m¨ª me da m¨¢s miedo el candir¨² (Vandellia cirrhosa), un diminuto pececillo de los r¨ªos sudamericanos, no m¨¢s grueso que la mina de un l¨¢piz. Atra¨ªdo por la orina, tiene la fea costumbre de meterse por la uretra de los ba?istas. Lo malo es que tambi¨¦n tiene espinas er¨¦ctiles que luego impiden sacarlo. Duele mucho, y para extraerlo hay que cortar. Las malas lenguas dicen que tambi¨¦n son capaces de remontar el chorrillo, como los salmones. Por si acaso, no hag¨¢is pis en el Amazonas.
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