No pasar¨¢n
La primera tarea de la Europa madura y sesentona consistir¨¢ en aportar m¨¢s br¨ªo para seguir arrinconando a la ultraderecha
Festejaremos el s¨¢bado el 60? cumplea?os de Europa. Lo haremos desde la fuerza de haber derrotado limpiamente al antieurope¨ªsmo en Holanda. Un pa¨ªs fundador, peque?o, globalizado y clave, que tantas veces se decanta de un lado, algunas de otro.
Lo celebraremos. Alejados de la est¨²pida equidistancia entre ultraderecha xen¨®foba y ciudadan¨ªa dem¨®crata que tantos practican. Esa falsa ecuanimidad reaccionaria consistente en que si gana el terror, ?qu¨¦ desastre!, es culpa nuestra. Y, si ganamos, como en Austria, como en los Pa¨ªses Bajos, es como si nos hubiesen derrotado porque a¨²n est¨¢n ah¨ª, y ?eso tambi¨¦n! es culpa nuestra.
La primera tarea de la Europa madura y sesentona consistir¨¢ en aportar m¨¢s br¨ªo para seguir arrinconando a la ultraderecha. Para enhebrar un contundente no pasar¨¢n. El populismo parafascista de Trump, de Wilders, de Le Pen, Farage y otros se reduce a dos mandamientos: destruir Europa y rechazar a los inmigrantes. La diferencia entre unos y otros consiste solo en los distintos niveles de odio y de violencia que son capaces de imprimir a su doble inquina anticosmopolita.
Gran paradoja, el antieurope¨ªsmo solo es relevante porque atenta contra Europa, se coordina contra Europa, se necesita europeo. En su negativismo, afirma lo que dice negar. En su mera existencia coordinada, revela la relevancia de lo que dice combatir: Europa.
Ahora, gracias al Reino Unido, descubrimos todav¨ªa algo m¨¢s, aprendemos c¨®mo el antieurope¨ªsmo destruye aquello que pretend¨ªa salvar, la identidad nacional. Cuando Escocia, Irlanda del Norte y hasta Gibraltar se rebelan contra Theresa May en modo europeo, indican que la identidad humana no es la de las piedras, que cambia y se transforma, que cuarenta a?os de cosoberan¨ªa europea modifican el horizonte espiritual y transforman el modo de hacer pueblerino. Y que, as¨ª, cuando se rompe el molde Europa, quiebra el submolde Estado-naci¨®n.
Nacido para rescatar la soberan¨ªa propia, resulta que el soberanismo solo es capaz de aflorar gracias a los apoyos ret¨®ricos y a los sobornos econ¨®micos de soberan¨ªas imperiales ajenas, la rusa de Putin, la pretendidamente americana de Trump. Los soberanistas son colonia; el soberanismo, esclavitud. No pasar¨¢.
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