Desigualdad y predistribuci¨®n
Garantizar el Estado de bienestar para todos exige que quienes sufragan con sus impuestos el grueso del gasto social colaboren. Sociedades donde la pobreza y la exclusi¨®n requieren asistencia p¨²blica son propicias para el populismo de derechas
De repente nos hemos puesto a hablar de desigualdad, insistentemente. Pero no siempre con el rigor debido. Hace dos meses, Julio Caraba?a, en un ejercicio de sana provocaci¨®n, sorprendi¨® a propios y extra?os argumentando en estas mismas p¨¢ginas que la desigualdad no hab¨ªa aumentado significativamente. Al profesor Caraba?a no le faltaban motivos ni evidencias para sugerir que algunos diagn¨®sticos se hab¨ªan exagerado. Pero creo humildemente que mi admirado colega nos cuenta tan solo una parte de lo que necesitamos saber acerca de la evoluci¨®n de la desigualdad.
La desigualdad s¨ª ha aumentado, notablemente. No tanto en la forma en que es finalmente experimentada (la desigualdad de renta disponible, a la que se refiere Caraba?a) como en la desigualdad de partida, generada por las relaciones econ¨®micas que se producen en el mercado. Lo que se ha hecho m¨¢s desigual es la distribuci¨®n de ingresos derivados del empleo asalariado, el autoempleo y las ganancias de capital. El Estado de bienestar se ha encargado tradicionalmente de reducir la desigualdad de mercado con sus pol¨ªticas fiscales y de transferencias monetarias (pensiones, prestaciones de desempleo, rentas m¨ªnimas, etc.). Es lo que se conoce como redistribuci¨®n. Para evitar que un aumento de la desigualdad de mercado se traduzca en mayor desigualdad de renta disponible, el Estado debe incrementar su esfuerzo redistributivo.
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Hacerlo tiene costes importantes, que capas crecientes del electorado se muestran reacias a aceptar. A medida que el Estado tiene que gastar m¨¢s para garantizar el bienestar de todos, incluidos los colectivos m¨¢s desfavorecidos, resulta m¨¢s dif¨ªcil conseguir que los segmentos de la poblaci¨®n que sufragan con sus impuestos el grueso del gasto social colaboren en el empe?o, lo que ocasiona conflictos distributivos: colectivos que se sienten ninguneados, territorios que se consideran fiscalmente maltratados, ¨¦lites que desv¨ªan sus rentas a para¨ªsos fiscales, etc. El auge de muchos populismos de derechas se nutre, en buena medida, de esta insatisfacci¨®n, exacerbada en sociedades con marcadas fracturas ¨¦tnicas, donde la pobreza y la exclusi¨®n que requieren asistencia p¨²blica se concentran fundamentalmente en una infraclase particularmente vulnerable formada por minor¨ªas y poblaciones inmigradas.
En Espa?a, el coeficiente de Gini que mide la desigualdad de mercado (en una escala donde 0 representa una sociedad en la que todos tienen lo mismo y 100 una en la que uno lo acapara todo) ha pasado de 43,4 en 2007 a 50,8 en 2014, y en la zona euro de 49 a 51,9. El deterioro de este coeficiente en Espa?a durante los a?os de crisis es el m¨¢s pronunciado en la UE tras Chipre.
¡°No ten¨¦is derecho a quedaros lo que yo me he ganado¡±, repite el Tea Party
El Estado de bienestar todav¨ªa consigue reducir considerablemente estos ¨ªndices (llev¨¢ndolos aproximadamente a 34-35 en Espa?a). Pero en muchos casos se comienzan a tensar las costuras. Por un lado, algunos sectores sociales no encuentran alivio suficiente al sufrimiento provocado por la privaci¨®n econ¨®mica. Por otro, aparecen grupos que se sienten injustamente ignorados por las pol¨ªticas sociales. Algunas de las mejores obras que se han escrito sobre el caldo de cultivo social que ha aupado a Trump a la presidencia de Estados Unidos (las de John B. Judis, J. D. Vance o Arlie Hochschild) retratan el descontento de una ¡°clase media radical¡± (fundamentalmente blanca), situada entre una ¨¦lite econ¨®mica cosmopolita que se distancia a pasos agigantados del ¡°americano medio¡± (en t¨¦rminos de renta, estilo de vida y valores) y una clase desfavorecida (generalmente perteneciente a minor¨ªas) a la que creen que se prodiga atenciones ¡°inmerecidas¡±. Un eslogan del Tea Party recoge bien ese sentimiento: ¡°no ten¨¦is derecho a quedaros lo que yo me he ganado¡±.
En este contexto algunos acad¨¦micos e intelectuales progresistas reclaman una nueva aproximaci¨®n a la lucha contra la desigualdad, que pueda ayudar a reflotar la estrategia socialdem¨®crata. Es el llamado enfoque de la predistribuci¨®n. Sus partidarios comparten la preocupaci¨®n por corregir las desigualdades ex¨Cante, cuando se originan en el mercado, y la necesidad de preparar a la ciudadan¨ªa para lidiar con ellas (empoderarla).
Sobre la mesa se han puesto b¨¢sicamente dos modalidades de propuestas de predistribuci¨®n. Una primera reclama intervenir en el funcionamiento de los mercados para corregir activamente las ineficiencias que produce una desregulaci¨®n excesiva. Es lo que Jacob Hacker, uno de sus principales promotores intelectuales, denomina ¡°acertar con la macroeconom¨ªa¡± (getting the macroeconomy right). En lo ¨²ltimos tiempos se ha evidenciado que el capitalismo laissez faire produce importantes externalidades negativas cuyo coste no es internalizado por quienes lo generan. Se evidencia tambi¨¦n que en sociedades muy desiguales, donde las ¨¦lites econ¨®micas disfrutan de una gran capacidad para comprar voluntades y favores pol¨ªticos, la extracci¨®n de rentas es end¨¦mica, y los mercados realmente existentes se parecen poco a los modelos estilizados que aparecen en los manuales de macroeconom¨ªa.
La lucha contra los desequilibrios puede ayudar a reflotar la estrategia socialdem¨®crata
Dentro de esta modalidad de predistribuci¨®n, en el men¨² de pol¨ªticas p¨²blicas admisibles, se admite espacio para cierto margen de ineficiencia econ¨®mica, de efectos limitados y controlables, si ayuda a corregir la desigualdad: regulando el acceso a ciertos bienes b¨¢sicos, fijando el salario m¨ªnimo o algunas prestaciones en relaci¨®n a umbrales de referencia actualizados, otorgando protagonismo a los procesos de negociaci¨®n colectiva en la determinaci¨®n de salarios, limitando los salarios m¨¢s altos. Se argumenta, y existe evidencia al respecto, que la mayor igualdad finalmente conseguida puede propiciar crecimiento econ¨®mico.
La segunda modalidad de predistribuci¨®n propuesta est¨¢ encaminada a promover la capacitaci¨®n y el empoderamiento de los individuos en un mundo m¨¢s incierto y vol¨¢til, donde van a estar expuestos a vaivenes de la econom¨ªa, episodios disruptivos en su vida personal y familiar, y riesgo de precariedad. En el centro de la agenda estar¨ªa la idea de dotar a los individuos de competencias que les permitan manejarse en la adversidad, evitando que puedan quedar ¡°relegados¡± o atrapados en ciclos perversos que erosionen sus oportunidades vitales. Las pol¨ªticas de apoyo a la primera infancia, la educaci¨®n, las ayudas a la emancipaci¨®n, la formaci¨®n a lo largo de la vida, las pol¨ªticas de activaci¨®n se convierten, en este marco, en estrategias prioritarias.
Est¨¢ por ver si los programas de predistribuci¨®n y empoderamiento pueden contribuir a robustecer el m¨²sculo electoral de la socialdemocracia, pero parece claro que las propuestas conectan con un diagn¨®stico ajustado de lo que est¨¢ sucediendo con la evoluci¨®n contempor¨¢nea de las desigualdades. Algo que en tiempos de c¨®lera populista se echa muy en falta.
?Pau Mar¨ª-Klose es profesor de Sociolog¨ªa de la Universidad de Zaragoza.
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