Mar-a-Lago
Por esa falta de experiencia washingtoniana, Trump est¨¢ en esa etapa en la que a uno todo le sale regular
Miami es una ciudad desparramada. Necesitas transporte para todo. Algo que ha favorecido la existencia de compa?¨ªas como Uber y Lyft, que abastecen de conductores y autom¨®viles que te llevan por la mitad de lo que cobrar¨ªa un taxi normal. Esta semana los precios de ambos servicios se han disparado y sus propios conductores no saben explic¨¢rselo a los usuarios. ¡°?chele la culpa a Donald Trump¡±, dijo en espa?ol, porque era latino, el ¨²ltimo conductor al que pagu¨¦.
Pertenezco al grupo de observadores que insistimos en esperar hasta el d¨ªa 100 del Gobierno del presidente de EE?UU para dar una opini¨®n. Pero los acontecimientos se aceleran y acumulan. Trump se llev¨® al primer ministro japon¨¦s a su residencia de invierno, Mar-a-Lago, la antigua propiedad de la familia Merriweather Post, que ¨¦l regenta como un privilegiado club de golf desde 1995. All¨ª ofreci¨® una cena de Estado con m¨¢s platos que controles de seguridad. El r¨¦gimen de Corea del Norte decidi¨® poner a prueba un misil en el mar de Jap¨®n justamente a la hora de la cena en Mar-a-Lago. Ganas de fastidiar. Y, entonces, empez¨® el vodevil: Trump y sus asesores tuvieron que ponerse a leer documentos confidenciales en plena cena, ayud¨¢ndose con las linternas de sus m¨®viles mientras un miembro del club de golf aprovechaba para tomarse fotos con el agente que lleva y trae el malet¨ªn con el bot¨®n nuclear que debe estar siempre cerca del presidente. Gracias a Twitter, pudimos ver la cara de ese hombre que va con el petate de la ceca a la meca. Result¨® ser un afroamericano de menos de 30 a?os, de nombre Rick, uniformado y sonriente, feliz de hacer feliz con un selfie a un votante y socio de Trump. R¨¢pidamente han pixelado el rostro del militar, pero un amigo m¨ªo, que le gustan mucho los uniformes, hizo una foto y me confiesa que no sabe qu¨¦ le atrae m¨¢s, si el caballero, el patriota sonriente o el hecho de que tengan entre ellos dos el aparato con el cual Trump podr¨ªa acabar con el mundo.
Quieran o no, este tipo de cosas le est¨¢n dando tono a la era Trump. Sus votantes estaban hartos de los pol¨ªticos, quer¨ªan poner en el puesto m¨¢s pol¨ªtico del mundo a alguien que no lo fuera. Y pusieron a un millonario. Por esa falta de experiencia washingtoniana, Trump est¨¢ en esa etapa en la que a uno todo le sale regular. Para sus votantes, eso lo hace m¨¢s humano. A m¨¢s de uno le encantar¨ªa hacer ese tipo de cosas: sentar a su hija en el escritorio del Despacho Oval. Que su secretaria de Educaci¨®n invite a los telespectadores a comprar ropa de la marca de Ivanka Trump. O tener un asesor de seguridad nacional con una relaci¨®n oculta con el embajador ruso. Y ahora el selfie con el malet¨ªn nuclear. ¡°Se viene el impeachment¡±, me dijo el cubano de Uber. Hombre, ya se sabe que los isle?os exageran much¨ªsimo.
La histeria tambi¨¦n es mucha. Los fans de Beyonc¨¦ creen que le arrebataron los Grammys que se merec¨ªa y se los dieron a Adele porque es blanca y, adem¨¢s, escocesa con un acento de aqu¨ª te espero. Segu¨ª los Grammy en casa de un celebrado ganador de esos premios y a¨²n no salgo de mi asombro cuando ¨¦l subi¨® el volumen mientras Adele cantaba el homenaje al fallecido George Michael y dijo: ¡°Est¨¢ desafinada¡±. Segundos despu¨¦s, la cantante par¨® la actuaci¨®n, dijo una groser¨ªa y pidi¨® volver a empezar y, l¨®gicamente, se gan¨® all¨ª mismo el primero de sus Grammys. A m¨ª me record¨® ese momento que cuentan en los libros sobre Mar¨ªa Callas cuando fall¨® un agudo en la ¨®pera de Chicago, detuvo la orquesta y lo repiti¨® perfectamente, gan¨¢ndose una ovaci¨®n y el principio de su leyenda.
Es verdad que Beyonc¨¦ agota con su rollo de virgen embarazada y trascendente, pero su delirio nos permite observar que en el actual mundo de la m¨²sica mandan las mujeres. Un universo de ¨ªdolas. Adele, Beyonc¨¦, Lady Gaga, Katy Perry (la m¨¢s divina), que se quedar¨ªan af¨®nicas al ver a Ana Mato cantando en el juicio del caso G¨¹rtel con ese p¨¦simo repertorio de mujer antigua que no sabe de d¨®nde vienen los regalos que recibe y luce su marido. Gustar¨ªa que en alg¨²n momento le dieran las gracias a Madonna pero, igual que con Trump, tendremos que esperar 100 d¨ªas en Mar-a-Lago.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.