Podemos ya no es populista
El partido de Iglesias pierde un relato m¨¢s integrador y se transforma en una izquierda cl¨¢sica con el viejo sabor de un partido sist¨¦mico m¨¢s
Con el relevo de Errej¨®n tras la catarsis fratricida de Vistalegre, Podemos pierde en lo ideol¨®gico lo bueno y lo malo del populismo de izquierdas que el joven d¨ªscolo encarnaba. Su destituci¨®n rompe, as¨ª, una forma de liderazgo bic¨¦falo que aunaba los usos reflexivos de su figura intelectual con el peculiar carisma de Iglesias.
Esforzado seguidor de la cimbreante escuela de Laclau y Mouffe, Errej¨®n mantuvo una cr¨ªtica incisiva contra el ¡°esencialismo de clase¡± de la izquierda filomarxista. El consenso que gener¨® el 15-M hab¨ªa dado ya algunas pistas: no era la venganza de la izquierda, sino la expresi¨®n de un ¡°nosotros¡± que proclamaba su unidad en el ¡°no nos representan¡±. La respuesta pol¨ªtica a la indignaci¨®n moral se orient¨® en clave populista: ofrecer un contrapoder eficaz frente a pulsiones m¨¢s cl¨¢sicamente reaccionarias que funcionara, al tiempo, como contrapeso de los partidos sist¨¦micos.
Con el cambio de equilibrios de poder, la opci¨®n de las mayor¨ªas se congela mientras la vieja guardia militante se consolida dentro de Podemos. Si el partido se reduce a la identidad de una clase ideol¨®gica, la construcci¨®n de un sujeto pol¨ªtico amplio cede: ¡°Mi proyecto interpela a los que no est¨¢n aqu¨ª, no solo a los que est¨¢n¡±, era el mantra del disc¨ªpulo laclauniano. Para bien o para mal, el partido de Iglesias pierde un relato m¨¢s integrador y se transforma en una izquierda cl¨¢sica con el viejo sabor de un partido sist¨¦mico m¨¢s. De paso, difumina las tensiones entre formas radicales y moderadas, protesta e instituciones, izquierdismo y populismo.
El swing del t¨¢ndem Iglesias-Errej¨®n consist¨ªa en que el n¨²mero dos complementaba al uno porque era alguien distinto que atra¨ªa a votantes distintos. Montero, por el contrario, funciona como el espejo que refuerza la identidad del l¨ªder. Esa perfecta comuni¨®n, ese giro a la unidad, sigue una l¨®gica especular: al contemplarse en su segunda, Iglesias no vacila, y obtiene su propia imagen luminosa de l¨ªder con mando en plaza. Lo dec¨ªa Kafka: la unidad no es uni¨®n, pues en ella no hay fluir hacia otra parte. Es el tenebroso riesgo del poder. Toda aspiraci¨®n a la unidad elimina la diferencia. @MariamMartinezB
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