Liquidaci¨®n de ETA
La entrega de armas es la consecuencia de su derrota por la democracia
A partir del momento en que ETA anunci¨® el cese definitivo de la violencia, en el oto?o de 2011, sorprendi¨® que no anunciara la disoluci¨®n y su corolario l¨®gico, el desarme. El distanciamiento de la izquierda abertzale no le llev¨® a la conclusi¨®n de que renunciar a la violencia significaba la imposibilidad de cobrar un precio pol¨ªtico. Transcurridos algo m¨¢s de cinco a?os, y desvanecidas sus esperanzas de negociar contrapartidas con el Gobierno, ETA ha anunciado la entrega incondicional del armamento que le queda para el 8 de abril, lo cual supone la certificaci¨®n de su autoliquidaci¨®n.
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El desarme completo se espera con una escenificaci¨®n con intermediarios impropia tanto por el arsenal ¡ªal parecer, tan peque?o como obsoleto¡ª como por el intento de presentarlo como un gesto de generosidad y buena voluntad, cosa que desde luego no es: la banda ya ha sido derrotada tanto por la polic¨ªa como por la sociedad, que se ha negado a concederle ning¨²n derecho de voz o veto sobre su futuro.
Lo inmediato ahora es que no se pongan dificultades pol¨ªticas ni jur¨ªdicas a la operaci¨®n de entrega de las armas. El desarme simb¨®lico de una banda reducida a la nada, al que debe seguir cuanto antes el anuncio de su disoluci¨®n, abre la v¨ªa para normalizar definitivamente la vida pol¨ªtica y civil en el Pa¨ªs Vasco.
El Gobierno vasco y el l¨ªder de la izquierda abertzale, Arnaldo Otegi, han trabajado discretamente para que ETA anunciara el desarme. Esto llevar¨¢ a los profetas de la deslealtad a la patria a suponer que algo se habr¨¢ negociado. Pero no es lo mismo persuadir a los restos de la banda de que ya no pueden conseguir pol¨ªticamente nada que seguir instalados en la mentalidad de otros tiempos, cuando cualquier indicio de contactos instaba la idea del conchabeo a costa de la soberan¨ªa del Estado.
Hasta ahora, el Gobierno ha tenido una actitud demasiado inmovilista, especialmente en lo referente a la pol¨ªtica penitenciaria, que en el pasado se ha demostrado como un instrumento muy poderoso para acelerar el fin de la banda. La gesti¨®n de un final definitivo de ETA incumbe a los partidos democr¨¢ticos, y muy concretamente al lehendakari Urkullu, al que el Gobierno de Rajoy deber¨ªa reconocerle el liderazgo del proceso para pasar p¨¢gina de una vez.</CF>
Es verdad que tras los recelos queda el importante debate de asentar la memoria, especialmente entre las nuevas generaciones. Muy interesante a este respecto el informe de los investigadores Francisco Llera y Rafael Dionisio, que certifica que el miedo oper¨® como una cortapisa a la participaci¨®n en pol¨ªtica y que perjudic¨® a los partidos constitucionalistas a medida que se produc¨ªan asesinatos de sus miembros. Despu¨¦s de tantos a?os de sangre y v¨ªctimas, los terroristas y quienes les apoyaron no pueden terminar convertidos en vencedores en la historia.
En todo caso, no nos equivocamos los que saludamos el cese definitivo de la violencia como el triunfo de la democracia frente al terror, una victoria del Estado de derecho. La banda dej¨® de representar una pesadilla para la ciudadan¨ªa despu¨¦s de 800 asesinatos, m¨¢s de 20.000 v¨ªctimas en atentados y miles de amenazados. Las elecciones generales de 2011, como todas las que se han producido despu¨¦s, se han celebrado con la normalidad que los etarras se permit¨ªan alterar siempre que les parec¨ªa oportuno.
El fin del terrorismo de ETA no ha tenido contrapartidas por la falta de operatividad de una banda reducida a casi nada. Nada puede compensar a las v¨ªctimas ni a sus familiares por el dolor causado por el terrorismo. Pero al menos, la democracia puede decir con orgullo que derrot¨® a ETA sin paliativos ni contrapartidas.
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