Faltamos los hombres
?De verdad queremos seguir viviendo en una sociedad que discrimina a nuestras madres, hermanas, esposas, hijas y amigas solo porque son mujeres? No cabe la menor duda de que ellas est¨¢n haciendo su parte; nosotros, no
La violaci¨®n de derechos humanos m¨¢s masiva e importante de nuestro tiempo afecta a la mitad de la poblaci¨®n del planeta y ocurre todos los d¨ªas delante de nosotros, unas veces silenciosamente, otras de forma estruendosa. Porque aunque la declaraci¨®n universal de derechos abre en su art¨ªculo primero con la proclamaci¨®n de que ¡°todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos¡±, la realidad es bien diferente.
Solo por el hecho de nacer ni?a, esa persona tendr¨¢ autom¨¢ticamente menos oportunidades educativas y laborales y ser¨¢ m¨¢s proclive a sufrir discriminaci¨®n e incluso violencia que si naciera ni?o. En la escuela, si llegan a ella; en el trabajo, si acceden a ¨¦l; y en la familia, incluso cuando consigan formar una libremente y sin coacciones, las ni?as y mujeres vivir¨¢n toda su vida bajo la sombra de la discriminaci¨®n.
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Esa discriminaci¨®n les seguir¨¢ desde la cuna hasta la tumba. La ausencia de aproximadamente 160 millones de mujeres, v¨ªctimas del aborto selectivo o el infanticidio femenino, muestra la brutal magnitud de la discriminaci¨®n por raz¨®n de sexo con la que vivimos, que todav¨ªa hoy lleva a muchas familias, bien por razones econ¨®micas o por prejuicios sociales, a considerar imposible de asumir la pesada carga de criar y alimentar a una ni?a (¡°criar una hija es como regar el jard¨ªn del vecino¡±, se dice en algunos pa¨ªses).
En la educaci¨®n, a pesar de los grandes avances en alfabetizaci¨®n registrados en las ¨²ltimas d¨¦cadas, 500 millones de mujeres siguen sin saber leer o escribir y por tanto sin poder tomar pleno control sobre sus vidas. Tambi¨¦n aqu¨ª el legado de la discriminaci¨®n es evidente, pues dos tercios de todos los analfabetos de este mundo son mujeres, frente a solo un tercio hombres. Eso significa que en los pa¨ªses menos avanzados las mujeres ser¨¢n a¨²n m¨¢s pobres y m¨¢s vulnerables que los hombres y vivir¨¢n subordinadas a ellos.
La igualdad genera riqueza y oportunidades para todos mientras que la desigualdad empobrece
En el trabajo, la discriminaci¨®n significar¨¢ que a lo largo de su vida laboral las mujeres que consigan acceder al mercado laboral (solo la mitad de ellas lo lograr¨¢n, frente a tres de cada cuatro hombres) tendr¨¢n empleos peores, jornadas m¨¢s largas a cambio de salarios m¨¢s bajos, les costar¨¢ mucho m¨¢s ascender y encontrar¨¢n muchos obst¨¢culos para acceder a los puestos directivos desde los que instaurar pol¨ªticas de igualdad (solo hay un 4% de mujeres al frente de las 500 empresas m¨¢s grandes del mundo). Mientras tanto, en el hogar, las mujeres asumir¨¢n de forma preponderante las tareas dom¨¦sticas, incluido el cuidado de los hijos, as¨ª como la limpieza del hogar y la alimentaci¨®n de la familia, en muchos casos a tiempo completo y sin recibir un salario, pensi¨®n o incluso el m¨¢s m¨ªnimo reconocimiento.
Toda esta discriminaci¨®n se trasladar¨¢ y reflejar¨¢ en la pol¨ªtica, donde solo encontraremos una mujer por cada cinco hombres en las asambleas parlamentarias y en las presidencias de los tribunales constitucionales del mundo, lo que generar¨¢ un bucle sumamente dif¨ªcil de romper v¨ªa cambios legislativos o sentencias judiciales. La falta de igualdad tambi¨¦n afectar¨¢ a la econom¨ªa, porque una sociedad que discrimina a la mitad de sus miembros, adem¨¢s de ser moralmente pobre, lo es econ¨®micamente, pues la igualdad genera riqueza y oportunidades para todos mientras que la desigualdad empobrece.
A esta lacerante suma de violaciones del derecho de las mujeres a la igualdad se suma la violencia de g¨¦nero. Seg¨²n Naciones Unidas, una de cada tres mujeres ha sufrido en alg¨²n momento alg¨²n tipo de violencia f¨ªsica, incluida la sexual. Por no mencionar los 200 millones de ni?as y mujeres que han sido v¨ªctimas de mutilaci¨®n genital, la prevalencia de la violencia sexual en conflictos b¨¦licos o la trata de mujeres y ni?as con el objeto de explotaci¨®n sexual (aproximadamente 12 millones de mujeres son secuestradas, vendidas y explotadas cada a?o con fines sexuales). La violencia de g¨¦nero es una lacra que no conoce fronteras ni distingue entre pa¨ªses, edad, renta o niveles educativos y que se cobra la vida de un buen n¨²mero de mujeres todos los a?os (solo en Espa?a, 44 en 2016).
A pesar de tan demoledoras cifras y una realidad tan brutalmente di¨¢fana en cuanto a la discriminaci¨®n de las mujeres, se tiende a considerar el problema de la discriminaci¨®n como un problema de las mujeres; solo en menor medida un problema colectivo de la sociedad, y en mucha menor escala un problema que los hombres deban asumir como prioritario. Ellas son las v¨ªctimas y es l¨®gico que se movilicen. Pero ?no es hora de hablar tambi¨¦n de los hombres, de nuestro papel en esta lucha para lograr que el art¨ªculo 1 de la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos se aplique de una vez por todas a la mitad de la poblaci¨®n mundial?
La violencia de g¨¦nero es una lacra que no conoce fronteras ni distingue entre pa¨ªses, edad o renta
Son muchas las razones que tenemos los hombres para dar un paso m¨¢s all¨¢ de la habitual indiferencia (¡°es cosa de ellas¡±) o de la simpat¨ªa sin m¨¢s consecuencias (¡°tienes mi apoyo¡±). Porque los hombres somos fundamentales en esta ecuaci¨®n: una veces de forma directa, como beneficiarios de la discriminaci¨®n econ¨®mica y social o, peor a¨²n, como perpetradores de la violencia; otras por nuestra pasividad, que hace dif¨ªcil que las cosas cambien. Unos porque se sienten amenazados por el ascenso de la mujer, otros porque se sienten indiferentes y piensan que la lucha no va con ellos, y otros porque querr¨ªan hacer algo al respecto pero no saben muy bien qu¨¦, el resultado es la invisibilidad de los hombres, tanto individual como colectivamente, en la lucha por la igualdad de las mujeres.
Los hombres hablamos a veces con las mujeres de estos temas, pero nunca lo hacemos entre nosotros. Es hora de abrir esa conversaci¨®n sobre nuestro papel en esta lucha, examinar nuestras actitudes, exponernos a la cr¨ªtica, comenzar a reflexionar sobre qu¨¦ podemos hacer o dejar de hacer en casa, en la escuela o en el trabajo. Aunque solo sea para garantizar un nuevo comienzo, deberemos aceptar que nos sintamos culpables o no (lo que quiz¨¢ sea un debate est¨¦ril), lo innegable es que tenemos una responsabilidad que en modo alguno podemos eludir. ?De verdad queremos seguir viviendo un minuto m¨¢s en una sociedad que discrimina a nuestras madres, hermanas, esposas, hijas y amigas solo porque son mujeres? No cabe la menor duda de que ellas est¨¢n haciendo su parte, y que incluso pagan con su vida la rebeld¨ªa y su lucha en favor de la igualdad. Nosotros, sinceramente, no podemos decir lo mismo. Fij¨¦monos un objetivo: poder mirar a la cara a nuestras hijas y decirles que hacemos todo lo que podemos para que no sean v¨ªctimas de la discriminaci¨®n solo por el hecho de ser mujeres.
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