¡°La mujer guineana est¨¢ sometida por la iglesia y por la cultura bant¨²¡±
La escritora Trifonia Melibea echa en falta en su pa¨ªs una ruptura con lo que fueron en el pasado
"Hola, mujer", empieza desde Malabo, grabando un audio en WhatsApp. Se la escucha moverse y trastear desde un sitio m¨¢s recogido a un espacio abierto, donde tambi¨¦n se perciben voces de gente y hasta se intuyen hierba y cielos inabarcables, quiz¨¢s pre?ados de nubes de lluvia. "Te iba a comentar un poco la historia de Guinea, la que tiene que ver con los fang", advierte. Y arranca un racimo de varios audios seguidos, donde escoge palabras cuidadosamente y que parten ora de Malabo ora de Madrid durante semanas, acompa?ando su peregrinar entre Espa?a y Guinea Ecuatorial.
Habla Trifonia Melibea Obono Ntutumu Obono (Afaetom, Guinea Ecuatorial, 1982), una novelista arriesgada, de verbo desbordado y cautivador, autora de dos obras publicadas en espa?ol en las que denuncia la opresi¨®n heteropatriarcal de las mujeres fang. Se est¨¢ convirtiendo en una aut¨¦ntica revelaci¨®n en el ¨¢mbito literario hispano, refrendada por el cari?o con que la glosan plumas como la de Alfonso Armada. Relativamente en paz en su pa¨ªs, donde a veces se nota incomprendida y la tachan de loca por desmontar tradiciones perniciosas o defender a los homosexuales, vive a caballo de dos mundos. Y en ambos parece ejercer de ex¨®tica excepci¨®n.
¡°La mujer guineana est¨¢ sometida por la iglesia y la cultura bant¨²¡±, precisa Melibea, intercalando algunas l¨ªneas escritas con los audios. ¡°La ¨¦lite pol¨ªtica ha bebido de estos dos modelos de socializaci¨®n. Las mujeres tienen derechos formales, no reales. Y el Estado, bastante d¨¦bil a pesar de recoger ciertos derechos en la Constituci¨®n, da lugar a que la tradici¨®n sea m¨¢s fuerte que la ciencia. Las mujeres aqu¨ª vivimos as¨ª¡±.
Nos cruzamos por primera vez en persona en el vest¨ªbulo de un hotel madrile?o pegado a la serenidad soleada del Retiro, medio en reformas, en la calle Alcal¨¢. Ella llega en metro, cargada con un bolso enorme donde acunaba ejemplares de sus dos novelas. Toma una y me la tiende, arrumbada en la esquina de un sof¨¢ donde concentra su figura peque?a y esbelta, atribulada por el peso de un catarro que parece que se le pega como una segunda piel al cuerpo en cuanto pisa tierra espa?ola. Antes de desprenderse de la copia de su primera obra publicada, Herencia de bindendee (En Auge), se encorv¨® ferozmente sobre ella para dedicarla, ocultando su garrapateo a bol¨ªgrafo con el cerco de los brazos y neg¨¢ndose a que nadie leyera sus palabras antes de que desapareciera arrastrando g¨¦rmenes y denuncia como un peculiar velo nupcial. Se dirig¨ªa al punto de Madrid en el que presentar¨ªa la segunda, La bastarda (Flores Raras).
¡°Es verdad que el libro es subversivo, pero vale la pena, creo, decir c¨®mo vivimos las mujeres aqu¨ª¡±, sigui¨® escribiendo despu¨¦s, desde Madrid o Malabo. ¡°No hay mucha ruptura. Las costumbres se mantienen intactas. Los cambios son t¨ªmidos. Se deber¨ªa hacer m¨¢s¡±, persevera despu¨¦s de ese primer, ¨²nico y breve encuentro en persona, utilizando la v¨ªa del m¨®vil para romper la brecha de la distancia.
Colonia y descolonizaci¨®n
Licenciada en Ciencias Pol¨ªticas y Periodismo y m¨¢ster en Cooperaci¨®n Internacional y Desarrollo por la Universidad de Murcia, Melibea es docente e investigadora en temas de g¨¦nero y mujer, con un doctorado en ciernes en la Universidad de Salamanca, para cuya tesina se centra en la pr¨¢ctica de la dote y el casamiento tradicional en su sociedad de origen, la fang.
Docente en la Facultad de Letras y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Guinea Ecuatorial desde 2013, tambi¨¦n forma parte del equipo del Centro de Estudios Afro-Hisp¨¢nicos de la Universidad Nacional de Educaci¨®n a Distancia. Adem¨¢s, ha escrito varias novelas que est¨¢n pendientes de publicaci¨®n y ha sido incluida en la antolog¨ªa Voces femeninas de Guinea Ecuatorial, editada por Remei Sipi (Barcelona: Mey, 2015), con el relato La negra. Ha colaborado con varias publicaciones nacionales y extranjeras.
Melibea dice no saber qu¨¦ es lo que la convoca a escribir. No elige los temas que va a tratar: ellos le rondan. Se sienta ante el ordenador y surgen ideas que va plasmando en la pantalla, casi obsesivamente. ¡°Para m¨ª la escritura es vida, es existir, es libertad de expresi¨®n, es ser capaz de crear un mundo para las mujeres y los hombres en el marco de la igualdad de g¨¦nero¡±, dice.
Seg¨²n la escritora, Guinea Ecuatorial ha mutado solo superficialmente con el paso del tiempo: tiene infraestructuras modernas, las ni?as pueden acceder a la educaci¨®n y a las mujeres se les reconocen derechos en la Constituci¨®n y diferentes iniciativas legislativas. ¡°Sin embargo, la cultura fang, si conoce alg¨²n tipo de cambio, son los que se han producido forzados por lo econ¨®mico, no porque exista una voluntad real de que haya cambio¡±, remacha, implacable. ¡°La familia y la tradici¨®n pesan m¨¢s que la escuela. Si en casa te dicen que, por encima de educaci¨®n y trabajo, tienes que ser madre, tienes que obedecer. La igualdad tampoco se refleja en la escuela. No estoy viendo una ruptura entre lo que ¨¦ramos y lo que somos, veo una continuidad con cambios t¨ªmidos. No hay un cambio sensible, que rompa en las mentes de hombres y mujeres fang con lo que debe ser una mujer fang¡±.
¡°Est¨¢n la prostituci¨®n de la chica con una falda corta en la acera y luego la prostituci¨®n familiar¡±
La forma de vida de la que habla en sus p¨¢ginas implica que la mujer no es persona ni tiene voluntad propia y que ejerce de carga de un hombre desde que nace hasta que muere. Los matrimonios concertados, los precoces y la poligamia son la regla. La violencia ps¨ªquica y f¨ªsica, tambi¨¦n. La vida de la mujer fang se aparece ante la mirada estupefacta del lector como una sucesi¨®n de desgracias sin visos de redenci¨®n. El castigo es la norma y la recompensa a la sumisi¨®n llega con la muerte. La vida es procrear dentro del matrimonio y servir a los hombres de tu familia y tu comunidad. M¨¢s all¨¢ de ese esquema, solo quedan el exilio, el desprecio y el ostracismo. Una fascinante y surrealista compota de conceptos fang, cat¨®licos y patri¨®ticos sirve como asfixiante salmorejo imaginario en el que se marina el alma de las mujeres y los hombres fang, asfixiando a todos bajo el peso de m¨²ltiples estereotipos, obligaciones, yugos y cadenas.
¡°Desde que empez¨® a explotarse el petr¨®leo en Guinea Ecuatorial, mucha gente sale de los pueblos y llega a las ciudades. Muchas mujeres, aunque viven en las ciudades, no tienen formaci¨®n y llevan vida de pueblo: las costumbres que obedecieron en el pueblo las obedecen en la ciudad". Otro problema, seg¨²n la autora, es que Guinea se ha desarrollado en el acceso a la educaci¨®n y la constituci¨®n garantiza el derecho a la educaci¨®n, pero si no regulas el acceso a la interrupci¨®n voluntaria del embarazo, las mujeres se van a quedar atr¨¢s.
La escritora reconoce que Guinea ha cambiado mucho, pero insiste en que para que se vean progresos en la vida de la mujer se tiene que conseguir que se hable de la mujer como eje del desarrollo. A d¨ªa de hoy, tampoco hay una regulaci¨®n del matrimonio consuetudinario: el modelo actual es el que se aplicaba antes de la colonizaci¨®n. Y ser soltera sigue significando lo que significaba antes. "Los embarazos precoces siguen dificultando el acceso a la educaci¨®n y el progreso de las ni?as, su empoderamiento", denuncia.
"Los problemas de la mujer no est¨¢n en la agenda pol¨ªtica ni institucional y para muchos hombres, la situaci¨®n de la mujer es bastante c¨®moda. Contin¨²a vigente la prostituci¨®n institucionalizada de la que hablo en el libro: c¨®mo la ni?a va bebiendo la cultura de la prostituci¨®n pero que no se llama prostituci¨®n". Porque, seg¨²n Melibea, hay dos tipos de prostituci¨®n: la de la chica que se coloca en una acera con una falda corta "y la prostituci¨®n familiar, donde te dicen que hay que traer un chico a casa que te pague los gastos. Eso es real. Ocurre en Guinea. No tiene nada que ver con el tiempo de Mac¨ªas. Es hoy".
Para muchos guineanos, los problemas de g¨¦nero no son problemas a resolver", denuncia. Es lo natural. "Por eso no se ven y cuando escribes un libro y lo dices, eres la que pone nombre a cosas raras". ?Qu¨¦ nombre tiene lo que no tiene nombre?, se pregunta. "A muchas ni?as les est¨¢n ense?ando a prostituirse. Eso pasa en las familias fang¡±.
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