Wilders y la libertad de expresi¨®n
Pide que se proh¨ªba el Cor¨¢n y quiere cerrar mezquitas. As¨ª que, por eso, la defensa que hace el l¨ªder de la ultraderecha holandesa de la Primera Enmienda y su propuesta de implantar una ley similar en Europa suenan falsas
Al l¨ªder del Partido de la Libertad holand¨¦s, Geert Wilders, le gusta manifestar su admiraci¨®n por la Primera Enmienda de la Constituci¨®n de Estados Unidos. No es ninguna coincidencia. La Primera Enmienda es la norma que mejor protege la libertad de expresi¨®n en el mundo, incluidos discursos como el que le cost¨® a Wilders, en diciembre de 2016, una condena por insultar hace a?os a los holandeses de origen marroqu¨ª e incitar a la discriminaci¨®n.
Supongo que ese es el motivo de que algunos consideren a Wilders un defensor de la libertad de expresi¨®n, alguien dispuesto a decir lo que piensa sobre temas inc¨®modos que otros no quieren abordar. ?l insiste en su derecho a criticar el islam y a las comunidades musulmanas. Y ahora, tras varios atentados terroristas en Europa y diversos choques culturales y de valores, estas cuestiones son prioritarias en la mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos.
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Es cierto que es una batalla crucial, cuyo resultado tendr¨¢ consecuencias a largo plazo para la protecci¨®n de la libertad en las democracias liberales. La libertad de expresi¨®n est¨¢ amenazada en muchos frentes. El propio Wilders necesita guardaespaldas constantes por sus posturas sobre el islam y la inmigraci¨®n.
Cuando se le acusa de delitos de expresi¨®n, estoy de su parte. No me gustan las leyes sobre el discurso del odio, ni por cuesti¨®n de principios ni por motivos pr¨¢cticos. No son la manera m¨¢s eficaz de combatir la intolerancia. Suelen ser selectivas y expresan una norma social, no una verdadera voluntad de luchar contra el fanatismo. Y el hecho de que su vida est¨¦ amenazada hace especialmente importante defender su derecho a hablar.
Pero no estoy de acuerdo con que Wilders defiende la libertad de expresi¨®n. Pide que se proh¨ªba el Cor¨¢n. Quiere cerrar mezquitas e impedir la construcci¨®n de otras nuevas, y ha propuesto que en la Constituci¨®n holandesa se proh¨ªban las escuelas religiosas isl¨¢micas, pero no las cristianas ni las de otras religiones. Para justificarlo, suele citar una frase de Abraham Lincoln en 1859: ¡°Quienes niegan la libertad a otros no la merecen para s¨ª mismos¡±. Pero es una frase que puede aplic¨¢rsele a ¨¦l, que est¨¢ negando la libertad de expresi¨®n y de religi¨®n a los musulmanes.
Dada su postura sobre el islam, la defensa que hace Wilders de la Primera Enmienda y su propuesta de implantar una ley similar en Europa suenan falsas. Hace unos a?os, en un debate con ¨¦l sobre los l¨ªmites leg¨ªtimos a la libertad de expresi¨®n en una democracia, le dije que, en Estados Unidos, el Tribunal Supremo condenar¨ªa sus propuestas precisamente en funci¨®n de la Primera Enmienda. ?l respondi¨® que, en ese caso, en Europa tendr¨ªamos que adoptar una versi¨®n ligeramente distinta.
No debemos prohibir, intimidar, ni usar la violencia contra unas ideas que nos desagradan
Es evidente que no supera la prueba de la libertad de expresi¨®n en una democracia, establecida por el legendario magistrado del Tribunal Supremo estadounidense Oliver Wendell Holmes en 1929: ¡°Si hay un principio de la Constituci¨®n que exige una fidelidad mayor que cualquier otro es el principio de la libertad de pensamiento, no para quienes est¨¢n de acuerdo con nosotros, sino para quienes tienen ideas que aborrecemos¡±.
Libertad de expresi¨®n para lo que odiamos. Esa es la prueba definitiva. Ese es el principio que encarna la esencia de la tolerancia. No debemos prohibir, intimidar, amenazar ni usar la violencia contra unas ideas que nos desagradan profundamente.
En el caso del islam y los musulmanes, Wilders infringe tres principios fundamentales de la democracia: libertad de expresi¨®n y de religi¨®n, igualdad ante la ley y tolerancia.
Wilders dice que no comete discriminaci¨®n contra el islam porque no es como las dem¨¢s religiones. Asegura que es una ideolog¨ªa totalitaria como el fascismo y el comunismo. Compara el Cor¨¢n con Mein Kampf.
Hay gente que opina como ¨¦l. Pero, aunque fuera una ideolog¨ªa totalitaria, eso no quiere decir nada. Las obras de Marx, Lenin, Mao Tse-Tung, Mussolini, Hitler y otros ide¨®logos del totalitarismo o antidemocr¨¢ticos se pueden leer en la mayor¨ªa de los Estados democr¨¢ticos. En las democracias occidentales, durante la Guerra Fr¨ªa, no se prohibieron los textos cl¨¢sicos del comunismo. Los comunistas ten¨ªan sus peri¨®dicos, sus editoriales, sus escuelas y sus sindicatos, y se presentaban a las elecciones parlamentarias. Hubo prohibiciones, pero normalmente fueron breves o de escasa aplicaci¨®n.
Incluso si uno piensa que el islam no es una religi¨®n, sino una ideolog¨ªa pol¨ªtica totalitaria, ?por qu¨¦ tratarlo de forma diferente?
En una democracia no se pueden restringir las libertades bas¨¢ndose en lo que piensa la gente
Cuando le dije a Wilders que, en una democracia, es fundamental distinguir entre las palabras y los hechos para proteger la libertad de expresi¨®n y permitir la diversidad de opiniones, me contest¨®: ¡°No solo tenemos que penalizar los actos, sino la fuente que les da legitimidad, y el Cor¨¢n es eso. Si no, daremos a quienes quieren asesinar nuestras libertades los instrumentos para hacerlo¡±.
Wilders insiste en que, en el caso del islam, es imposible separar las palabras de los hechos, lo que dice el Cor¨¢n y lo que dicen los musulmanes que citan el Cor¨¢n, de los actos violentos cometidos por musulmanes en nombre del islam. Pero esa es la forma de actuar de una dictadura, que trata las palabras como si fueran hechos y meten en la c¨¢rcel a las personas por sus opiniones, con el argumento de que constituyen una amenaza contra el orden p¨²blico, la armon¨ªa social o la seguridad.
Cuando Wilders exige la prohibici¨®n del Cor¨¢n y el cierre de las mezquitas y las escuelas isl¨¢micas, se basa en encuestas hechas entre la poblaci¨®n musulmana, es decir, en lo que los musulmanes dicen, no en lo que hacen o planean hacer. Les acusa de ser culpables de delitos de opini¨®n y cree que eso basta para restringir sus libertades civiles.
No digo que varias opiniones muy extendidas entre los musulmanes ¡ªsobre la apostas¨ªa y la blasfemia, la igualdad entre los sexos, la homosexualidad, la libertad de expresi¨®n y religi¨®n, entre otras¡ª no sean problem¨¢ticas, como poco. Lo que digo es que, en una democracia, no se pueden restringir las libertades bas¨¢ndose en lo que piensa la gente. En una democracia hay muchas cosas que son delitos ¡ªevadir impuestos, robar, sobrepasar los l¨ªmites de velocidad, cometer fraude, asesinar¡ª, pero solo est¨¢n prohibidas las palabras que incitan directamente a la violencia o el crimen.
La frase de Lincoln que cita Wilders est¨¢ incompleta. En el original, sigue as¨ª: ¡°...y, si Dios es justo, no pueden conservarla mucho tiempo¡±. Dada la defensa selectiva que hace Wilders de la libertad de expresi¨®n, merece la pena recordar estas palabras.
Flemming Rose fue responsable de la secci¨®n internacional del peri¨®dico dan¨¦s Jyllands-Posten. Es autor de The Tyranny of Silence.? 2017 The Worldpost/Global ViewPoint Network, distribuido por Tribune Content Agency, LLC.Traducci¨®n de M? Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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