La imperdonable frivolidad de la izquierda brit¨¢nica
Cameron es el principal culpable del ¡®Brexit¡¯, pero es hora de atribuir al partido laborista la cuota de responsabilidad que merece
¡°Las quejas irresponsables de gente que nunca ha estado y nunca espera estar en una posici¨®n de poder.¡± George Orwell, escritor ingl¨¦s.
?Qu¨¦ tienen en com¨²n Donald Trump, el craso capitalista que ocupa la Casa Blanca, y Jeremy Corbyn, el viejo rockero de izquierdas que lidera el partido laborista brit¨¢nico? A primera vista, no mucho. A la segunda, bastante. Ninguno de los dos estar¨ªa donde est¨¢ si no fuese por la frivolidad de la gente que les vot¨®.
Que Corbyn est¨¦ acabando con un gran partido pol¨ªtico, o que gracias a ¨¦l Reino Unido se arriesgue a seguir siendo un Estado de partido ¨²nico durante demasiados a?os m¨¢s, ser¨ªa un tema de inter¨¦s poco m¨¢s que local si no fuera por el problema del Brexit, que arrastra a todo el resto de Europa.
Observar aqu¨ª en Londres el dominio absoluto del Brexit en el discurso pol¨ªtico, ir absorbiendo lo complejo y desgastador que va a ser el proceso de extraer Reino Unido de la Uni¨®n Europea, es entender cada d¨ªa m¨¢s que se ha generado un l¨ªo tremendamente innecesario. En el mejor de los casos, cuando llegue el lejano d¨ªa en el que las negociaciones con Bruselas concluyan, todo seguir¨¢ m¨¢s o menos igual. En el peor, todos saldr¨¢n perdiendo, tanto los isle?os como los habitantes de la Europa continental.
Se ha convertido en una verdad universalmente aceptada que David Cameron es el principal culpable de este absurdo. Fue Cameron, como primer ministro, quien aprob¨® el refer¨¦ndum sobre la permanencia de su pa¨ªs en la UE y lo hizo no por el bien del pa¨ªs, sino en un intento de crear paz dentro de su dividido partido conservador. Bien. Pero es hora de ser un poco m¨¢s equilibrados, de atribuir al partido laborista de Corbyn la cuota importante de culpabilidad que tambi¨¦n se merece.
Corbyn est¨¢ ausente; no presiona a May sobre la negociaci¨®n con la UE
Cuando Cameron tom¨® su hist¨®rica decisi¨®n pens¨® que contar¨ªa en la campa?a a favor de la permanencia con el apoyo de la mitad de su partido y de la totalidad de la oposici¨®n laborista. Los n¨²meros le convencieron de que no pod¨ªa perder. Lo que no hab¨ªa manera de calcular era la abismal ineptitud laborista bajo el liderazgo de Corbyn.
En teor¨ªa Corbyn estaba a favor de la permanencia, pero lo estuvo con la boca peque?a, el ¨²nico tama?o de boca que tiene, para ser justos, como persuasor pol¨ªtico. Estuvo tan ausente durante la campa?a electoral m¨¢s importante de la historia de Reino Unido, dio tanto la impresi¨®n de que a su partido le daba igual el resultado, que los protagonistas del debate acabaron siendo, por un lado, el ala blanda cameronista del partido conservador y, por otro, el ala dura de los mismos tories m¨¢s los payasos xen¨®fobos del UKIP de Nigel Farage.
Corbyn sigue ausente hoy. Cero presi¨®n de su parte sobre la primera ministra, Theresa May, a la hora de influir en los t¨¦rminos de la inminente negociaci¨®n con la UE; o de insistir en que se den garant¨ªas ya, hoy, a los europeos residentes en Reino Unido de que jam¨¢s ser¨¢n deportados; o de lanzar un clamor a favor de que el Parlamento brit¨¢nico tenga la ¨²ltima palabra sobre el estatus brit¨¢nico en relaci¨®n con la UE una vez que se haya llegado a un acuerdo con Bruselas. El ¨²nico laborista que se ha atrevido a proponer que, llegado ese d¨ªa, habr¨ªa que hacer otro refer¨¦ndum para evaluar si la voluntad del pueblo ha cambiado ha sido Tony Blair, que dej¨® de ser primer ministro hace una d¨¦cada. El ¨²nico debate sustancial que hay dentro del Parlamento brit¨¢nico sobre el Brexit es el que sigue sacudiendo al propio partido conservador.
Una de las instituciones m¨¢s sagradas y m¨¢s mundialmente admiradas de la pol¨ªtica brit¨¢nica es el prime minister¡¯s questions, un choque parlamentario semanal entre el jefe de Gobierno y el jefe del principal partido de oposici¨®n. Lo habitual es que el jefe de Gobierno sea el que sienta m¨¢s presi¨®n. Rendir cuentas desde el poder es m¨¢s complicado que lanzar bombas dial¨¦cticas cuando uno solo sue?a con gobernar. No ha sido el caso desde que May se empez¨® a enfrentar a Corbyn el verano pasado. Ver el duelo semanal entre los dos recuerda a una profesora castigando a un ni?o que nunca hace los deberes.
Los errores de la oposici¨®n hacen que el Gobierno parezca m¨¢s fuerte
Corbyn ha logrado la nada despreciable haza?a de hacer que un Gobierno conservador internamente dividido, perplejo ante las exigencias de la salida de la UE y con una tendencia a cometer graves errores parezca mucho m¨¢s fuerte de lo que es. La prueba est¨¢ en los n¨²meros. No solo en las encuestas, que indican que si hubiese una elecci¨®n general hoy la mayor¨ªa tory ascender¨ªa de 17 esca?os a 100, y no solo en el hecho de que apenas 20 de los 229 diputados parlamentarios laboristas apoyan a Corbyn, sino que en una elecci¨®n el mes pasado una circunscripci¨®n tradicionalmente bajo control laborista cay¨® por primera vez en 80 a?os en manos del partido de Theresa May.
No fueron los parlamentarios sino los miembros del partido los que votaron a Corbyn como l¨ªder. Ah¨ª est¨¢ la imperdonable frivolidad, ah¨ª est¨¢ el onanismo infantil de aquellos que prefieren la irrelevante limpieza ideol¨®gica a la responsabilidad del poder, que ven m¨¢s valor en formar parte de un club de autosatisfechos biempensantes que incidir materialmente en las vidas de las clases desfavorecidas a las que juegan a defender pero, en realidad, abandonan a sus miserias. Reconocieron a Corbyn como uno de los suyos. Jam¨¢s Corbyn tuvo el sincero deseo de ensuciarse las manos asumiendo el mando del Gobierno.
Todo lo cual ser¨ªa de inter¨¦s meramente folcl¨®rico si no fuera por el resultado del refer¨¦ndum brit¨¢nico del a?o pasado. Una de la infinidad de diferencias entre Corbyn y Trump es que Trump s¨ª posee el atributo elemental de un l¨ªder pol¨ªtico: sabe vender su mensaje a las grandes masas. Tony Blair, por m¨¢s odioso que nos resultara a muchos, tambi¨¦n lo ten¨ªa. Una pena que Blair o casi cualquiera de los 200 actuales diputados laboristas que aborrecen a Corbyn no estuvieran al frente del partido durante el refer¨¦ndum. Casi con total seguridad, el l¨ªo del Brexit se hubiera evitado.
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