La inteligencia colectiva
Quien est¨¢ al margen de la Red est¨¢ separado de la sociedad, que ya vive interconectada; a trav¨¦s de ella, nuestra mente est¨¢ unida con las dem¨¢s. Basta encender el ordenador o el tel¨¦fono para quedar atrapado, es decir: expuesto
El bosque, esa masa de troncos, ramas y hojas que oxigena el planeta, tiene una vida subterr¨¢nea que es toda una met¨¢fora de la manera en que estamos interconectadas las personas en el siglo XXI. Las ra¨ªces de un ¨¢rbol se extienden hasta alcanzar el doble del tama?o de su copa y est¨¢n en comunicaci¨®n permanente con las ra¨ªces de los otros ¨¢rboles, con la sociedad que tienen a su alrededor, nos explica Peter Wohlleben, un experto en bosques que acaba de publicar un hermoso libro, The hidden life of trees (Greystone books, 2016), que alg¨²n editor con gusto por los libros raros y extraordinarios deber¨ªa ocuparse ya de traducir a nuestra lengua.
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Los ¨¢rboles de un bosque conforman una sociedad de individuos interconectados entre s¨ª que se comunican por las ra¨ªces gracias a una tupida colonia de hongos microsc¨®picos, los micorrizas, que son una especie de filamentos que operan como los cables de fibra ¨®ptica con los que funciona internet. Estos filamentos conforman una enorme red, que existe desde el principio de los tiempos, parecida a la www, world wide web en ingl¨¦s, pero que en este caso se llama wood wide web, la gran Red, no planetaria, sino de la madera, la red con la que los ¨¢rboles de un bosque comunican cosas como la presencia de un p¨¢jaro pernicioso que est¨¢ haciendo da?o a un ¨¢rbol, a un individuo de la comunidad; este ¨¢rbol avisa por sus ra¨ªces, por medio de esa web de hongos microsc¨®picos, del da?o que le est¨¢ haciendo este p¨¢jaro, para que el resto de los ¨¢rboles comience a secretar una sustancia que al p¨¢jaro le parezca repelente.
Tambi¨¦n se comunican por arriba, cuando perciben el peligro, por ejemplo una jirafa que llega a rumiarles las hojas, el ¨¢rbol libera un olor, una esencia que captan los otros ¨¢rboles y que los hace secretar otra sustancia repelente. Pero a los olores se los puede llevar el viento y los mensajes que se env¨ªan por la red del subsuelo no tienen ese inconveniente.
Los ¨¢rboles comunican sus mensajes con se?ales qu¨ªmicas que al viajar por la red de hongos se convierten en impulsos el¨¦ctricos que llegan a todos los individuos del bosque.Una cucharada de la tierra de un bosque contiene cientos de miles de los hongos que conforman esta red.
Los ¨¢rboles solitarios viven menos a?os que los que est¨¢n conectados a la web del bosque
Cuando un ¨¢rbol est¨¢ enfermo, o alg¨²n le?ador desaprensivo lo ha talado, la gran comunidad de semejantes que lo rodea, lo ayuda, lo mantiene vivo por medio de esa red que vibra debajo de la tierra, incluso cuando el le?ador haya dejado solo la base del tronco, una porci¨®n m¨ªnima de lo que ese ¨¢rbol hab¨ªa sido, la comunidad puede mantener con vida ese mu?¨®n durante d¨¦cadas. El sistema del bosque recuerda, aunque en rigor lo precede, al sistema de seguridad social, donde el que cae enfermo es soportado por el esfuerzo, en este caso econ¨®mico, de todos los individuos que conforman esa sociedad.
La WWW del bosque tambi¨¦n sirve para las actividades cotidianas, los ¨¢rboles se comunican para estar sincronizados a la hora de hacer la fotos¨ªntesis, para gestionar los nutrientes y el agua de la tierra, se organizan para mantener viva y saludable esa comunidad donde hay individuos que proveen m¨¢s que otros, hay individuos fuertes y otros d¨¦biles pero, nos explica Wohlleben, todos dependen igualmente de esa red; los ¨¢rboles solitarios viven mucho menos a?os que aquellos que est¨¢n conectados a la web del bosque.
El bosque nos ense?a que para un individuo es mucho m¨¢s dif¨ªcil vivir solo, que tiene una vida menos azarosa qui¨¦n permanece conectado a la Red. Y aqu¨ª es donde la vida de los ¨¢rboles del bosque nos recuerda a nuestra vida de individuos ¨ªntimamente conectados a una red que, en el siglo XXI, comienza a ser la ¨²nica forma de sobrevivir.
Ese flujo de informaci¨®n que circula por debajo de la tierra funciona como la inteligencia del bosque, as¨ª como el flujo de informaci¨®n de la Red a la que vivimos conectados es, seg¨²n el fil¨®sofo Pierre L¨¦vy, nuestra ¡°inteligencia colectiva¡±, porque a trav¨¦s de la Red nuestra mente se conecta con las dem¨¢s.
En la Red encontramos cualquier cosa, podemos visitar virtualmente un museo, pedir un taxi, leer el peri¨®dico o transferir dinero, pero ese acceso privilegiado a la inteligencia colectiva de nuestra especie tambi¨¦n nos convierte en cautivos de la Red; basta encender el ordenador o el tel¨¦fono para quedar atrapado, es decir: expuesto.
Un ex directivo del FBI advierte del poco control que existe sobre el n¨²mero telef¨®nico
Hace unos d¨ªas un ex directivo del FBI advert¨ªa del poco control que existe sobre el n¨²mero del tel¨¦fono, sobre esa cifra, que todos revelamos alegremente, por la que puede accederse a toda la informaci¨®n de un ciudadano, a sus mensajes privados, a los nombres de las personas que constituyen su c¨ªrculos social y profesional, a los servicios u objetos que compra, a las rutas habituales por las que se desplaza, a su agenda al detalle, citas, eventos, espect¨¢culos a los que asiste y viajes que tiene previstos.
Estar conectado a esa ret¨ªcula ofrece, claro, un mont¨®n de ventajas, sin esa conexi¨®n la vida ser¨ªa mucho m¨¢s complicada, pero las facilidades que ofrece tienen un precio que todav¨ªa no conocemos del todo. La exposici¨®n que tenemos como part¨ªcipes de esa ret¨ªcula nos vuelve transparentes; qui¨¦n se mete a hurgar a fondo en nuestro n¨²mero de tel¨¦fono, o en nuestro ordenador, obtiene un perfil bastante exacto de nosotros.
Si hoy se colapsara la Red caer¨ªamos todos con ella; los ¨²nicos que se salvar¨ªan del colapso son los que viven al margen, los que no usan ordenador ni tel¨¦fono, los que siguen oyendo m¨²sica en discos, leyendo libros de papel, conversando sin la intermediaci¨®n de una pantalla y un teclado y guardando su dinero debajo del colch¨®n; los que se han ido a vivir al bosque, porque qui¨¦n est¨¢ al margen de la Red est¨¢ tambi¨¦n al margen de la sociedad que ya vive irremediablemente interconectada. Esa es su fortaleza y su debilidad, como le pasa a los ¨¢rboles del bosque.
El bosque nos ha ense?ado, desde el principio de los tiempos, que es m¨¢s dif¨ªcil sobrevivir solo pero ?era necesaria esta interconexi¨®n invasiva, promiscua, que no da tregua? Seguramente ya es tarde para preguntarse esto, hemos llegado hasta aqu¨ª pr¨¢cticamente sin darnos cuenta y ya no es factible la marcha atr¨¢s.
?Es la Red, de verdad, nuestra inteligencia colectiva? De momento parece la inteligencia que unos cuantos imponen a la colectividad. Si cayera una plaga en el bosque y se interrumpiera esa vida que palpita en el subsuelo, ?no ser¨ªa el ¨¢rbol solitario el que al final sobrevivir¨ªa?
Jordi Soler es escritor.
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