Boko Haram ahoga la fr¨¢gil econom¨ªa de los pescadores del Lago Chad
El cierre de las rutas comerciales con Nigeria y la llegada de desplazados aumentan la presi¨®n sobre los recursos naturales y despiertan el fantasma del hambre en la regi¨®n
Kafi Adam ha pedido la mano de una chica, pero se queja de que ahora no dispone del dinero necesario para casarse. Y eso es una verg¨¹enza para un chico de 22 a?os como ¨¦l. Como cada d¨ªa, esta ma?ana ha salido a pescar con otros dos compa?eros de Tagal, en la regi¨®n del Lago Chad (Chad). Entre los tres, esperan ganar el equivalente a unos tres euros, apenas suficiente para la comida del d¨ªa. Desde que el grupo terrorista Boko Haram empez¨® a sembrar terror en la regi¨®n, su ya fr¨¢gil condici¨®n econ¨®mica amenaza con zozobrar.
En los dos ¨²ltimos a?os, la crisis de la cuenca del Lago Chad se ha desbordado m¨¢s all¨¢ de las fronteras de Nigeria, causando el desplazamiento de 2,3 millones de personas y 200.000 refugiados que han buscado cobijo en N¨ªger, Camer¨²n y Chad. Solo en este ¨²ltimo pa¨ªs, suman ya m¨¢s de 124.000 personas. El dr¨¢stico crecimiento de la poblaci¨®n, triplicada, se ha traducido en un aumento de la presi¨®n sobre los ya escasos recursos naturales en una zona expuesta tambi¨¦n a los estragos del cambio clim¨¢tico. El incremento de los precios de los bienes b¨¢sicos y el cierre de las rutas comerciales con Nigeria, cuna del grupo yihadista y principal aliado econ¨®mico de la regi¨®n, han hecho el resto, exponiendo a los lugare?os al fantasma de la inseguridad alimentaria. Al hambre.
Los tres pescadores se quejan de que a veces los hipop¨®tamos no les dejan pescar, ni poner redes. "Pero cuando te los encuentras, tienes posibilidad de sobrevivir. Si te cruzas con Boko Haram, no", bromea uno de ellos. Barka Idriss tiene 18 a?os y viene de una isla, no muy lejana de Tagal, que tuvo que abandonar tras los ataques del grupo terrorista. "No ha sido una buena pesca hoy", lamenta. Apenas una decena de peces se acumulan en el fondo de su peque?o barco. Idriss echa la culpa a la red, que es muy vieja, pero no puede permitirse comprar una nueva. Con la llegada de los desplazados, ha aumentado el n¨²mero de competidores en el lago, al tiempo que se reduc¨ªan las zonas seguras en las que faenar. En esta ¨¦poca del a?o, adem¨¢s, la presencia de algas representa un obst¨¢culo a?adido.
Hace tiempo que el jefe del mercado del pescado de Baga Sola ya no se dedica a la pesca, pero conoce muy bien estas dificultades. Todos los d¨ªas tiene que lidiar con pescadores que comparten los mismos problemas. Abdallah Ibrahim, de 58 a?os, lleva m¨¢s de 20 en su puesto y recuerda que antes de la llegada de Boko Haram viv¨ªa "bien", pescaba y vend¨ªa su producto en el mercado o viajaba a Nigeria, ganando lo suficiente para alimentar a sus cuatro esposas y su veintena de hijos.
Ibrahim aleja con un bast¨®n a los ni?os curiosos y se sienta en un barco. Est¨¢ de mal humor. "Estoy cabreado con Boko Haram. Nunca antes hab¨ªa escuchado su nombre y desde hace unos a?os me he convertido en una de sus v¨ªctimas", asegura. Para llegar a su lugar de trabajo tiene que pasar por controles de seguridad. Se establecieron tras los atentados suicidas que en octubre de 2015 se cobraron la vida de al menos 40 personas a poca distancia de donde habla. "Estaba aqu¨ª cuando de repente o¨ª las explosiones y todos empezaron a huir. Me di cuenta enseguida de que se trataba de Boko Haram". Y agrega: "No se puede olvidar lo que pas¨®. La situaci¨®n ahora es insoportable y no es f¨¢cil quedarse de brazos cruzados. La vida es cara, dependemos de la ayuda humanitaria y de la generosidad de los que comparten. Dios sabe lo que nos aguarda".
Pero a pesar de la complejidad de la situaci¨®n, gente como Mohammad Ab-Bakar no tiene intenci¨®n de marcharse de Baga Sola. Est¨¢ sentado en el porche delante de su casa, rodeado por gallinas que escarban, mientras los numerosos miembros de la familia se van asomando uno a uno. En su hogar malviven unas 40 personas y la comida nunca es suficiente. Menea la cabeza con una sonrisa amarga encajada en un rostro arrugado por las muchas horas de exposici¨®n al sol. Ha sido pescador a lo largo de toda su vida y ahora, con unos 70 a?os, ha tenido que vender dos de los cuatro barcos con los que cruzaba el lago hasta Nigeria para exportar su mercanc¨ªa.
"Antes todo era m¨¢s f¨¢cil, no me faltaba comida", recuerda, "pero ahora es demasiado peligroso aventurarse por el lago". El cambio fue gradual, pero inexorable, explica mientras mueve las cuentas de un rosario entre los dedos. Ab-Bakar nunca se encontr¨® cara a cara con los hombres de Boko Haram, ni los quiere ver. No entiende bien qu¨¦ es lo que quieren, pero s¨ª sabe que algunos de sus hermanos que viv¨ªan en Nigeria se han convertido en refugiados. Y otros familiares est¨¢n en paradero desconocido.
Algunos de los 25 hijos que ha tenido con sus tres esposas tambi¨¦n se dedican a la pesca, pero no se atreven a alejarse del per¨ªmetro de seguridad de la orilla. Saben navegar con el barco y arreglar el motor, pero su esfuerzo solo sirve para comer, no alcanza para comerciar y obtener ingresos. La familia tiene una peque?a huerta, pero no les llega el dinero para comprar carne.
Ab-Bakar sabe que la alimentaci¨®n que ofrece a sus hijos m¨¢s peque?os y a los nietos no es suficiente, pero por suerte hasta ahora no ha tenido que lamentar casos de desnutrici¨®n en su hogar. "No hay dinero para que vayan a la escuela ni para ver a un m¨¦dico", lamenta. En caso de problemas, asegura que la primera opci¨®n ser¨ªa recurrir a la medicina tradicional, con ra¨ªces y hierbas. "No estoy c¨®modo con que se queden en casa, pero me da miedo que en el colegio les pueda pasar algo y les secuestren". Con todo, espera que pronto la situaci¨®n mejore. ¡°Es como con la lluvia. Cae, pero sabes que tarde o temprano acabar¨¢".
"La gente viene, hace sus compras y se vuelve a ir r¨¢pido"
El momento en el que la vida de Abdrahman Tchoukou dio un vuelco est¨¢ asociado a un instante exacto: las 15.02. Era el 10 de octubre de 2015 y el comerciante estaba sentado en su puesto en el mercado de Baga Sola, en la regi¨®n del Lago Chad (Chad). Tres explosiones simult¨¢neas en el mercado y en un campo de refugiados cercano, tres ataques suicidas, se cobraron la vida de al menos 40 personas. Entendi¨® enseguida que el suceso llevaba la firma de Boko Haram.
Una de las explosiones ocurri¨® muy cerca de su puesto. "Sal¨ª corriendo, pero cuando volv¨ª para recoger mis cosas, estaba todo quemado y hab¨ªa muchos cad¨¢veres. Una semana despu¨¦s, haciendo limpieza entre los escombros, encontr¨¦ una cabeza en el techo de mi tienda", recuerda.
Tchoukou tiene 57 a?os, pero parece m¨¢s joven. Ha dedicado toda su vida al comercio y lleva m¨¢s de una d¨¦cada con un puesto en el que ofrece de todo un poco, desde productos de higiene a candados y ropa de ni?os. Mientras habla, no interrumpe las transacciones con los clientes y guarda el dinero bajo una lona.
"Estuve dos veces en Arabia Saud¨ª, antes viv¨ªa bien y pod¨ªa ahorrar algo", explica. "Ahora apenas gano para dar de comer a mi esposa y a mis tres hijos". Asegura que con el cierre de la frontera con Nigeria, su tienda est¨¢ en horas bajas, ya que cada vez es m¨¢s complicado conseguir variedad de productos y que los clientes a¨²n tienen miedo. "Poco a poco el mercado ha ido recobrando vida, pero ahora la gente viene, hace sus compras y se vuelve a ir r¨¢pido".
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