?Seguro que lo volver¨ªan a hacer?
Mas desea que pase algo que obligue a suspender el refer¨¦ndum, seg¨²n conocedores de CDC
La invocaci¨®n de altos ideales nacionalistas para encubrir tras un manto de silencio pr¨¢cticas corruptas no es de ayer. De la famosa escena de Maragall, en marzo de 2005, echando en cara a Mas que su partido ten¨ªa un ¡°problema que se llama el 3%¡±, lo m¨¢s interesante es lo que vino despu¨¦s. Mas apel¨® a los importantes retos que ambos ten¨ªan por delante (la reforma del Estatut) y acus¨® a Maragall de haber arruinado con esa insinuaci¨®n la confianza entre sus partidos, necesaria para abordarlos; y le emplaz¨® a retirar sus ¨²ltimas palabras. ¡°Accedo a su demanda¡±, fue la sorprendente respuesta del entonces president.
M¨¢s tambi¨¦n rog¨® a su interlocutor que en adelante, si ten¨ªan alguna sospecha, hicieran ¡°el favor de ir a los tribunales¡±. Y m¨¢s recientemente, en julio de 2013, se comprometi¨® a que, si un d¨ªa la Justicia demostrase una financiaci¨®n irregular de su partido, ¨¦l ser¨ªa ¡°el primero en actuar¡±. Recordar esto a la luz de lo que ha emergido en el juicio sobre el caso Palau resulta casi esot¨¦rico. Pero es muy revelador de la mentalidad con que el nacionalismo aborda la cuesti¨®n. Como un obst¨¢culo colocado por los enemigos de Catalu?a para entorpecer el proceso independentista.
Cuando sus dirigentes admiten que la excepcionalidad de ese proceso obliga en ocasiones a forzar los l¨ªmites de la legalidad y de las reglas del juego democr¨¢tico est¨¢n llevando al extremo la pretensi¨®n de impunidad. Pero, lejos de esa l¨®gica interesada, lo que se deriva de la excepcionalidad de un proceso que afecta personalmente a millones de ciudadanos es la necesidad de extremar las garant¨ªas democr¨¢ticas y el respeto a las normas, y no el poder salt¨¢rselas como est¨¢n intentando.
Es frecuente en las ¨²ltimas semanas que aparezcan en la prensa catalana referencias a declaraciones ¡°en privado¡± de dirigentes nacionalistas que nunca las asumir¨ªan en p¨²blico. Y casi siempre referidas al refer¨¦ndum independentista. Ha trascendido, por ejemplo, que Francesc Homs comunic¨® a un grupo de directivos de multinacionales presentes en Catalu?a que la consulta podr¨ªa fracasar por falta del apoyo suficiente, con lo que quiz¨¢s no llegara a celebrarse, para lo que no faltar¨ªan pretextos. Un sector del partido de Mas considera que el plus necesario para romper el empate e inclinar la balanza del lado independentista requerir¨ªa un grado m¨¢s de indignaci¨®n, que solo podr¨ªa venir del recurso por parte del Gobierno a medidas coercitivas. Mas ha advertido que si el Gobierno mantiene su negativa a la consulta se puede encontrar con una respuesta ¡°m¨¢s dura ¡ª no digo violenta¡ªde lo que puedan pensar¡± (EL PAIS. 3-3-2017).
Pero al mismo tiempo, dirigentes conocidos han deslizado la idea de que el Gobierno no podr¨ªa, por ejemplo, inhabilitar a 500 de los 947 alcaldes de Catalu?a porque eso tendr¨ªa repercusiones internacionales y anular¨ªa cualquier posibilidad de negociaci¨®n.
Tras la condena a dos a?os de inhabilitaci¨®n por la consulta del 9-N, Artur Mas, que al final de aquella jornada alarde¨® de ser el responsable m¨¢ximo de lo acontecido, ha dicho que lo volver¨ªa a hacer. Pero personas que conocen el mundo convergente se arriesgan a sostener que en el fondo de su coraz¨®n lo que Mas y otros muchos como ¨¦l desear¨ªan es que pase algo que obligue a suspender el refer¨¦ndum, de efectos irreversibles, y sustituirlo por unas nuevas elecciones: que se repartan las cartas de manera que se pudiera formar un Govern no condicionado por la CUP y capaz de asumir una negociaci¨®n en pos de salidas intermedias.
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