DNI
Nunca he sabido si soy lo suficientemente interesante para conocerme a m¨ª mismo
¡°Erais de los matrimonios que se cuentan todo. T¨² le contabas todo a ella. Es lo peor que se puede hacer en un matrimonio. Contarle todo lo que sientes, todo lo que haces. Por eso piensa ella que est¨¢s loco¡±. Se lo dice una mujer a un hombre en Punto Omega, la novela de Don DeLillo. Recuerdo entonces dos pasajes de un libro que acabo de leer, el magn¨ªfico Doctor Portuondo, de Carlo Padial. Padial acude a la consulta de Portuondo y este le recibe de la ¨²nica manera que puede recibir un psicoanalista. ¡°?Qui¨¦n eres t¨²?¡±, le pregunta. ¡°Carlo Padial¡±. Portuondo, tras mirarlo en silencio, responde: ¡°Qu¨¦ m¨¢s quisieras saber t¨² qui¨¦n eres¡±.
Cuando mi cuenta de Facebook me permit¨ªa visitar los muros de muchos de mis conocidos, seguir sus actividades y sus viajes, sus estados melanc¨®licos y euf¨®ricos, los inicios de sus relaciones y sus rupturas, la exposici¨®n de sus ideas sobre pol¨ªtica y asuntos a¨²n m¨¢s graves, me preguntaba qui¨¦nes eran esos con los que hab¨ªa compartido tantos d¨ªas y tantas noches, y que cre¨ªa conocer al menos superficialmente. En realidad no los conoc¨ªa de nada; no los reconocer¨ªa, con tanta informaci¨®n sobre ellos mismos, ni su madre.
Sobre el matrimonio, el personaje de la novela de DeLillo matiza que, cuando se refiere a la inconveniencia de decirlo todo, no se refiere a secretos o enga?os sino a ser uno mismo, a saber cosas de ti que los dem¨¢s no saben. Eso, lo que los dem¨¢s no saben, ¡°es lo que te permite conocerte a ti mismo¡±. Yo nunca he sabido si soy lo suficientemente interesante para conocerme a m¨ª mismo, ni siquiera para presentarme formalmente. La primera lecci¨®n del psicoan¨¢lisis, seg¨²n Portuondo, es ¡°aprender a no comer mierda¡±.
Tengo delante Coraz¨®n tan blanco, la obra maestra que cumple 25 a?os, y su impresionante inicio (¡°No he querido saber, pero he sabido¡±). La informaci¨®n cuando se convierte en desgracia y condena; la informaci¨®n sensible que se transmite sin control fuera de los peri¨®dicos, el territorio en el que una verdad puede ser m¨¢s t¨®xica que una mentira. Cuando Javier Mar¨ªas la escribi¨® no exist¨ªa Internet, en donde ya es posible no querer saber, pero saber, cosas de ti mismo hechas y dichas por ti.
Esa perpetuaci¨®n del pasado permite acercarse a uno mismo de tal forma que legitima la afirmaci¨®n de Portuondo y del personaje de Don DeLillo que advierte del peligro de contarlo todo en una relaci¨®n: al contrario de lo que siempre se ha pensado, el loco no es el que se cree Napole¨®n, sino el que cree a pies juntillas lo que dice su DNI.
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