El precipicio
Somos v¨ªctimas de la realidad y del lenguaje con el que se describe esa realidad
Vivimos con la idea de que la llamada recuperaci¨®n es firme, pese al aumento de la pobreza, cuando lo que ocurre es que aquella es la consecuencia del crecimiento de esta. Los datos que el Gobierno exhibe con orgullo son el resultado de haber metido la mano en los bolsillos del 20% de la poblaci¨®n m¨¢s desfavorecida. No solo se roba a las clases medias y pobres a trav¨¦s de la malversaci¨®n del dinero p¨²blico, sino por medio de devaluaciones salariales. Tenemos el sal¨®n de la casa muy bien amueblado para impresionar a las visitas europeas, pero el resto de las habitaciones, donde vive la mayor¨ªa de la gente, permanecen desnudas, sin luz y sin calefacci¨®n. Lo vendan como lo vendan, no es posible que la recuperaci¨®n y la pobreza aumenten a la vez. Otra cosa es que algunos se hagan m¨¢s ricos a costa de desangrar a los m¨¢s pobres.
Somos v¨ªctimas, pues, de la realidad y del lenguaje con el que se describe esa realidad. Vean: el Gobierno gast¨® entre 2012 y 2015 veinticinco millones de euros en asesores externos. La trampa verbal consiste en llamarlos asesores. La presidencia del Gobierno cuenta con un gabinete en el que decenas de expertos elaboran informes y escriben discursos para quien sea menester. Cada ministerio, por su parte, dispone de varias secretar¨ªas y subsecretar¨ªas, adem¨¢s de direcciones generales y departamentos ocupados por funcionarios de carrera. Veinticinco millones en asesores externos son muchos millones y muchos asesores, casi tantos como los que ya tenemos en plantilla. No pueden, en fin, ser asesores, no es posible. P¨®ngale usted, lector, el nombre correcto. Significa que vivimos instalados en la mentira, pero de la mentira al delirio hay un paso, o dos, los mismos que al borde del precipicio.
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