Esclavos
Somos esclavos del espect¨¢culo. Ni siquiera los mitos catastrofico-futuristas m¨¢s paranoicos lo previeron

Algo est¨¢ pasando. No logro explicarlo y me aterra: nunca antes hab¨ªan sido tan dif¨ªciles las actividades cotidianas m¨¢s sencillas y placenteras: pensar, charlar, guardar silencio, leer un libro. En cambio, es incontrolable el impulso autodestructivo de pasar el d¨ªa consumiendo malas noticias.
Somos adictos a la microdosis constante de informaci¨®n, junkies de los megabytes. ?Y c¨®mo no serlo? ?C¨®mo desconectarnos del minuto-a-minuto si, mientras nos dormimos una siesta, se firm¨® una orden ejecutiva ching¨¢ndose a miles de seres humanos? Nos sumergimos en el metro y, cuando volvimos a salir a la calle, 20 cuadras adelante, ya cay¨® otra bomba y desaparecieron 20 cuadras de Alepo.
El ¨¦xito del espect¨¢culo radica en una triple confluencia. Primero, su contenido: la historia cautivadora y los arquetipos que la representan ¡ªvillanos (Trump, Putin), h¨¦roes (los Obamas, Bernie), cretinos secundarios (Erdogan, Pe?a Nieto, Theresa May). Segundo, su formato: la estructura de thriller de la trama, la velocidad, y la multiplicidad de perspectivas que aportan los innumerables guionistas. Y tercero, el medio, o m¨²ltiples medios ¡ªtel¨¦fonos, computadoras¡ª a trav¨¦s de los cuales podemos acceder a ¨¦l inmediata y constantemente.
Somos esclavos del espect¨¢culo. Ni siquiera los mitos catastrofico-futuristas m¨¢s paranoicos lo previeron. En la distop¨ªa orwelliana, por ejemplo, el mal mayor era el Gran Hermano, que todo lo vigilaba. Pero para nosotros, el Gran Hermano es un mal menor: el espionaje estatal y de empresas son nuestro rancio pan de cada d¨ªa. Nuestro problema no es ser observados y vigilados; sino no poder dejar de observar. El Gran Hermano somos nosotros.
Podr¨ªamos no ver m¨¢s, no comprar peri¨®dicos, renunciar a Internet. ?Pero de qu¨¦ servir¨ªa cerrar los ojos? Ya lo dijo Jean Piaget: solo los beb¨¦s menores de ocho meses creen que las cosas dejan de existir cuando las dejamos de ver. Los dem¨¢s no podemos darnos ese lujo metaf¨ªsico.
As¨ª que ac¨¢ estamos, pasmados ante lo que vemos. Sentimos una p¨¦rdida de normalidad. Vivimos en estado de emergencia. Lloramos con nuevo tipo de llanto, desde un dolor moral y espiritual profundo. Presentimos que el alma humana se est¨¢ deformando y se va vaciando, a medida que avanzan los episodios del horror y les damos retuit o like o forward. No entendemos nuestro nuevo papel confuso de espectadores-part¨ªcipes. Dormimos poco y mal. Y cuando despertamos, el espect¨¢culo sigue ah¨ª.
La pregunta es urgente: ?c¨®mo re-aprender a observar, pensar y participar en el mundo, sin alimentar la maquinaria del espect¨¢culo?
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