Coacci¨®n intolerable
El intento de ocupaci¨®n de la sede del PP revela la peligrosa deriva de la CUP

Con el intento de ocupaci¨®n de la sede del PP en Barcelona, las juventudes de la CUP traspasaron ayer una l¨ªnea roja intolerable en un sistema democr¨¢tico: la coacci¨®n. Varias decenas de militantes de Arran, rama juvenil del grupo independentista, intentaron entrar por la fuerza en las dependencias del PP. La intervenci¨®n de los agentes de seguridad frustr¨® el intento, que deriv¨® finalmente en un escrache a los pol¨ªticos populares. El hecho de que tomaran parte activa en los incidentes la diputada auton¨®mica Anna Gabriel y el ex diputado David Fern¨¢ndez resulta especialmente censurable, pues les sit¨²a fuera de los par¨¢metros de respeto a la libertad que debe presidir la actuaci¨®n de cualquier cargo electo. Todas las ideas han de poder expresarse en libertad. Resulta muy preocupante que intenten utilizar la intimidaci¨®n para hacer valer sus posiciones y asusta imaginar de lo que ser¨ªan capaces si tuvieran la m¨¢s m¨ªnima posibilidad de tener ¨¦xito en sus pretensiones.
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Ahora que podemos celebrar la recuperaci¨®n de la paz en el Pa¨ªs Vasco y que la calma pol¨ªtica ha llegado finalmente a sus calles, el incidente de la CUP nos recuerda el peligro de que Catalu?a derive hacia formas de lucha pol¨ªtica basada en la coacci¨®n. El incidente de ayer recuerda demasiado al clima de hostigamiento y acoso al que fueron sometidos en plena kale borroka las fuerzas pol¨ªticas del Pa¨ªs Vasco. Hay que evitar que una situaci¨®n parecida se reproduzca en Catalu?a.
La acci¨®n contra el PP cobra mayor importancia si se tiene en cuenta la dependencia que la coalici¨®n Junts pel S¨ª tiene de la CUP para mantenerse en el Gobierno. Mientras el presidente Carles Puigdemont viajaba a Harvard, la cuna de la intelectualidad acad¨¦mica de EE UU, para defender la ejemplaridad democr¨¢tica del proceso catal¨¢n, sus socios le desment¨ªan en la calle de la forma m¨¢s grosera. Es de celebrar que tanto el PDeCat como ERC se apresuraran a condenar el intento de ocupaci¨®n. Pero habr¨ªa que preguntar a Puigdemont y a Junts pel S¨ª hasta donde est¨¢n dispuestos a consentir con tal de mantener el apoyo de los radicales. Porque resulta incompatible apelar al principio democr¨¢tico en defensa de sus pretensiones de refer¨¦ndum, y tolerar al mismo tiempo actitudes de coacci¨®n que atentan contra la m¨¢s elemental libertad pol¨ªtica.
No es la primera vez que ocurre. El independentismo radical ha hostigado en varias ocasiones a Sociedad Civil Catalana (SCC), una plataforma que se opone a la independencia. Hasta nueve acciones de boicot ha sufrido esta organizaci¨®n por parte de grupos juveniles independentistas, algunas de ellas violentas. Que el consejero de Relaciones Exteriores y Trasparencia, Ra¨¹l Romeva, tachara de "falangistas" a los miles de ciudadanos que acudieron a la manifestaron convocada por SCC el domingo 19 en Barcelona en contra de la secesi¨®n proporciona una inaceptable cobertura ideol¨®gica a los incidentes de ayer.
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