La democracia tribal
Los votantes no deber¨ªamos delegar la responsabilidad de formarnos un criterio propio en manos ajenas. Adquirir informaci¨®n sobre cuestiones pol¨ªticas complejas consume tiempo y esfuerzo, de modo que la posici¨®n del grupo tiene un gran peso
![](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/Y7OA3J3R7KHPY7BKXNQWULV3PQ.jpg?auth=12da3986e5b6a619f262638e39bdcc2c1d4fdc471d9639d203cf016c0406e216&width=414)
La libertad es al partidismo lo que el aire es al fuego. La frase es de James Madison, uno de los redactores de la Constituci¨®n de Estados Unidos y el cuarto presidente del pa¨ªs. ?l y otros padres fundadores tem¨ªan que la naci¨®n que estaban formando se consumiera en la divisi¨®n. En mayor o menor medida, el dise?o institucional americano marc¨® la pauta de todas las democracias que le han sucedido. Por tanto, los miedos de sus arquitectos deben ser tambi¨¦n los nuestros, los de todos. ?Puede el faccionalismo poner en riesgo la expansi¨®n democr¨¢tica? ?Son los movimientos s¨ªsmicos que est¨¢n teniendo lugar a un lado y otro del Atl¨¢ntico un indicador de la crisis sist¨¦mica? Y, de ser as¨ª, ?c¨®mo se puede resolver?
En su Democracy for realists, Chris Achen y Larry Bartels elaboran los fundamentos de la cr¨ªtica y extienden una dura mirada sobre el modelo actual. Votar no es, dicen, una expresi¨®n de preferencias ideol¨®gicas ni de intereses claramente predeterminados por el elector antes de ir a las urnas. Tampoco consiste en una evaluaci¨®n precisa de la tarea realizada por los gobernantes. En esencia, los autores argumentan que el proceso de formaci¨®n de opiniones, tanto en prospectiva (qu¨¦ queremos que sea de nuestro pa¨ªs) como en retrospectiva (c¨®mo nos parece que ha funcionado hasta ahora), no es tan limpio como requieren sus visiones m¨¢s idealizadas. ?Qu¨¦ mueve, entonces, a los votantes? Seg¨²n Achen y Bartels, es la pertenencia a un grupo, la definici¨®n de l¨ªmites entre quienes est¨¢n dentro y quienes quedan fuera. Una b¨²squeda conjunta de identidad, cuya suprema expresi¨®n ser¨ªa, por supuesto, el partidismo.
Otros art¨ªculos del autor
En este mundo, los votantes combinar¨ªan tres fuentes para conformar sus posiciones sobre un tema determinado: su acervo de conocimientos previos (incluyendo prejuicios y mitos), la interpretaci¨®n que del mismo les ofrece su grupo de referencia (religi¨®n, etnia, partido) y los hechos y datos espec¨ªficos que puedan recoger sobre el asunto en cuesti¨®n. Adquirir informaci¨®n sobre cuestiones pol¨ªticas complejas consume tiempo y esfuerzo, as¨ª que la posici¨®n del grupo adquiere un peso particularmente importante. Ser¨ªa f¨¢cil pensar que son los individuos menos informados, preparados o educados quienes se comportan de manera m¨¢s gregaria. Pero tambi¨¦n err¨®neo: al fin y al cabo, si observamos nuestro alrededor con gafas partidistas, cuanto m¨¢s las utilicemos, mayor ser¨¢ nuestro sesgo. N¨®tese el poder que ofrece esto a los dirigentes pol¨ªticos capaces de subrayar qu¨¦ importa, qu¨¦ no, por qu¨¦ importa y c¨®mo deber¨ªa ser solucionado; influyendo incluso, o sobre todo, entre las clases medias y acomodadas particularmente interesadas en pol¨ªtica.
Ante esto, no son pocos los que sienten la tentaci¨®n elitista, derivando cada vez m¨¢s capacidad de decisi¨®n a agentes que no deban someterse a dictado p¨²blico alguno. Hasta llegar al extremo: en su intencionadamente pol¨¦mico Against Democracy, el fil¨®sofo Jason Brennan argumenta que, si la democracia no es capaz de producir los mejores resultados ni de representar fielmente las visiones y los intereses de los votantes, ?no ser¨ªa razonable considerar su sustituci¨®n por un r¨¦gimen alternativo que s¨ª lo haga? Como por ejemplo, sugiere, la epistocracia: el gobierno de los m¨¢s sabios.
La magia de las elecciones es la existencia de una alternativa encarnada por una oposici¨®n cre¨ªble
Pero otorgar el poder a una sola porci¨®n de la sociedad no puede asegurar una mejora en la distribuci¨®n de los recursos disponibles por una simple raz¨®n: si la nueva ¨¦lite tecn¨®crata no tiene incentivos a cooperar, ?por qu¨¦ iba a hacerlo? La magia de las elecciones es precisamente la existencia de una alternativa encarnada por una oposici¨®n cre¨ªble. Su desaparici¨®n acabar¨ªa dando la raz¨®n a quienes se sit¨²an justo en el otro extremo de las alternativas ante la crisis de la democracia: la opci¨®n populista (palabra empleada aqu¨ª en su acepci¨®n estrat¨¦gica) proviene de una aceptaci¨®n completa de la idea de que la pol¨ªtica solo puede basarse en la definici¨®n de identidades colectivas. La herramienta fundamental del populismo, tal y como la definen sus propios te¨®ricos, es la construcci¨®n de un grupo lo suficientemente amplio, difuso e incluyente como para convertirlo en una mayor¨ªa incontestable. Pretende as¨ª luchar contra el establishment y resucitar una democracia supuestamente secuestrada. Pero la liberaci¨®n democr¨¢tica no es tal, pues el resultado parad¨®jico de construir una nueva super-mayor¨ªa entroniza a l¨ªderes con una enorme capacidad de mantener entre sus ac¨®litos una determinada visi¨®n de la realidad, hasta el punto de que es necesario un shock de considerables proporciones para dividir al grupo preestablecido y garantizar que la alternativa tenga opciones en el gobierno.
Si tanto la opci¨®n elitista como la populista nos dejan con el mismo riesgo autocr¨¢tico, ?qu¨¦ queda para cimentar la evoluci¨®n de la democracia? Quiz¨¢ modestia sea buen punto de partida: debemos asumir (y difundir) la idea de que el sistema democr¨¢tico no aspira a evitar todos los males, ni a resolver todos los problemas sin coste alguno, sino que supone sencillamente un mecanismo incruento para la resoluci¨®n de conflictos inherentes a la vida en sociedad. Es, adem¨¢s, una herramienta cuyo l¨ªmite somos nosotros mismos y nuestra capacidad para enlazar nuestros intereses con la acci¨®n pol¨ªtica m¨¢s adecuada para conseguirlos.
El sistema democr¨¢tico no aspira a evitar todos los males, ni a resolver los problemas sin coste
Ah¨ª reside, pues, el margen de mejora. No en voces de l¨ªderes salvadores, ni en complejas reformas. Una vez ubicados en el realismo y aceptada la relevancia de la filiaci¨®n grupal, la mejor palanca para la mejora de la democracia es la multiplicaci¨®n de los centros de poder, presi¨®n, formaci¨®n de identidades y altavoces. En Espa?a, por ejemplo, no est¨¢ claro si los nuevos partidos han producido un debate p¨²blico m¨¢s rico y matizado. Y, sobre todo, no parece que haya dado una voz a los sin voz: por ahora la tasa de abstenci¨®n no se ha modificado, y los votantes que se han movido a las nuevas formaciones pertenecen en su mayor¨ªa a segmentos que ya eran activos previamente, por su extracci¨®n socioecon¨®mica. Los perdedores del sistema actual, si es que los hay, no se han beneficiado por el momento
En la medida de lo posible, los votantes no deber¨ªamos delegar toda la responsabilidad de formarnos un criterio propio en manos ajenas. Se trata de ser conscientes de nuestra posici¨®n en la sociedad. De entender nuestras identidades y las de quienes est¨¢n a nuestro alrededor, sobre todo las de aquellos que siguen excluidos del proceso de formaci¨®n de intereses definidos, desde un punto de vista multifac¨¦tico. De comprender que la priorizaci¨®n de ciertos aspectos y la filiaci¨®n grupal es inevitable para conseguir formar coaliciones que hagan la acci¨®n pol¨ªtica efectiva; pero al mismo tiempo nos pone en un rumbo tribal, que, si no se mide, dificulta el paseo equilibrista que ejecutamos cada d¨ªa sobre el conflicto.
Jorge Galindo es soci¨®logo y candidato doctoral en el departamento de Sociolog¨ªa de la Universidad de Ginebra.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
![Jorge Galindo](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F9fcc451a-d90e-47a2-bb2d-b03b3b1fb58d.png?auth=f215b5a4fd06368b299f148cb39e3c56a3e2ab06ccae495bc5a7c3c81d412aa9&width=100&height=100&smart=true)