Khalil Rafati, de yonqui a rey de los zumos
NO ME alimentaba bien. Ni siquiera s¨¦ si me alimentaba. En aquel miserable invierno de 2011, no siempre pod¨ªa estar seguro. A diferencia de mis nuevos vecinos californianos, con sus cuerpos incre¨ªblemente esbeltos y tonificados, en la playa en la que hab¨ªa alquilado un peque?o apartamento para huir del fr¨ªo de Montana, no me dedicaba a contar calor¨ªas, carbohidratos ni gramos de prote¨ªnas. No contaba m¨¢s que kilos, que, en definitiva, eran lo que me importaba. Y ya incluso hab¨ªa dejado de contarlos. Una mezcla de obsesi¨®n con el trabajo y la pena por la reciente muerte de mi madre me hab¨ªa sumido en una espiral de abandono en la que oscilaba entre pegarme grandes atracones y pasar hambre. No estaba comport¨¢ndome como un aut¨¦ntico californiano, y mis ojos, tan amarillos como los papelillos de Post-it, eran la prueba
Un d¨ªa, en este estado de depresi¨®n y trastorno bipolar nutricional, entr¨¦ en un bar de zumos, SunLife Organics. Mi objetivo era beber algo, lo que fuera, que tuviera maca, un supuesto superalimento que recomendaban los profesores de yoga y surfistas profesionales a los que a veces o¨ªa hablar sobre la salud. Cuando me mud¨¦ a California, no me importaban mucho aquellos tipos de cuerpos esculturales, pero la belleza f¨ªsica es muy convincente y la tristeza se cansa muy pronto de s¨ª misma. Esper¨¦ en una larga cola compuesta por la gente con m¨¢s glamour que hab¨ªa visto jam¨¢s. La decoraci¨®n era previsible: cristales por todas partes. Sobre los estantes y en el suelo hab¨ªa repartidas varias geodas enormes, abiertas por la mitad, con sus corazones relucientes en tonos ¨¢mbar y morados. Tambi¨¦n resplandec¨ªan las bebidas embotelladas que estaban expuestas en una nevera junto a la puerta. Cog¨ª una, un bebedizo naranja hecho de c¨²rcuma, miel cruda, zumo de lim¨®n, jengibre, pimienta negra, pimienta de cayena y agua alcalina. Me sent¨¦ en una mesa a beber la poci¨®n, llamada Elixir de Vida. Enfrente, una pantalla mostraba v¨ªdeos de surf.
Ese d¨ªa me hice habitual de SunLife y, sin darme cuenta, me un¨ª a la ¨²nica secta de la que he sido miembro en mi vida. Aquel lugar irradiaba algo euf¨®rico. Los j¨®venes que trabajaban en la barra, en su mayor¨ªa poco m¨¢s que adolescentes, eran los seres humanos m¨¢s atractivos que hab¨ªa visto fuera de un anuncio de ropa interior de lujo. Mientras cortaban frutas y verduras y elaboraban batidos bajo un gran cartel que dec¨ªa ¡°Ama, cura e inspira¡±. Parec¨ªa que iban a ponerse a cantar. Una ma?ana, mientras beb¨ªa mi Elixir, se me acerc¨® un hombre delgado y compacto, de cabello corto y oscuro. Ten¨ªa una mirada fija e inquietante, como la de un psicoterapeuta, y de su cuello colgaba una cruz de oro cubierta de una estrella de David. Eso despert¨® mis sospechas; pens¨¦ que quiz¨¢ era un gur¨² de las estrellas. Le hab¨ªa visto a veces hablando con dos de los clientes m¨¢s conocidos de SunLife Organics: Anthony Kiedis, el cantante de Red Hot Chili Peppers, y el actor de Expediente X David Duchovny. Tambi¨¦n parec¨ªa ser ¨ªntimo amigo de un viejo monje budista, vestido con t¨²nica anaranjada, que acud¨ªa a comer cuencos de a?ai (fruto de una palmera t¨ªpica de Brasil) con pl¨¢tano.
¡°Esa bebida me salv¨® la vida¡±, dijo. Entonces se present¨®: se llamaba Khalil, y era uno de los due?os del local. Le contest¨¦ que estaba encantado de conocerle y que su establecimiento era el mejor bar de zumos que conoc¨ªa. Respondi¨®: ¡°Ya lo s¨¦¡±. Quiz¨¢ se limit¨® a asentir. Lo ¨²nico que recuerdo es que ten¨ªa un aplomo sorprendente. Eso, y c¨®mo miraba a los ojos mientras describ¨ªa c¨®mo esa bebida le salv¨® la vida.
Khalil Rafati tiene 46 a?os, pero deber¨ªa estar muerto. En 2001, durante una fiesta en Malib¨², Rafati, que llevaba a?os traficando con drogas, se administr¨® una sobredosis de hero¨ªna. Los servicios de emergencia consiguieron reanimarlo. Un a?o despu¨¦s estuvo a punto de morir cuando unos intrusos le dispararon en un cuarto de ba?o en el que se hab¨ªa encerrado para pincharse. Demacrado y cubierto de abscesos, vagaba por los peores barrios de Los ?ngeles hasta que termin¨® en la c¨¢rcel. Si sobrevivi¨® fue gracias al consejo que le dio otro preso: fingir que ten¨ªa intenci¨®n de suicidarse para que lo instalaran en el ala psiqui¨¢trica, que era menos violenta. Rafati cuenta todo esto en I Forgot to Die (me olvid¨¦ de morir), unas memorias editadas por ¨¦l mismo que est¨¢n a la venta en Internet y en sus locales, unos seis bares repartidos por Los ?ngeles.
Su batido m¨¢s famoso es el wolverine, una bebida de d¨¢til y pl¨¢tano que contiene tambi¨¦n polen de abeja, jalea y maca.
El libro empieza en Toledo (Ohio), ciudad en la que naci¨® en 1969. Hijo de una madre jud¨ªa polaca y un padre musulm¨¢n de origen palestino, su ni?ez fue muy s¨®rdida, marcada por los abusos sexuales. Tambi¨¦n tuvo problemas con la ley. Siempre quiso salir de all¨ª. Lo logr¨® en 1992, cuando se larg¨® en coche al sur de California. El primer a?o de Rafati en el Oeste americano fue digno de un relato de Horatio Alger: la historia de alguien humilde que con mucho esfuerzo asciende r¨¢pidamente. Rafati abri¨® un negocio de limpieza de veh¨ªcu?los deportivos y pronto comenz¨® a trabajar para Elizabeth Taylor. Despu¨¦s siguieron otros clientes famosos, como Slash, el guitarrista de Guns N¡¯Roses, y el actor Jeff Bridges. Por desgracia, no se conform¨® con hacer trabajitos para las estrellas. Invert¨ªa su dinero en compras al por mayor de marihuana, que luego vend¨ªa en peque?as cantidades con jugosos beneficios. A finales de los noventa, comerciaba con ¨¦xtasis en las fiestas raves y contrabandeaba con ketamina, un anest¨¦sico quir¨²rgico.
Una noche, durante una fiesta, prob¨® la hero¨ªna y descubri¨®, seg¨²n cuenta, que le proporcionaba lo que siempre hab¨ªa querido: ¡°Una infancia¡±. Tras innumerables intentos de dejarlo, Rafati hizo un ¨²ltimo esfuerzo para rehabilitarse el 18 de junio de 2003. ¡°Hab¨ªa tocado el fondo m¨¢s absoluto¡±, dice. ¡°Ya no pod¨ªa caer m¨¢s bajo, no pod¨ªa seguir cavando; todas mis palas estaban rotas. Se acab¨®¡±. Decidi¨® tomarse su recuperaci¨®n tan en serio como se hab¨ªa tomado las drogas. En 2007 fund¨® una residencia y centro de rehabilitaci¨®n en Malib¨², Riviera Recovery. All¨ª cre¨® un smoothie, que acabar¨ªa por convertirse en el batido m¨¢s famoso de SunLife, el Wolverine, una bebida de d¨¢til y pl¨¢tano que conten¨ªa tambi¨¦n maca, polen de abeja y jalea real. ¡°El prop¨®sito era rejuvenecer y fortalecer a los pacientes¡±, dice. ¡°Darles la fuerza que tanto necesitaban. En los primeros tiempos de sobriedad, el letargo es brutal, sobre todo en los que salen de un largo periodo de drogas duras¡±.
Entre sus clientes habituales est¨¢n anthony kiedis, cantante de red hot chili peppers, y el actor david duchovny.
Con sus energ¨ªas centradas en el mundo de la nutrici¨®n, Rafati dio alas a su esp¨ªritu emprendedor. Aunque tambi¨¦n le ayudaron los libros y discos de autoayuda de Tony Robbins. Entonces empez¨® a so?ar en un ¡°lugar en el que todos conocieran tu nombre, como en la vieja serie de televisi¨®n Cheers¡±. Como las drogas lo dejaron sin cr¨¦dito, su inversi¨®n inicial para montar el bar fueron unas monedas de oro que le quedaban y que ten¨ªan un valor de 50.000 d¨®lares. Tambi¨¦n consigui¨® un patrocinador gracias a su novia y socia, Hayley Gorcey.
Cache Coelho, el encargado del local de SunLife en Malib¨², tiene 26 a?os y es el empleado m¨¢s antiguo. Como muchos de los j¨®venes a los que contrata Rafati, no atravesaba su mejor momento cuando lleg¨®. ¡°Mi madre muri¨® de una sobredosis cuando yo ten¨ªa 17 a?os¡±, explica. ¡°Entonces empec¨¦ a consumir coca¨ªna. Mis notas cayeron en picado y perd¨ª una beca que me hab¨ªan dado para la Universidad de Arkansas¡±. Un d¨ªa, despu¨¦s de haber mezclado Xanax y metadona, Coelho entr¨® en coma. Nadie contaba con que se despertara. Cuando por fin lo hizo, su hermana lo sac¨® de su pueblo y se lo trajo a California. Sin dinero para un tratamiento profesional, se desintoxic¨® despu¨¦s de permanecer en una ba?era de hidromasaje durante una semana. Conoci¨® a Rafati al segundo d¨ªa de estar en la Costa Oeste. ¡°Desde el primer momento vi que intentaba mejorar mi vida¡±, dice Coelho de su jefe.
Durante mis a?os como cliente de SunLife, he visto en persona que los bares de Rafati sirven de lugares de reuni¨®n para quienes est¨¢n rehabilit¨¢ndose despu¨¦s de haber consumido drogas y alcohol. SunLife no es solo un local de buena nutrici¨®n; es un refugio para unos esp¨ªritus verdaderamente sedientos. Y eso es lo que Rafati, con sus ecl¨¦cticos or¨ªgenes religiosos ¨Cen parte jud¨ªo, en parte musulm¨¢n, en parte cristiano¨C, desea m¨¢s que nada. Una ma?ana, mientras me tomaba mi Elixir de Vida diario, le pregunt¨¦: ¡°Si tuvieras que marcar una casilla para indicar qu¨¦ religi¨®n tienes, ?qu¨¦ pondr¨ªas?¡±. Pens¨® un momento y dijo:
¡°S¨ª¡±. Sin m¨¢s: ¡°S¨ª¡±.
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