Lugares comunes contra la reforma
La falta de consenso y Catalu?a son los t¨®picos que se utilzan para no tocar la Constituci¨®n
Cada vez que se anima en Espa?a el debate sobre la reforma constitucional reaparecen los mismos lugares comunes para oponerse a ella. Nunca es el momento pol¨ªtico adecuado y siempre hay cuestiones que preocupan m¨¢s a los espa?oles. El resultado es que nuestra Constituci¨®n s¨®lo se ha reformado por imposici¨®n jur¨ªdica o pol¨ªtica de la Uni¨®n Europea, siguiendo el procedimiento de urgencia y sin debate p¨²blico previo. Esto no es s¨®lo una anomal¨ªa desde una perspectiva comparada sino que est¨¢ da?ando la identificaci¨®n de la ciudadan¨ªa con su Constituci¨®n.
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Entre los mencionados lugares comunes hay dos que se repiten continuamente: por un lado, no existe el consenso necesario para abordar la reforma y, por otro, no servir¨ªa para solucionar la crisis territorial de Catalu?a, que es el principal problema constitucional.
En relaci¨®n al primero procede aclarar equ¨ªvocos. El consenso no puede ser el punto de partida sino el punto de llegada, esto es, se trata de alcanzar acuerdos a partir de posiciones de inicio distintas. Si no se logra el acuerdo no habr¨¢ reforma pero es algo que no se puede predecir antes de haberlo intentado, con cesiones por parte de todos. Adem¨¢s, el consenso que debe lograrse para la reforma no es el de 1978 sino el que prev¨¦ la propia Constituci¨®n cuando regula su reforma en el t¨ªtulo X. No se pretende abrir un proceso constituyente para hacer una nueva Constituci¨®n. Se trata simplemente de iniciar el procedimiento para reformar determinados contenidos constitucionales y adaptarlos a la nueva realidad sociopol¨ªtica; lo mismo que hacen cada cierto tiempo en Alemania, Francia, B¨¦lgica, Italia, Portugal, etc. pero no en Espa?a.
El otro lugar com¨²n se refiere a que la reforma constitucional no solucionar¨¢ el problema de Catalu?a. Claro que no. Un conflicto pol¨ªtico no se soluciona con un cambio normativo. Sin embargo, ese cambio del marco constitucional puede ayudar a encauzar el conflicto y facilitar el acuerdo. Si la agudizaci¨®n de la crisis territorial se produjo con la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, es evidente que muchos de los contenidos cuestionados por incluirse en un Estatuto de Autonom¨ªa pueden ser reconocidos directamente en la Constituci¨®n. De la misma forma, la previsi¨®n constitucional de lugares de encuentro entre el Estado y las comunidades aut¨®nomas, instrumentos de colaboraci¨®n y participaci¨®n en las decisiones del Estado o una mejor delimitaci¨®n de las competencias pueden allanar el terreno a un pacto pol¨ªtico aceptado por la mayor¨ªa de los catalanes.
Por tanto, no debe perderse nuevamente la oportunidad en espera de un momento pol¨ªtico id¨®neo que nunca va a llegar. En el ¨¢mbito acad¨¦mico ya se ha debatido pr¨¢cticamente todo sobre la reforma desde hace muchos a?os. Lo que ha faltado siempre ha sido la voluntad pol¨ªtica para llevarla a cabo. Por ello, son los actores pol¨ªticos quienes deben tomar la iniciativa.
En este sentido, el punto de inicio deber¨ªa ser la concreci¨®n de los ¨¢mbitos que van a ser objeto de estudio para su posible reforma; lo que se ha llamado el ¡°per¨ªmetro¡±. A partir de ah¨ª, deber¨ªan analizarse de forma separada los diversos contenidos constitucionales susceptibles de reforma y cuando exista el acuerdo para modificar un aspecto concreto deber¨ªa culminarse, sin mezclarlo con otros ni esperar a m¨¢s acuerdos. La reciente experiencia italiana nos ha mostrado que son preferibles varias reformas puntuales que una gran reforma, ante la que se a¨²nan opositores de la m¨¢s distinta condici¨®n. Pero para poder avanzar en el proceso es necesario que nuestros diputados lo inicien.
Jos¨¦ Antonio Montilla Martos es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional en la Universidad de Granada.
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