Esposas de
No importa qu¨¦ estilo escojas. Eso s¨ª, hay un requisito imprescindible: estar forrada
Hay muchas maneras de ser una mujer florero. La infanta Cristina, por ejemplo, prefiere ser florero de oficina: trabaja para una instituci¨®n bancaria y tiene asesores del m¨¢s alto nivel, pero firma lo que le pone el marido sin enterarse. Pum, aparece de repente un palacete de seis millones de euros. Pum, un puesto de directivo en Washington. Los jarrones de lujo, como los beb¨¦s, aceptan el mundo tal cual viene, sin cuestionar el color de la moqueta.
Melania Trump opta por el modelo florero de fiesta. Su m¨¢xima es "pasa de todo, t¨ªa". Apenas se deja ver. Pone mala cara hasta para recitar los esl¨®ganes del marido. Ni siquiera se muda a la Casa Blanca. Eso s¨ª, cuando hace falta en una gala, ah¨ª est¨¢ Melania, con todas sus joyas, porque un diamante dice m¨¢s que mil palabras.
Tambi¨¦n se puede recurrir a los cl¨¢sicos, como el estilo Jackie de florero de alta gama. En su nuevo biopic, dirigido por Pablo Larra¨ªn, la viuda del presidente Kennedy es m¨¢s superficial que una capa de r¨ªmel. Su mayor aporte a la humanidad es conducir un reality show inmobiliario sobre la Casa Blanca. Su mayor preocupaci¨®n: conseguirle a su marido asesinado un entierro a lo grande.
No importa qu¨¦ estilo escojas. Eso s¨ª, hay un requisito imprescindible: estar forrada. La mayor¨ªa de las se?oras del mundo no pueden permitirse el lujo de ser mujeres florero (y yo tampoco, con lo que me gustar¨ªa). "Esposa de" o "mujer florero" son t¨ªtulos nobiliarios, como los de duquesa o baronesa, esas palabras que no sirven para nada pero cuestan una pasta, y solo se usan en el mundo lejano de las pel¨ªculas y los telediarios, donde t¨² y yo nunca habitaremos.
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