El ¨²ltimo tab¨² m¨¦dico: los cuerpos extra?os en el recto
Un antrop¨®logo denuncia "la estigmatizaci¨®n" del placer anal en la literatura cient¨ªfica
Un d¨ªa de 2015, un hombre de 50 a?os acudi¨® a Urgencias del Hospital Universitario de Getafe. Ten¨ªa, seg¨²n su relato, estre?imiento. En la radiograf¨ªa no se ve¨ªa nada raro, as¨ª que los m¨¦dicos le pusieron un enema de limpieza. Al cabo de unas horas en observaci¨®n, el hombre no aguantaba el dolor abdominal. ¡°Ten¨ªa taquicardia y sudores¡±, recuerda una de las m¨¦dicas que le atendieron. Un esc¨¢ner de emergencia revel¨® entonces ¡°un objeto extra?o en el colon¡± y una peritonitis fecaloide como consecuencia de una perforaci¨®n del intestino. En el quir¨®fano, los cirujanos se toparon con una zanahoria de 20 cent¨ªmetros insertada por v¨ªa anal.
El hombre no hab¨ªa dicho nada de la hortaliza durante horas, pero despu¨¦s de la operaci¨®n relat¨® que se la hab¨ªa introducido ¡°porque hab¨ªa le¨ªdo por internet que era bueno para las hemorroides¡±, seg¨²n recuerda la m¨¦dica. La literatura cient¨ªfica est¨¢ llena de casos similares. El Hospital Universitario Doctor Josep Trueta, en Girona, recibi¨® un d¨ªa a un hombre de 67 a?os que se hab¨ªa metido una manzana por el ano 24 horas antes. Otros casos son m¨¢s extremos, como el vivido el a?o pasado en el Hospital Valle del Nal¨®n, en Ria?o (Asturias). Un chico de 29 a?os se present¨® en Urgencias con dolor abdominal, tras una noche de borrachera y consumo de coca¨ªna, seg¨²n su versi¨®n. Dec¨ªa no recordar nada. Los m¨¦dicos le encontraron dos botes met¨¢licos de desodorante, de unos 25 cent¨ªmetros cada uno, en recto y colon.
Un hospital de Getafe atendi¨® a un hombre de 50 a?os con una zanahoria de 20 cent¨ªmetros en el recto
¡°La presencia de un objeto en el recto ha sido durante mucho tiempo una fuente de chistes y sospechas tanto en la calle como en el discurso m¨¦dico¡±, reflexiona el antrop¨®logo William J. Robertson, de la Universidad de Arizona (EE UU). El investigador ha buceado en la literatura cient¨ªfica y ha encontrado 147 estudios en profundidad sobre cuerpos extra?os en el recto, al margen de una multitud de trabajos meramente descriptivos. Su veredicto es que los m¨¦dicos refuerzan el ¡°tab¨² del placer anal¡± y contribuyen a que los pacientes, por verg¨¹enza, retrasen la visita a un centro sanitario, agravando los casos m¨¢s problem¨¢ticos.
¡°La medicina se basa en dividir las cosas en normales y anormales o patol¨®gicas. Por desgracia, lo anormal a menudo no se refiere simplemente a una variaci¨®n respecto a la norma estad¨ªstica, sino que ese anormal est¨¢ envuelto en ideas derivadas de la cultura, acerca de lo que es un comportamiento moral¡±, se?ala Robertson. Su an¨¢lisis, reci¨¦n publicado en la revista especializada Culture, Health & Sexuality, ha detectado que el 69% de los estudios m¨¦dicos vincula los cuerpos extra?os en el recto con pr¨¢cticas sexuales ¡°pervertidas o aberrantes¡±.
El antrop¨®logo pone como ejemplo una revisi¨®n de 30 casos dirigida por el cirujano Jos¨¦ Ignacio Rodr¨ªguez Hermosa, del Hospital Universitario Doctor Josep Trueta, en Girona. En el texto, el equipo m¨¦dico subraya que en cinco de los casos la homosexualidad era un ¡°factor asociado¡±. Curiosamente, seg¨²n Robertson, ¡°los heterosexuales no son clasificados como un grupo en el que se puedan observar cuerpos extra?os, pese a que solo cinco de los 30 pacientes, el 17%, fueron identificados como homosexuales¡±.
¡°?Por qu¨¦ no situar los cuerpos extra?os en el recto en el marco de pr¨¢cticas sexuales consensuadas y saludables entre personas de varios g¨¦neros y orientaciones sexuales?¡±
¡°Esta patolog¨ªa se aprecia en reclusos penitenciarios, en personas con trastornos psicol¨®gicos, en intentos de suicidio u homicidio, en homosexuales, en actos er¨®ticos, en pr¨¢cticas sadomasoquistas, en casos de violaci¨®n o agresiones sexuales, en personas semiinconscientes bajo los efectos de drogas o alcohol o en ¡°correos¡± que ocultan narc¨®ticos¡±, afirmaba Rodr¨ªguez-Hermosa en otro art¨ªculo, publicado en 2001 en la revista Cirug¨ªa Espa?ola.
Para Robertson, estas descripciones vinculan estos casos con pr¨¢cticas aberrantes, en el contexto de un sistema "heteronormativo" cuyo ¨²nico modelo v¨¢lido es la relaci¨®n heterosexual tradicional. ¡°?Por qu¨¦ no situar los cuerpos extra?os en el recto en el marco de pr¨¢cticas sexuales consensuadas y saludables entre personas de varios g¨¦neros y orientaciones sexuales?¡±, se pregunta el antrop¨®logo estadounidense. La m¨¦dica de Getafe confirma que muchos pacientes son totalmente sinceros, como una mujer que lleg¨® a Urgencias de su hospital y relat¨® que se le hab¨ªa metido por completo un desodorante de bola en el recto cuando ¡°jugaba con su pareja¡± en busca de placer anal. El a?o pasado, un hombre acudi¨® al Hospital General Universitario Santa Luc¨ªa, en Cartagena (Murcia), tras introducirse demasiado un destornillador en el ano.
El antrop¨®logo estadounidense subraya que no existen datos epidemiol¨®gicos, m¨¢s all¨¢ de estudios aislados, as¨ª que es imposible saber la frecuencia con la que aparecen cuerpos extra?os en el recto. Adem¨¢s, posiblemente en la literatura m¨¦dica est¨¢n sobrerrepresentados los casos extremos, como el del hombre que apareci¨® en un hospital de Hong Kong con el recto perforado por una anguila. Tambi¨¦n hay descritos casos con paraguas, ca?ones de escopeta, cirios, pepinos, palos de escoba, tubos de aspiradora, mangos de martillo, botellas y, por supuesto, vibradores. El primer objeto en el recto descrito en una revista m¨¦dica, en la estadounidense JAMA en 1919, fue un vaso. Casi cualquier objeto imaginable ha sido susceptible de dar placer anal a una persona.
El trabajo de Robertson destaca que, seg¨²n sus criterios, el 16% de los estudios analizados s¨ª muestra una actuaci¨®n m¨¦dica con completa profesionalidad y sensibilidad. ¡°Hay una cultura de la verg¨¹enza alrededor del placer anal. Y los propios trabajadores sanitarios contribuyen a esta estigmatizaci¨®n, al enmarcar los cuerpos extra?os en el recto como un problema de perversiones sexuales, mentiras del paciente y anormalidad¡±, opina Robertson. ¡°No es muy sorprendente que los pacientes eviten ir al m¨¦dico¡±.
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