Di¨¢logo dentro de la ley

El art¨ªculo del presidente y del vicepresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, respectivamente, publicado ayer en EL PA?S, tiene un evidente valor informativo. Traslada, adem¨¢s, una invitaci¨®n al di¨¢logo que compartimos y celebramos; de ah¨ª nuestra decisi¨®n de publicarlo. No obstante, hemos de recordar que dicho di¨¢logo s¨®lo puede tener cabida en el marco de la Constituci¨®n: un texto que obliga a todos, comenzando por el presidente del Gobierno, y del que nadie puede disponer a su antojo.

Discrepamos frontalmente, por tanto, de la premisa que inspira a los firmantes del art¨ªculo. Ni el presidente del Gobierno ni las Cortes podr¨ªan organizar un refer¨¦ndum independentista en Catalu?a sin violar la propia Constituci¨®n, que consagra la unidad territorial como principio inspirador de la convivencia democr¨¢tica. No se puede pedir, en consecuencia, que el di¨¢logo comience por un imposible pol¨ªtico y jur¨ªdico, esto es, por el reconocimiento del derecho de secesi¨®n de Catalu?a.

Cuesti¨®n bien diferente es su cr¨ªtica, acertada y que compartimos, al inmovilismo del Gobierno de Mariano Rajoy ante la cuesti¨®n catalana; su pasividad ¡ªcuando no hostilidad, como cuando el PP puso urnas en Andaluc¨ªa contra el Estatut¡ª frente a las reivindicaciones nacionalistas. Como compartimos la cr¨ªtica al abuso de la Justicia como ¨²nica receta y la denuncia del abandono a los ciudadanos catalanes (tambi¨¦n a los no separatistas), porque responde a lo sucedido estos ¨²ltimos a?os. Con todo, nos parece que Puigdemont y Junqueras sortean su responsabilidad en esa incomunicaci¨®n: la discontinuidad de los contactos en la Moncloa o la negativa del president a acudir a la Conferencia de presidentes son jalones de lo que olvidan.

M¨¢s grave nos parece su advertencia de que convocar¨¢n el refer¨¦ndum, ya de forma pactada, ya ilegal, lo cual no deja de trasladar una amenaza clara y directa, por m¨¢s que se esconda bajo una f¨®rmula indirecta (¡°no vamos a renunciar a ejercer ese derecho¡±), sobre todo si se recuerdan sus preparativos en el Parlament para impulsar una secesi¨®n expr¨¦s.

La entera comparaci¨®n de Espa?a y Reino Unido es infundada. Las Constituciones difieren (una escrita, la otra no); sus soberan¨ªas originarias son diversas; y aqu¨ª no hay referendo vinculante (salvo para ratificar la Constituci¨®n o los Estatutos), sino consultivo. As¨ª que el caso escoc¨¦s sirve a la propaganda, no a la exactitud. El catal¨¢n tiene m¨¢s conexi¨®n con otros territorios europeos, como el de Baviera o el del Norte de Italia, cuyos Tribunales Constitucionales rechazaron tambi¨¦n propuestas similares.

Pero aunque no fuera as¨ª, todo el razonamiento secesionista quiebra porque condiciona ¡ªno en el texto que comentamos, s¨ª en la pr¨¢ctica diaria¡ª el di¨¢logo pol¨ªtico a incluir la convocatoria del refer¨¦ndum en su agenda. La secuencia adecuada es: primero reunirse; despu¨¦s, crear medidas de confianza mutua; enseguida, pactar asuntos de f¨¢cil acuerdo; y dejar para el final los m¨¢s espinosos. El di¨¢logo se practica, mejor que predicarlo. Se explora y se agota, se aprovecha hasta el l¨ªmite. No se condiciona su celebraci¨®n a un resultado previamente establecido.