Menos OTAN, ?m¨¢s Europa?
No se trata de gastar m¨¢s en defensa, sino de gastar mejor, a trav¨¦s del sistema de cooperaci¨®n
Hoy, tras salir a trompicones de la crisis existencial que supuso en los noventa la implosi¨®n de la URSS y m¨¢s tarde el 11-S (Washington ni respondi¨® a la activaci¨®n del art¨ªculo V del Tratado), la fortaleza de la OTAN es m¨¢s aparente que real. El problema no se circunscribe al debilitamiento del v¨ªnculo trasatl¨¢ntico ¡ªsea por el pivote Asia-Pac¨ªfico o por el eterno debate sobre el reparto de la carga¡ª, sino que incluye el cuestionamiento de los valores comunes que le dieron origen ¡ªv¨¦ase la inquietante deriva de Polonia, Rumania, Hungr¨ªa y Turqu¨ªa¡ª, la falta de voluntad para actuar ante hechos consumados ¡ªcomo el conflicto de Georgia (2008) o la toma de Crimea (2014)¡ª y su bajo rendimiento como imperfecto polic¨ªa mundial ¡ªsirva Afganist¨¢n como ejemplo. A eso se suman tambi¨¦n los desacuerdos entre quienes prefieren una cl¨¢sica alianza de defensa colectiva frente a la amenaza rusa y quienes desean una organizaci¨®n de seguridad global, mientras buscan desesperadamente nuevas razones de ser (sea el terrorismo yihadista o frenar las oleadas de refugiados en el Mediterr¨¢neo).
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Sobre esa base, el exabrupto de Trump, calificando a la Alianza de obsoleta, coloca a los 26 miembros europeos de la OTAN ante un serio dilema. Hoy, el paraguas de seguridad estadounidense sigue siendo central para todos ellos. Cuando se cumplen ya 60 a?os del Tratado de Roma, la minor¨ªa de edad pol¨ªtica de la UE implica una subordinaci¨®n estrat¨¦gica ante Washington, sin posibilidad a corto plazo de modificar las bases de un sistema que ha permitido garantizar el bienestar y la seguridad europea occidental. Sumidos como estamos en una crisis existencial de incierta resoluci¨®n, la tentaci¨®n de caer en el ¡°m¨¢s de lo mismo¡± ¡ªes decir, seguir anclados a la OTAN como garante de nuestra seguridad y defensa¡ª es bien obvia. En esa l¨ªnea, lo m¨¢s previsible es que todos se apresten a cumplir el requerimiento del t¨¢ndem Mattis-Pence en su reciente visita al continente, presentando antes de final de a?o los planes para cumplir con el compromiso de dedicar el 2% del PIB a la defensa.
Por otro lado, est¨¢ claro que, a pesar de sus denodados intentos por aparentar otra cosa, la OTAN sigue siendo una organizaci¨®n de defensa. Sabemos que para responder al tipo de amenazas y riesgos actuales es preciso contar con mecanismos no solo multilaterales, sino tambi¨¦n multidimensionales. Y en ese terreno nadie est¨¢ potencialmente mejor equipado que la UE. En su reciente Estrategia Global (junio de 2016) la UE dice aspirar a la autonom¨ªa estrat¨¦gica, un objetivo imprescindible si realmente quiere contar en el escenario internacional, sin someterse necesariamente a otros; pero para el que debe primero dotarse de una voz ¨²nica. Adem¨¢s de definir sus intereses propios, la clave para alcanzar ese objetivo pasa por la activaci¨®n de la voluntad pol¨ªtica para poner en com¨²n las capacidades ya existentes (la suma militar de los Veintiocho convertir¨ªan de inmediato a la Uni¨®n en la segunda potencia militar del planeta).
La opini¨®n p¨²blica dif¨ªcilmente entender¨¢ que se aumenten los presupuestos de defensa cuando se acent¨²an los efectos dram¨¢ticos de la austeridad
No se trata de gastar m¨¢s en defensa, sacralizando el 2% como ya se hizo en su d¨ªa con los criterios de Maastricht, sino de gastar mejor, aprovechando el sistema de cooperaciones estructuradas permanentes para planificar y dise?ar respuestas multidimensionales a los problemas que nos afectan. Y, en alg¨²n momento, ese esfuerzo habr¨¢ que realizarlo en paralelo al de la OTAN; salvo que queramos seguir escuchando las recriminaciones estadounidenses, como si su implicaci¨®n fuera puro altruismo y no defensa de sus intereses.
Frente a este dilema ¡ªy cuando solamente EEUU (3,6%), Grecia (2,4%), Gran Breta?a (2,2%), Estonia (2,2%) y Polonia (2%) est¨¢n al d¨ªa con lo acordado en Gales (2014)¡ª son varios los que ya est¨¢n haciendo cuentas. Unas cuentas de complicado encaje, tanto por dificultades t¨¦cnicas para acomodar las diferentes visiones internas en algunos gobiernos (como en el caso alem¨¢n) como por las previsibles resistencias de una opini¨®n p¨²blica que dif¨ªcilmente entender¨¢ que se aumenten los presupuestos de defensa cuando se acent¨²an los efectos dram¨¢ticos de una austeridad que supone un duro y generalizado castigo. Baste se?alar que Alemania pasar¨ªa de dedicar 37.000 millones a su defensa a superar los 60.000, generando de paso un renovado temor entre algunos vecinos por lo que percibir¨ªan como un rearme alem¨¢n.
?Acabaremos parad¨®jicamente dando las gracias a Trump por forzarnos a abandonar nuestra adolescencia estrat¨¦gica?
Jes¨²s A. N¨²?ez Villaverde es codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acci¨®n Humanitaria (IECAH).
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