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Cada vez m¨¢s marcas emprenden la tarea de educar a los ciudadanos en lugar de sacarlos de compras
Desde hace un tiempo en Navidad se producen dos timbrazos en la puerta.
Uno es del Rey de Espa?a, que nos cuenta c¨®mo ve el panorama y despu¨¦s pide algo de todos, solidaridad, generosidad y valores tremendos; si un d¨ªa lo sustituyen por un testigo de Jehov¨¢ no nos dar¨ªamos cuenta de nada. En eso la Monarqu¨ªa ha tenido grandes aciertos estrat¨¦gicos. El primero fue salir a hablar en la hora del a?o en la que m¨¢s espa?oles est¨¢n bebidos; el segundo ocurri¨® en 1976, cuando Juan Carlos I dio su primer mensaje navide?o rodeado de su familia y llenando al dictador muerto de virtudes humanas y patri¨®ticas hasta que su hijo solt¨® una tos llena de moco que aceler¨® el derrumbamiento del r¨¦gimen, ahora ya no se sabe cu¨¢l.
Hay otro timbrazo m¨¢s sutil que est¨¢ cogiendo mucho vuelo en los ¨²ltimos tiempos. Se trata del mensaje de Navidad de Campofr¨ªo, que aspira a marcar la pauta generacional del pa¨ªs con estrafalarias ¨®rdenes morales. En qu¨¦ momento se pas¨® de vender un producto al adoctrinamiento filos¨®fico nadie lo sabe, pero Campofr¨ªo no es la ¨²nica; cada vez m¨¢s marcas emprenden la tarea de educar a los ciudadanos en lugar de sacarlos de compras. ¡°Proponemos una reflexi¨®n colectiva que sirva tambi¨¦n como una cr¨®nica social de lo que ha dado de s¨ª el a?o¡±, ha dicho el director de Marketing Humano.
Al acabar el anuncio no se sabe muy bien a qu¨¦ a?o se refiere, pero sobran certezas. La primera es que referirse a la Guerra Civil no reabre heridas si el discurso se atiene al oficial, el de la reconciliaci¨®n clausurada; esa ¡°cr¨®nica social¡± lo es a todos los efectos: social. Casi como el Baile de la Rosa. El pasado s¨®lo se puede tocar si es para comprobar la llave, o sea pretender leer la correspondencia de un muerto s¨®lo si lo que dice el muerto no tiene efecto. De esta forma sobre el pasado puede haber una visi¨®n m¨¢s o menos un¨¢nime, pero nunca lo suficiente como para dar ¨®rdenes que hagan justicia en el presente.
Por eso estos anuncios navide?os, tambi¨¦n los de la Monarqu¨ªa, suelen ser ejercicios de buena voluntad a niveles concretos, sin arriesgarse mucho. En este ¨²ltimo de Campofr¨ªo yo ech¨¦ en falta reconciliaciones de m¨¢s calado con el mismo tono absolutorio que la de la dictadura, no porque lo comparta sino lo contrario, pero es cierto que en la omisi¨®n siempre est¨¢ el pecado, la penitencia y el mensaje: somos todos hijos del entendimiento cuando se sepa qui¨¦nes van ganando.
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