Sin magistradas, no es Constitucional
No vale esgrimir el argumento facil¨®n, y perversamente machista, de que no hay suficientes mujeres juristas para optar a los sillones del Constitucional
El concepto de democracia paritaria ha dado lugar en las ¨²ltimas d¨¦cadas a un permanente debate en torno a su significado y, sobre todo, en torno a las consecuencias en que ha de proyectarse en nuestros sistemas constitucionales. Aunque han predominando las discusiones centradas en su dimensi¨®n m¨¢s cuantitativa ¡ªla presencia de las mujeres en posiciones de poder y los instrumentos para hacerla efectiva¡ª, no deber¨ªamos olvidar que la paridad tiene tambi¨¦n una dimensi¨®n cualitativa que nos remite a las ra¨ªces mismas de la democracia.
Si efectivamente la igualdad es el principio jur¨ªdico y el valor ¨¦tico que sustenta el sistema que, pese a sus miserias, es el que mejor garantiza los derechos y libertades de los individuos, dif¨ªcilmente el mismo merecer¨¢ el calificativo de democr¨¢tico si la mitad femenina no goza de un estatuto de ciudadan¨ªa igual al de los hombres. Es decir, si no participan en las mismas condiciones y con las mismas oportunidades en el ejercicio del poder y si el sexo contin¨²a siendo determinante de discriminaciones. Por lo tanto, no es osada sino por el contrario obligada consecuencia afirmar que la democracia o es paritaria o no es.
Es la salud de nuestro sistema democr¨¢tico, recordemos, la que est¨¢ en juego.
A la espera de que el principio de paridad se incorpore de manera expresa en una urgente y necesaria reforma constitucional, no podemos negar a estas alturas que el mismo forma parte de las esencias del sistema y que, por lo tanto, ha de proyectarse en cualquier actuaci¨®n de los poderes p¨²blicos y ha de presidir cualquier interpretaci¨®n que hagamos de nuestro ordenamiento jur¨ªdico. Porque, insisto, estamos hablando nada m¨¢s y nada menos que del derecho fundamental de las mujeres a acceder al espacio p¨²blico, a participar en el ejercicio del poder y a formar parte de la definici¨®n de las pol¨ªticas que nos afectan a todas y a todos.
El denominado mainstreaming de g¨¦nero nos obliga, y as¨ª se subray¨® hace a?os en el Derecho Comunitario, a que la igualdad de mujeres y hombres no solo sea un principio transversal a cualquier pol¨ªtica, sino que ha de ser el principal, en cuanto que nos remite a la condici¨®n esencial que como individuos nos sit¨²a en el espacio democr¨¢tico. De ah¨ª, por tanto, que las mujeres, en cuanto ciudadanas, tengan el mismo derecho que nosotros a estar en las instituciones, sin que en su caso, como suele ser habitual, se les exija un plus de m¨¦ritos o capacidades. Tienen el mismo derecho que nosotros a estar y, por lo tanto, como dir¨ªa Amelia Valc¨¢rcel, a ser tan malas como nosotros podemos serlo en el ejercicio del poder.
Estas lecciones b¨¢sicas de democracia ¡ªporque no se trata de otra cuesti¨®n aunque algunos interesadamente, supongo que para mantener sus dividendos, las identifiquen como una reivindicaci¨®n feminista y , por tanto, seg¨²n ellos, parcial¡ª deber¨ªan tenerlas presentes los partidos pol¨ªticos que en fechas pr¨®ximas tendr¨¢n que participar en la selecci¨®n y nombramiento de las personas que integran el Tribunal Constitucional.
No creo que haga falta recordar el evidente desequilibrio que ha existido y que existe en su composici¨®n, como tampoco creo necesario recordar que el important¨ªsimo papel que dicho ¨®rgano juega en la garant¨ªa de nuestro sistema. Simplemente teniendo en cuenta que el Tribunal Constitucional tiene entre sus funciones decidir cuando una ley es o no constitucional, adem¨¢s de que act¨²a como ¨²ltimo garante de nuestros derechos fundamentales a trav¨¦s del recurso de amparo, bastar¨ªa para que fuese m¨¢s que evidente la necesidad de su composici¨®n equilibrada. Y no solo porque se trate de un mandato establecido expresamente en el art. 16 de la LO 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, sino porque por exigencia democr¨¢tica las ciudadanas deben estar presentes en un ¨®rgano que permanentemente est¨¢ interpretando, acomodando y en ocasiones (no siempre) d¨¢ndole vitalidad a nuestro ordenamiento. De ah¨ª que, por ejemplo, no se entienda que hayamos puesto correctivos para que el Parlamento tenga una composici¨®n equilibrada de mujeres y hombres, mientras que dejamos que el Tribunal Constitucional ¡ªque con frecuencia act¨²a como un ¡°legislador negativo¡±¡ª siga ocupado mayoritariamente por varones.
Insisto: se trata de una reivindicaci¨®n que deriva del mismo derecho de ciudadan¨ªa que tienen las mujeres pero tambi¨¦n de la necesidad de que todas las instancias p¨²blicas reflejen las m¨²ltiples miradas que pueden hacerse sobre la sociedad que vivimos. De ah¨ª que la paridad, tambi¨¦n en el Tribunal Constitucional, acabe siendo garant¨ªa de mayor justicia social y de respuestas m¨¢s ajustadas a una realidad marcada por las relaciones de g¨¦nero.
Y, por supuesto, frente a estas exigencias radicales, porque de hecho se nutren de los ra¨ªces del constitucionalismo, no vale esgrimir el argumento facil¨®n, y perversamente machista, de que no hay suficientes mujeres juristas para optar a los sillones del Constitucional. Habr¨ªa que recordarle al ministro de Justicia, que por cierto forma parte de un gobierno en el que la paridad brilla por su ausencia, (no s¨¦ si porque en el PP carecen de afiliadas o simpatizantes con el mismo nivel de competencia que los hombres), que las mujeres llevan ya d¨¦cadas demostrando, tambi¨¦n en el ¨¢mbito del Derecho, que son tan o m¨¢s brillantes que nosotros, o como m¨ªnimo, igual de mediocres o malas que sus colegas varones. Escudarse en ese tipo de argumentos es la prueba m¨¢s evidente de que la pol¨ªtica y su principal instrumento, el Derecho, siguen en manos de los jerarcas patriarcales que se resisten a abandonar sus posiciones de privilegio. Porque, claro, para que entren ellas, algunos de ellos deber¨¢n hacerse a un lado.
Las mujeres tienen el mismo derecho que nosotros a estar en las instituciones, sin que, como suele ser habitual, se les exija un plus de m¨¦ritos o capacidades
Esperemos pues que pr¨®ximamente el Tribunal Constitucional, que por cierto no goza de la buena salud que debiera, responda al fin a un equilibrio desde el punto de vista de g¨¦nero, tal y como por cierto responde a otro tipo de equilibrios ¡ªterritoriales, partidistas¡ª que nadie parece discutir. As¨ª lo reclama la Asociaci¨®n Espa?ola de Mujeres Juezas y con ella todas las personas que hemos firmado un manifiesto llamando la atenci¨®n de quienes en pr¨®ximas fechas tendr¨¢n en sus manos la posibilidad de hacer un ¨®rgano paritario, es decir, democr¨¢tico, o si por el contrario deciden que siga obedeciendo a los dictados de eso que Clara Campoamor denomin¨® ¡°rep¨²blica aristocr¨¢tica de privilegio masculino¡±. Es la salud de nuestro sistema democr¨¢tico, recordemos, la que est¨¢ en juego.
Manifiesto: 'Por un Tribunal Constitucional equilibrado'
Si quieres firmar el manifiesto, redactado por la Asociaci¨®n de Mujeres Juezas y que reivindica una verdadera participaci¨®n de las mujeres en todas las esferas sociales, pol¨ªticas, culturales o judiciales, puedes hacerlo en el siguiente enlace: Por un Tribunal Constitucional equilibrado.
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