El uso de la Corona
El Gobierno debe aumentar la presencia institucional del Rey en beneficio de todos
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El mes pr¨®ximo, Felipe VI cumplir¨¢ mil d¨ªas en el trono. 33 meses en los que ha tenido que afrontar importantes retos, especialmente durante el a?o en el que el pa¨ªs estuvo sin Gobierno. Lleg¨® a la jefatura del Estado tras la abdicaci¨®n de su padre, Juan Carlos I (un hecho in¨¦dito en la historia reciente de Espa?a), con la reputaci¨®n de la Monarqu¨ªa bajo m¨ªnimos, el movimiento independentista catal¨¢n en plena efervescencia y en medio del procesamiento de su hermana Cristina de Borb¨®n y su cu?ado I?aki Urdangarin por diversos delitos en el caso N¨®os.
Ante una situaci¨®n tan poco favorable opt¨® por una estrategia conservadora, ci?¨¦ndose a las funciones que le marca la Constituci¨®n y evitando cualquier asunto que pudiera poner en tela de juicio su imparcialidad o el respeto por las instituciones del Estado.
El resultado de su actuaci¨®n ha sido positivo en l¨ªneas generales, y as¨ª lo corroboran las encuestas m¨¢s recientes. Sin embargo, como nos ha recordado la sentencia del caso N¨®os, un asunto que fue decisivo en la decisi¨®n de abdicaci¨®n del anterior Rey y que sigue afectando a la reputaci¨®n de la familia real de forma negativa, el horizonte est¨¢ lejos de estar despejado.
Pasado este tiempo de rodaje, ser¨ªa deseable que Felipe VI intensificara su actuaci¨®n institucional dentro y fuera de Espa?a. Sin embargo, no es al Rey al que se debe reclamar una mayor actividad institucional, sino al Gobierno. La Constituci¨®n espa?ola establece en sus art¨ªculos 56 y 64 que el monarca no tiene responsabilidad sobre sus actos y que estos actos ser¨¢n refrendados por el presidente del Gobierno. O, lo que es lo mismo, que es el Ejecutivo el que le marca la agenda y le controla sus intervenciones p¨²blicas.
No tiene sentido que Mariano Rajoy mantenga la actividad institucional de Felipe VI en un nivel de tan bajo perfil que incluso est¨¦ poniendo en riesgo de irrelevancia el papel del Rey. Espa?a tiene ante s¨ª muchos y muy graves problemas de ¨ªndole pol¨ªtica y social, y el jefe del Estado podr¨ªa ayudar a buscar soluciones con una mayor presencia p¨²blica, manteniendo su imparcialidad, pero ayudando en los procesos de di¨¢logo. El mandato constitucional, aunque muy tasado, le otorga un margen de maniobra que deber¨ªa utilizarse, especialmente en lo referente a Catalu?a.
Todo ello, sin olvidar el papel que el Rey deber¨ªa jugar en la pol¨ªtica exterior y que ha estado muy por debajo de sus posibilidades en lo que va de mandato. Todav¨ªa est¨¢ reciente la suspensi¨®n incomprensible del importante viaje a Reino Unido en 2016. Juan Carlos I y el propio Felipe VI han sido durante a?os los mejores embajadores de Espa?a y han jugado un papel decisivo en la relaciones exteriores, especialmente con los pa¨ªses de Iberoam¨¦rica, donde la entrada de escena de Donald Trump hace a¨²n m¨¢s evidente el vac¨ªo de liderazgo espa?ol y europeo. Es absurdo desaprovechar la capacidad del Monarca en este y otros terrenos. La Jefatura del Estado, como las dem¨¢s instituciones, puede y debe ser ¨²til.
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