Reformar la reforma
Superada la fase de emergencia, el objetivo hoy es reducir la precariedad
Despu¨¦s de cinco a?os de reforma laboral no hay motivos para celebrar que el mercado de trabajo haya mejorado respecto a su situaci¨®n en 2011. Ha sucedido, en algunos aspectos, lo contrario. La creaci¨®n de empleo se ha sostenido gracia a la multiplicaci¨®n de los contratos precarios, con l¨ªmites de volatilidad dif¨ªcilmente aceptables en una econom¨ªa europea; el empleo indefinido hoy (cuarto trimestre de 2016) es inferior todav¨ªa al del cuarto trimestre de 2011, aunque evidentemente se trabajan m¨¢s horas gracias a la instauraci¨®n del trabajo precario; la litigiosidad laboral ha crecido debido a la reforma, aunque justo es decir que aument¨® mucho sobre todo en los primeros meses de aplicaci¨®n de la ley; y la negociaci¨®n colectiva no resuelve hoy los problemas de los asalariados y en muy escasa proporci¨®n los problemas de las empresas.
Pero es que la reforma no se dise?¨® ni aprob¨® para mejorar el mercado de trabajo, ni para sostener o aumentar la contrataci¨®n fija; se aplic¨® y se sigue aplicando para aumentar la probabilidad de supervivencia de las empresas, facilitando los despidos o los reajustes de tareas.
Editoriales anteriores
Las empresas necesitaban capacidad de acci¨®n laboral y el Gobierno se la puso en bandeja, hasta el punto de que la reforma se considera hoy un logro de flexibilidad laboral irrenunciable. Como bien sab¨ªan quienes la redactaron y presentaron, la reforma laboral iba a tener (y as¨ª ha sido) un efecto depresivo sobre las rentas salariales, de forma que se producir¨ªa un descenso de los costes del trabajo. El efecto secundario, que en 2017 se ha convertido en principal, es el de limitar la capacidad de compra de los salarios y frenar por tanto una recuperaci¨®n efectiva del consumo de bienes a medio y largo plazo.
El balance de la reforma est¨¢ en alguna medida hecho. Fue una legislaci¨®n de urgencia, m¨¢s bien de supervivencia, que el Gobierno aplic¨®. Si consideraba que el tejido empresarial corr¨ªa peligro grave, deber¨ªa haber acompa?ado la reforma laboral con medidas compensatorias que aliviaran la situaci¨®n de los expulsados del mercado de trabajo. Pero nada se hizo; de hecho, hoy, cinco a?os despu¨¦s, se siguen reclamando pol¨ªticas activas de empleo y contin¨²a bajando la cobertura por desempleo.
Con independencia de los logros conseguidos por la reforma laboral, lo esencial hoy es que se trata de una legislaci¨®n de emergencia econ¨®mica, y que la econom¨ªa ya ha superado la fase de un ajuste imperativo y dr¨¢stico de las rentas. La precariedad de los contratos se ha convertido en un problema social grave, porque expulsa a los j¨®venes o a los mayores de 45 a?os de un mercado que podr¨ªan ocupar con solvencia, porque favorece la emigraci¨®n de los m¨¢s preparados, porque acrecienta una desigualdad peligrosa y porque, en fin, impide una recuperaci¨®n equilibrada de la demanda interna.
Por todo ello, el mejor servicio que se puede hacer a la reforma laboral de 2012 es adecuarla a la nueva situaci¨®n de la econom¨ªa, al menos en dos puntos principales: reducir la precariedad y elevar las rentas. Con todo el consenso adecuado, por supuesto.
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