El hombre de la moto

En una taberna del centro de Oviedo un buen amigo me cont¨® la historia. Era el oto?o del 2006 y ¨¦l acababa de regresar de sus vacaciones por el coraz¨®n de Europa. Me dijo que hab¨ªa pasado por Quincy, pues quer¨ªa visitar la alta aldea alpina desde la que John Berger oteaba el mundo. Me cont¨® que a la ma?ana siguiente de su llegada hab¨ªa recorrido el lugar mirando de reojo por si se encontraba con ¨¦l, y que incluso hab¨ªa preparado un saludo ingenioso para la ocasi¨®n. A media ma?ana entr¨® en una cantina. Nada m¨¢s entrar reconoci¨® la huella de Berger, en las paredes hab¨ªa retratos del ingl¨¦s. Justo al levantarse para pagar e irse vio desde la ventana una moto negra y un hombre con casco negro y traje de motorista negro acerc¨¢ndose a la curva. Y vio c¨®mo el hombre de la moto giraba su casco hacia el bar. Mi amigo pudo ver c¨®mo luego m¨¢quina y hombre aceleraban y se inclinaban para trazar la curva y desaparecer. Y supo en ese instante, con la misma certeza que yo cuando me lo cont¨®, que hab¨ªa visto a John Berger. Levantamos las copas y brindamos por la salud de un hombre de m¨¢s de 85 a?os que a¨²n conduc¨ªa una moto de gran cilindrada. Ese fue el amigo que ayer me dio la noticia con la voz temblorosa. Nadie escrib¨ªa como ¨¦l. Su ¨¢ngulo es diferente y ¨²nico¡ª Enrique ?lvarez-Santullano Fontaneda. Oviedo.