Este tipo intenta recuperar todos y cada uno de los discos que vendi¨® de joven
'En busca de los discos perdidos' narra la cruzada del periodista Eric Spitznagel por conseguir sus viejos vinilos y, de camino, entender su propio pasado
Eric Spitznagel no solo ama los discos desde que le regalaron el Destroyer de Kiss a los siete a?os. Es m¨¢s que eso. "No quer¨ªa escuchar ese ¨¢lbum. Quer¨ªa hacerle la cucharita, apretar su carpeta contra mi pecho como a un amante despu¨¦s del coito. Me di cuenta de que todo lo maravilloso y euforizante que se puede vivir en este maltrecho planeta est¨¢ entre los surcos de un vinilo negro", explica con fervor de fan.
Pero, como todas las historias de amor, la suya tuvo altos y bajos, y se fue desprendiendo de algunos de sus tesoros a lo largo de su vida. "Si pudiese viajar en el tiempo, volver¨ªa a 1998 y me arrancar¨ªa a m¨ª mismo esos discos de las manos. Bueno, antes quiz¨¢s matar¨ªa a Hitler, ser¨ªa m¨¢s responsable", bromea.
"Si pudiese viajar en el tiempo, volver¨ªa a 1998 y me arrancar¨ªa a m¨ª mismo esos discos de las manos. Bueno, antes quiz¨¢s matar¨ªa a Hitler"
Arrepentido por sus pecados de juventud, Spitznagel emprendi¨® una cruzada personal: recuperar todos sus vinilos vendidos. Pero no una copia cualquiera de ellos: exactamente los mismos ¨¢lbumes maltrechos con los que pas¨® su adolescencia. Ese periplo es el que narra en En busca de los discos perdidos, libro que publica ahora la editorial Contra y cuya introducci¨®n firma el l¨ªder de Wilco, Jeff Tweedy. "La pregunta no era '?encontrar¨¦ todos mis discos?'. Obviamente no iba a ser as¨ª", aclara. "Don Quijote ten¨ªa m¨¢s probabilidades de ganarse el amor de Dulcinea que yo de rastrear todos mis viejos vinilos. La pregunta era: '?Por qu¨¦ pensaba que encontrarlos me cambiar¨ªa?'.
El resultado es mitad descubrimiento personal, mitad reivindicaci¨®n del objeto f¨ªsico como contenedor de una vida entera. "Con los vinilos, tienes que hacer un esfuerzo. No puedes pasar de pista con un dedo, hay que levantarse y buscar con la aguja la canci¨®n que quieres", defiende. "Todo eso te hace ser m¨¢s consciente de tu entorno, de d¨®nde y con qui¨¦n est¨¢s escuchando m¨²sica. Se convierte en una actividad social, no solo algo que suena en tu cabeza. La gran tragedia del formato digital es que nos a¨ªsla del mundo. La gente ya no se sienta a escuchar m¨²sica junta, solo se ponen sus auriculares. No hay un ritual, una ceremonia que nos conecte con otras personas. Creo que la gente deber¨ªa escuchar discos por la misma raz¨®n por la que tendr¨ªa que salir de Facebook y Twitter: para tener conversaciones con gente real de una maldita vez".
El santo grial vin¨ªlico
De su colecci¨®n perdida, Spitznagel destaca un disco: el Let it be de The Replacements, en cuyo interior guardaba su marihuana. "Es mi metaf¨®rica ballena blanca. Si el disco todav¨ªa anda por ah¨ª, lo oler¨¦ antes de verlo. Da igual que est¨¦ enterrado bajo la casa de Poltergeist".
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