El ¡®kamasutra¡¯ de los animales
El libro 'Sexo en la Tierra' homenajea a la reproducci¨®n animal y reivindica a las hembras
Hace m¨¢s de un siglo, en 1911, el explorador polar George Murray Levick no pod¨ªa creer lo que ve¨ªan sus ojos. Se encontraba atrapado en el interior de la Ant¨¢rtida, acompa?ado de otros cinco hombres refugiados en una cueva de hielo a la espera de que estallara la primavera y un barco pudiera llegar hasta ellos y rescatarlos. Durante meses, Levick solo se dedic¨® a observar a los ping¨¹inos y a tomar notas meticulosas de su comportamiento.
El explorador, que formaba parte de la expedici¨®n Terra Nova dirigida por el capit¨¢n brit¨¢nico Robert Falcon Scott, no daba cr¨¦dito. Los ping¨¹inos adelaida fornicaban con otros machos, violaban a polluelos, forzaban sexualmente a las hembras, se restregaban contra el suelo hasta eyacular y, en una ocasi¨®n, vio c¨®mo varios de ellos penetraban a hembras que llevaban muertas m¨¢s de un a?o. Confundido, Levick decidi¨® anotar estas pr¨¢cticas en su cuaderno, pero en griego, para que sus compa?eros no pensaran que se hab¨ªa vuelto loco.
Quien recuerda esta an¨¦cdota es el zo¨®logo brit¨¢nico Jules Howard, colaborador de medios como The Independent, The Guardian y la revista BBC Wildlife. Howard se estrena ahora en la literatura cient¨ªfica con Sexo en la Tierra (editorial Blackie Books), un libro que, como reza su subt¨ªtulo, es ¡°un homenaje a la reproducci¨®n animal¡±.
Howard descuartiza el eterno debate entre los divulgadores cient¨ªficos sobre d¨®nde hay que poner el list¨®n para llegar al gran p¨²blico. Si una persona sabe leer, podr¨¢ disfrutar de Sexo en la Tierra. ¡°?Soy el ¨²nico que se pregunta c¨®mo es posible que la rotaci¨®n de la Tierra alrededor del Sol determine lo cachondas que se ponen las ranas de mi estanque? ?Por qu¨¦ follamos? ?Por qu¨¦ follan los peces espinochos? ?Por qu¨¦ hay animales como las avispas, que follan y luego la palman, y por qu¨¦ otros animales est¨¢n capacitados para sobrevivir y seguir follando?¡±, inquiere el zo¨®logo.
El libro huye conscientemente de los t¨®picos sobre el sexo animal, como el desproporcionado pene del percebe, el infatigable ardor de los leones, el canibalismo sexual de la mantis religiosa y el descomunal miembro de la ballena azul. En lugar de esos lugares comunes, Howard ofrece un nuevo y ameno kamasutra animal a la luz de la teor¨ªa de la evoluci¨®n de Darwin.
'Sexo en la Tierra' reniega de una bibliograf¨ªa caducada, obsesionada con el pene de los animales
Y, sobre todo, Sexo en la Tierra reniega de una bibliograf¨ªa caducada, obsesionada con el pene de los animales, y reivindica el olvidado papel de las hembras como motor de la evoluci¨®n. ¡°El mundo necesita m¨¢s historias de vaginas¡±, sentencia su autor. Uno de sus relatos se centra en el oviducto inferior de las patas, un tubo carnoso y rosado por el que circula el esperma de los machos y por el que despu¨¦s salen los huevos. Para ahorrar tecnicismos, Howard lo llama directamente vagina. ¡°Los pedantes que se tomen una tila¡±, advierte.
El sexo de los patos ha tenido sus d¨ªas de fama en los ¨²ltimos a?os. En 2013, estall¨® la pol¨¦mica en EE UU despu¨¦s de que varios medios de comunicaci¨®n detallaran a qu¨¦ se dedicaba parte del presupuesto de ciencia. ¡°El Gobierno Federal destina 400.000 d¨®lares al estudio de los genitales de los patos¡±, titul¨® por ejemplo el Christian Post. El 87% de los consultados rechaz¨® que el dinero de sus impuestos se utilizara para observar las cloacas de estas aves, seg¨²n una encuesta de la cadena Fox News. Y el presidente Barack Obama se vio durante semanas acorralado por el asunto de los genitales de los patos.
Para Howard, aquel torbellino demostr¨® dos cosas: que los ciudadanos desconocen c¨®mo funciona la ciencia b¨¢sica ¡ªesa que solo busca saber por saber y sobre la que despu¨¦s se construye todo lo dem¨¢s¡ª y que no est¨¢n tan lejos los tiempos mojigatos del explorador ant¨¢rtico Levick. Los cient¨ªficos que estudian el sexo ya no tienen que escribir sus apuntes en griego, pero casi.
El divulgador brit¨¢nico se recrea en su libro en las explosiones de penes de pato, c¨¦lebres en las redes sociales de internet gracias a los v¨ªdeos a c¨¢mara superlenta realizados por la profesora Patricia Brennan, de la Universidad de Massachusetts Amherst (EE UU). En ellos se observa c¨®mo la erecci¨®n de un pato se produce en menos de un tercio de segundo, a una velocidad de 1,6 metros por segundo, una velocidad similar a la de un ca?¨®n de confeti, como ilustra Howard.
Habitualmente, las historias sobre los genitales de los patos se centran solo en los machos, en sus l¨¢tigos sexuales, surgidos para sobrevivir en un mundo en el que compiten ferozmente por las hembras. Pero el zo¨®logo brit¨¢nico completa el puzle. Habla de las menospreciadas vaginas de las hembras del ¨¢nade azul¨®n. ¡°Tiene forma de tirabuz¨®n, como el ¨®rgano masculino, pero la gracia es que la espiral avanza en el otro sentido, con lo que es incompatible con el pene del macho hasta niveles absurdos. Y no solo eso: tiene varios recovecos ciegos y desv¨ªos sin salida. No es que se parezca: es un templo inca. Es rid¨ªculo. Una obra maestra. Es arte evolutivo¡±, narra Howard.
La explicaci¨®n se encuentra en Sexo en la Tierra. Las hembras han desarrollado un mecanismo que les permite decidir qui¨¦n fertiliza sus huevos. Uno de cada tres de sus apareamientos se podr¨ªa considerar una violaci¨®n, pero solo el 3% de los huevos que ponen est¨¢n fertilizados por esos asaltantes. ¡°Las hembras han evolucionado hasta tener el control¡±, se?ala el autor.
Los genitales de los patos son, a juicio del zo¨®logo Jules Howard, ¡°una carrera armament¨ªstica entre machos y hembras¡±
Los penes de los machos no deseados son incapaces de llegar al fondo del laberinto, pese a sus 1,6 metros por segundo. Su esperma se pierde en los primeros recovecos de la vagina. Pero cuando la pata quiere, afloja las paredes de su oviducto y da v¨ªa libre al futuro padre de sus hijos. Su criterio no puede ser m¨¢s darwinista. Seg¨²n algunos estudios, las hembras del azul¨®n se fijan en el amarillo del pico masculino, cuya intensidad se asocia a un sistema inmunol¨®gico sano, a la ausencia de enfermedades. La pata quiere garantizar que sus genes se perpet¨²en. Los genitales de los patos son, a juicio de Howard, ¡°una carrera armament¨ªstica entre machos y hembras¡±.
El naturalista brit¨¢nico Charles Darwin public¨® en 1871 su libro El origen del hombre y la selecci¨®n en relaci¨®n al sexo. En ¨¦l coqueteaba con la idea de que las hembras, con su criterio estricto, pod¨ªan impulsar la evoluci¨®n de algunos rasgos en los machos, como las extraordinarias cornamentas de los alces, m¨¢s un ornamento que un arma de ataque. ¡°Darwin empez¨® a ver a las hembras de determinadas especies, alces y pavos reales en particular, no como remilgadas extras relegadas a seguir en segundo plano el combate de los machos, sino como motores de cambio evolutivo. Aquello era un concepto revolucionario. Era el poder en manos de las hembras¡±, proclama Howard.
El zo¨®logo pone sobre la mesa problemas de conservaci¨®n relacionados de alguna manera con el sexo. El autor recuerda una visita nocturna a las minas de yeso de Cherry Hinton, gestionadas por The Wildlife Trusts y cercanas a Cambridge (Inglaterra). All¨ª, el experto David Seilly le descubre el aparentemente brutal impacto del alumbrado p¨²blico sobre las luci¨¦rnagas. "El problema est¨¢ en que muy probablemente los machos prefieren aparearse con las farolas antes que con las hembras", advierte Seilly. Una especie, reflexiona Howard, se podr¨ªa estar extinguiendo porque sus machos hacen caso omiso de sus hembras y se lanzan de cabeza contra vidrios iluminados.
Si 'Buscando a Nemo' fuera real, el padre se habr¨ªa convertido en una hembra y 'Nemo' habr¨ªa acabado practicando sexo con ¨¦l
Sexo en la Tierra tambi¨¦n arruina algunos mitos de la cultura popular. El zo¨®logo recuerda el caso de la pel¨ªcula de animaci¨®n Buscando a Nemo. El filme comienza con una pareja de peces payaso, macho y hembra, cuidando de sus huevas. De repente, una barracuda devora a la madre y Nemo, el ¨²nico huevo superviviente del ataque, es cuidado por su padre. Howard destripa el gui¨®n de ficci¨®n y construye otro m¨¢s veros¨ªmil, basado en lo que hace realmente un macho de pez payaso cuando muere su hembra.
¡°El padre, como muchos peces macho de arrecife, se habr¨ªa convertido en hembra. Hermafroditismo secuencial. Al ser hijo ¨²nico, Nemo habr¨ªa nacido como hermafrodita indiferenciado, habr¨ªa crecido desarroll¨¢ndose como macho y, en un giro genial, seguramente habr¨ªa acabado practicando sexo con su padre, ahora hembra¡±, relata el autor.
¡°Pero eso no es todo. Si el padre hubiera muerto despu¨¦s, Nemo habr¨ªa continuado con la tendencia familiar convirti¨¦ndose en hembra, para tener relaciones sexuales con su descendencia en caso de que no hubiera ning¨²n otro pez payaso por all¨ª¡±, remacha Howard.
El zo¨®logo remata su libro con un alegato en favor de la ciencia del sexo y en contra de la mojigater¨ªa de la sociedad. ¡°George Levick, el explorador ant¨¢rtico que tanto miedo ten¨ªa a la reacci¨®n que sus observaciones sobre los ping¨¹inos adelaida pudiese despertar en los c¨ªrculos acad¨¦micos, vivi¨® hace un siglo. En ocasiones me pregunto cu¨¢nto hemos progresado desde entonces en la percepci¨®n y el debate p¨²blico de ese tipo de cuestiones¡±.
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