El Par¨ªs de Mauro
TE PERD? de vista, Mauro, o nos perdimos, solo porque se entrometi¨® el tiempo. ?Recuerdas aquel viaje que nos ense?¨® tantas cosas de la vida, pero en formato concentrado e inici¨¢tico? Hace ya muchos a?os de aquello. Era septiembre de 1977. Destino: Par¨ªs. Edades: 19 a?os. Esp¨ªritus: libres. Dinero: escaso. Hab¨ªamos trabajado en Correos los meses de aquel verano y ten¨ªamos algunos ahorros para gastar lejos. Nuestro mito era Par¨ªs, de la que habl¨¢bamos como de Xanad¨². Recuerdo que busc¨¢bamos algo que pudiera parecerse a la aventura, a ir a lo desconocido. Viajamos sin rumbo en autoestop. Pero a dos j¨®venes desgre?ados con mochilas como casas no les cog¨ªa ni Dios, as¨ª que, despu¨¦s de estar horas tirados en una carretera francesa, nos subimos a un tren cargado de gente vocinglera y roja que iba a la fiesta de L¡¯Humanit¨¦ en Par¨ªs. Llev¨¢bamos en la cabeza Rayuela, de Cort¨¢zar, y las ganas de comernos la ciudad a besos de chicas parisienses. Pero, claro, eso no pas¨®. Nuestras posibilidades eran remotas: un hotel modesto, una baguette para mojar en un caf¨¦ con leche y un par de bocadillos con dos cervezas al d¨ªa; el resto, para tabaco, libros y affaires imprevistos. Y Par¨ªs siempre nos regalaba imprevistos affaires. No te los voy a recordar todos, pero de pronto nos convertimos en una nouvelle vague personal. Viv¨ªamos en la inconsciencia de sabernos libres, mecidos por la mitolog¨ªa de las canciones y del cine franceses. Recorr¨ªamos la ciudad con los ojos muy abiertos. Entr¨¢bamos en los museos con insolencia. A veces, muy serios, nos hac¨ªamos pasar por rusos.
Hab¨ªamos trabajado en Correos los meses de aquel verano y ten¨ªamos algunos ahorros para gastar lejos. Nuestro mito era Par¨ªs.
No hubo presencia femenina hasta 10 d¨ªas despu¨¦s de llegar a Par¨ªs, cuando, atolondrado como un personaje de Godard, dijiste aquello de ¡°el caso es que tengo una novia en Par¨ªs¡±. No te mat¨¦ de milagro. La chica en cuesti¨®n nos cit¨® en la Sorbona y luego nos llev¨® a su casa. Con su mam¨¢. ?Recuerdas a su mam¨¢? Yo s¨ª. Hoy te dir¨ªa que era m¨¢s memorable que la hija. Fueron d¨ªas felices y excitantes aquellos en que ambas nos tuvieron all¨ª retenidos y alimentados una semana y media. ?Recuerdas c¨®mo cambi¨® todo cuando regres¨® el padre de su viaje de negocios? El ambiente se hizo m¨¢s fr¨ªo y volvi¨® a escasear la comida. Quer¨ªan que te quedaras con la hija, que fueras su novio oficial. Tuvimos que urdir un plan de choque. Huimos de aquella casa a escondidas en la noche y nos metimos en un autocar eterno que paraba en cada pueblo franc¨¦s. Todo esto permanece muy vivo en mi memoria. Qu¨¦ unidos est¨¢bamos entonces, c¨®mo nos re¨ªamos de todo y por todo mientras dise?¨¢bamos futuros promisorios que en realidad no nos importaban. Te quer¨ªa, amigo. Pero en seguida la vida se llen¨® de tiempo y nos separ¨®. Quer¨ªa decirte hoy que he cumplido a medias los sue?os que urdimos juntos aquel septiembre de 1977, que persever¨¦ para ello. Ojal¨¢ que a ti te haya ocurrido lo mismo y que nunca perdieras aquel talento tuyo para la felicidad que me contagiaste.
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