¡®Ye tesf¨¢ guz¨®¡¯, el andar esperanzado
En las zonas rurales de Etiop¨ªa, donde vive el 80% de la poblaci¨®n, la prevalencia de geohelmintos (gusanos transmitidos por el suelo), es elevad¨ªsima, a pesar de las desparasitaciones del Gobierno
Si alg¨²n viajero llega al pa¨ªs no dejar¨¢ de visitar esta ciudad. Aqu¨ª vivi¨® Pedro P¨¢ez, un jesuita espa?ol, el primer europeo que descubri¨® las fuentes del Nilo Azul; bonita y reconfortante casualidad en tierras tan lejos de Espa?a. Desde aqu¨ª visitar¨¢ las cataratas del Nilo, o los monasterios del lago con sus pinturas centenarias. Si se llega en avi¨®n, el paisaje desde el aire es cautivador. Parcelas, marrones y amarillas o rojizas y verdes si ha llovido, tapizan la superficie hasta donde alcanza la vista, que acaban en el horizonte con el azul verdoso del lago impasible. Casas aisladas o en peque?os grupos, marrones, cuadradas o redondas, crudamente se?aladas por la refulgente uralita, se funden con el paisaje. Cuando el avi¨®n se acerca a tierra se puede ver alguna figura, a paso ligero por las lindes de las parcelas o cruzando un campo, apresurada, casi corriendo. Posiblemente esa ser¨¢ la ¨²nica percepci¨®n que el viajero tenga de la zona rural que rodea la ciudad. Quiz¨¢s repare por las calles en alg¨²n campesino descalzo, con su pantal¨®n corto y una manta enrollada a la cabeza, detr¨¢s de dos o tres burros; o si visita el mercado local vea alguna mujer con su largo vestido blanco, cruzado por colores vivos que dibujan una cruz, y con un ni?o a la espalda. Cualquier espacio es bueno para vender mantequilla reci¨¦n hecha, unos limones, manojos de acelgas, cereales, mangos¡ All¨ª sentados. Fr¨¢giles y duros. Atemorizados y valientes. Parece que las construcciones, que proliferan por cada rinc¨®n del centro de la ciudad los van a sepultar. Pero no. Caminan cada d¨ªa desde muy temprano, con andar r¨¢pido y firme. Ye tesf¨¢ guz¨® me dijo alguien en am¨¢rico: andar con esperanza. Se ir¨¢n con el mismo paso al atardecer. Su lugar est¨¢ apenas a 25 kil¨®metros del centro de la ciudad.
?Qu¨¦ son las helmintiasis transmitidas por el suelo?
Tratamiento
Personas afectadas
Muertes anuales
Zonas end¨¦micas
Son una de las parasitosis m¨¢s comunes en todo el mundo y afectan a las comunidades m¨¢s pobres y desfavorecidas. Se transmiten por los huevecillos de los par¨¢sitos eliminados con las heces fecales de las personas infestadas, los que a su vez contaminan el suelo en zonas donde el saneamiento es deficiente. Las principales especies de helmintos transmitidos por el suelo que infectan al hombre son la asc¨¢ride (Ascaris lumbricoides), el tricoc¨¦falo (Trichuris trichiura) y el anquilostoma (Necator americanus y Ancylostoma duodenale). Las personas con infecci¨®n leve por lo general no presentan s¨ªntomas. Las m¨¢s graves pueden causar diversas manifestaciones, entre ellas, intestinales (diarrea y dolor abdominal), malestar general y debilidad, as¨ª como deterioro del desarrollo cognitivo y f¨ªsico.
La OMS recomienda el tratamiento farmacol¨®gico (verm¨ªfugo) peri¨®dico sin diagn¨®stico individual previo para todas las personas en situaci¨®n de riesgo que vivan en zonas end¨¦micas. El tratamiento debe administrarse una vez al a?o si la prevalencia de referencia de helmintiasis transmitidas por el suelo en la comunidad supera el 20% y dos veces al a?o si la prevalencia supera el 50%.
En todo el mundo hay alrededor de 1.500 millones de personas infectadas por helmintos transmitidos por el suelo.
No es una enfermedad mortal.
Las helmintiasis transmitidas por el suelo est¨¢n ampliamente distribuidas por las zonas tropicales y subtropicales, especialmente en el ?frica subsahariana, Am¨¦rica, China y Asia oriental.
Fuente: OMS
Nos dirigimos por la ma?ana a una aldea. No est¨¢ lejos de la carretera principal y sin embargo parece otro mundo. Dejamos el asfalto por un sendero de tierra y llegamos hasta donde puede avanzar el coche. Despu¨¦s, una senda polvorienta, una ladera escarpada que desciende hacia la orilla del lago. Al coordinador del proyecto y a m¨ª nos acompa?an dos enfermeros y un trabajador de salud. Cargamos el material entre todos y comenzamos a andar. Todo es quietud. Muy temprano, est¨¢ saliendo el sol. A esta hora adentrarse aqu¨ª es caminar por un id¨ªlico paisaje, de campos de cereales suavemente mecidos por la brisa. A lo lejos la bruma cubre el lago. Nos cruzamos con reba?os de vacas conducidos por ni?os, que golpean a los animales con un palo para animarlos a seguir. Hombres descalzos, corriendo en fila por el campo. Todav¨ªa llevan una manta sobre los hombros, porque la noche ha sido muy fr¨ªa. Ni?os que a trompicones se dirigen a la escuela en peque?os grupos y que nos miran sonrientes y curiosos. Las ropas rotas que llevan dejan ver marcadas sus costillas en la piel. Flacos, pero con barriga abultada. Una mujer con un fardo en la cabeza, muy esbelta. Un chico empuja a una mula que tira de una carreta de dos ruedas. Va cargada de garrafas de pl¨¢stico amarillo con tap¨®n rojo. Se dirige a alg¨²n riachuelo cercano al lago. En unas horas volver¨¢ por el mismo camino, llenas ya con agua. Entonces el calor ser¨¢ abrasador y dar¨¢ la impresi¨®n de que el polvo seco ha invadido todo, haciendo el camino casi insoportable para alguien poco acostumbrado a esta dureza.
Las infecciones por geohelmintos (gusanos del suelo) afectan a m¨¢s 1.500 millones de personas en el mundo, normalmente las m¨¢s desfavorecidas?
Andamos media hora, una hora, con palos, para defendernos de los perros que encontramos en cualquier lugar. Llegamos a una casa hecha de troncos tapizados por barro y paja. Frente a la puerta, una cafetera de barro humea en una hoguera. En el porche que protege la entrada, una mujer, envuelta en humo, prepara inyera, el alimento b¨¢sico en Etiop¨ªa, mientras vigila el caf¨¦. Ya ha preparado cereales para secar al sol. En el interior, penumbra y fresco. Es una estancia sin un solo mueble. Cuelgan de la pared utensilios de mimbre y cuero. Sentado en una grada adosada a la pared un hombre desgrana ma¨ªz. R¨¢pidamente la mujer, con un ni?o colocado en la cintura, nos ofrece asiento despu¨¦s de poner sobre la grada una piel seca para que nos sentemos. Con calma, con cuidado y con el respeto que ellos nos demuestran, les explicamos a qu¨¦ venimos: ¡°Hola, trabajamos en un proyecto espa?ol. Estudiamos par¨¢sitos de la tripa¡±.
Las infecciones por geohelmintos (gusanos del suelo) se encuentran entre las infecciones m¨¢s comunes en todo el mundo y afectan a las poblaciones m¨¢s pobres y desfavorecidas. La Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) estima que afectan a m¨¢s 1.500 millones de personas en el mundo. Estos par¨¢sitos viven en el intestino de personas infectadas. Aqu¨ª producen miles de huevos cada d¨ªa, que pasan a las heces, contaminando el suelo y las fuentes de agua, en ¨¢reas donde no existe saneamiento. Las personas se infectan al ingerir huevos, presentes en sus manos, en utensilios, en alimentos contaminados, o a trav¨¦s de la penetraci¨®n de la piel por larvas que se desarrollan en el suelo. Producen un amplio espectro de s¨ªntomas, especialmente severos en los ni?os: diarrea, dolor abdominal, malestar general, debilidad, anemia, por p¨¦rdida de sangre, malnutrici¨®n.
El padre asiente: ¡°S¨ª, eso es importante para nuestros hijos, a veces dejan de ir a la escuela¡±. Seguimos explicando: ¡°Nos gustar¨ªa poder ayudarles, pero para eso necesitamos saber cu¨¢ntas personas los sufren en esta comunidad. Para ello analizaremos las heces de quienes quieran participar¡±. Un chico joven se r¨ªe. Le da verg¨¹enza. Tambi¨¦n les sacaremos sangre para ver si tienen anemia, por los par¨¢sitos. El padre sonr¨ªe socarr¨®n: ¡°Nos hab¨¦is quitado todo y ahora tambi¨¦n quer¨¦is quitarnos nuestras heces y nuestra sangre¡±. Todos r¨ªen y todos se animan a participar sin dudarlo. Repartimos peque?os contenedores. Mientras el padre va contestando a nuestras preguntas, la mujer cocina:
¡ª?Fue a la escuela?
¡ªS¨ª, unos a?os de peque?o s¨ª que fui.
¡ª?Sabe leer y escribir?
¡ªNo, bueno, mi nombre s¨ª s¨¦.
¡ª?Tienen agua potable en casa?
¡ªNo. Nos iban a ense?ar a construir un pozo, pero nadie ha venido.
¡ª?Tienen electricidad?
¡ªNo.
¡ª?Tienen letrina?
¡ªNo.
?Llevan los ni?os zapatos?;
¡ªNo...; no...; no...
Si no tienen letrina defecar¨¢n en a¨¦reas abiertas, alrededor de la casa, en los campos de cultivo, en un riachuelo cercano, contaminando con sus heces infectadas suelo y agua. Si no tienen pozos de agua potable usar¨¢n la del r¨ªo, contaminada con huevos de par¨¢sitos, para lavar alimentos, para beber, para su higiene personal y se infectar¨¢n. Si no tiene zapatos pisar¨¢n descalzos la tierra contaminada y las larvas de los gusanos del suelo atravesar¨¢n su piel y se infectar¨¢n tambi¨¦n as¨ª. Si no tienen electricidad no les llegar¨¢ por radio o televisi¨®n la informaci¨®n que el gobierno difunde para mejorar su higiene y saneamiento, para prevenir infecciones. Si dejan de ir a la escuela, porque se encuentran mal, no aprender¨¢n y no tendr¨¢n la m¨¢s m¨ªnima posibilidad de elegir un futuro mejor.
Los par¨¢sitos producen un amplio espectro de s¨ªntomas, especialmente severos en los ni?os: diarrea, dolor abdominal, malestar general, debilidad, anemia, por p¨¦rdida de sangre, malnutrici¨®n
Cuando terminamos es imposible irse sin haber comido algo, lo mismo que coman ellos. Todos juntos. Y tenemos que seguir. La mujer sale al mercado. El hombre al campo. ¡°Mi hijo os gu¨ªa¡±; y acompa?ados de un ni?o vamos en busca de la siguiente vivienda. Y as¨ª seguiremos, casa por casa. Escuchando quejas por el abandono en que viven, y risas tambi¨¦n, muchas, a pesar de la dureza y la pobreza que rodea todo. El sonido del avi¨®n que va a Addis Abeba por la ma?ana nos recuerda que hay otro mundo fuera. A veces al alejarnos nos sigue alguien para preguntar algo que no se ha atrevido delante de todo el mundo: ¡°Yo no tengo hijos, ?t¨² sabes qu¨¦ podr¨ªa hacer?¡±. ¡°?Vosotros pod¨¦is decirme si tengo sida?, es que tengo miedo¡±. ¡°Mi hermana tiene un problema, no controla sus deposiciones, se mezclan¡± ?Por qu¨¦? ?Qu¨¦ le ha pasado? La chica est¨¢ asustada, al final nos cuenta, pero no encuentra palabras, no sabe expresarse o le da mucha verg¨¹enza. ¡°Bueno, soy yo. Desde que tuve a mi hijo aqu¨ª en la casa. Intent¨¦ un remedio que me dijo una se?ora mayor, pero no funciona¡±. Una f¨ªstula¡
A mediod¨ªa tenemos que irnos a procesar las muestras en el laboratorio. Por el camino un hombre nos persigue corriendo: ¡°?Por favor, ten¨¦is que venir a mi casa!¡±. Ma?ana, ma?ana volveremos, le visitaremos, prometido.
El camino de regreso siempre parece m¨¢s largo. El sol ya quema. Nadie habla. Nos vamos. Un d¨ªa con una incre¨ªble sensaci¨®n de haber estado en un cuento de otro tiempo, lleno de suaves risas y placidez; otro, con el coraz¨®n encogido por la dureza implacable de la vida en algunos lugares; otro, con la firme convicci¨®n de que podemos hacer algo por un futuro mejor. Por la tarde en el laboratorio, otra cruda realidad: el 80% de los ni?os y adultos tienen par¨¢sitos. Y volveremos ma?ana, nos uniremos a su andar r¨¢pido, con la esperanza de que nuestro esfuerzo d¨¦ voz a estas gentes olvidadas.
La doctora Arancha Amor es responsable del proyecto Geohelmintos_ Etiop¨ªa de la Fundaci¨®n Mundo Sano y el Instituto de Salud Carlos III.