Cansancio
"Entre la pena y la nada elijo la pena" escribi¨® William Faulkner
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Hab¨ªa pasado un par de meses sin ir a ver al doctor L. Me recibi¨® afable, como siempre, y como siempre, con su acento chino, me pregunt¨®: ¡°?C¨®mo shiente?¡±. Le dije: ¡°Muy bien¡±, y era verdad, solo que no me hab¨ªa dado cuenta hasta verlo aparecer, y de hecho es posible que hubiera llegado hasta all¨ª sinti¨¦ndome fatal pero que su sola presencia me haya hecho sentir espl¨¦ndida. El doctor L. tiene 81 a?os y, ya lo dije antes, practica cosas en las que yo no creo. La medicina china, la acupuntura. El doctor L. hizo lo suyo y despu¨¦s, como siempre, me dijo: ¡°Relaja, cierra ojo, escucha m¨²sica¡±. Obedec¨ª, mientras ¨¦l se alejaba con pasos sigilosos sobre el piso de madera. Entonces, como siempre, me dediqu¨¦ a ejercer mi karate mental: a pelear contra toda la basura flotante que hay en mi cerebro. En eso estaba cuando escuch¨¦ que llegaba un paciente a la camilla de al lado, separada de la m¨ªa por un biombo. Era un hombre. Se recost¨® y el doctor L. le pregunto qu¨¦ problema ten¨ªa. El hombre respondi¨®: ¡°Cansancio¡±. La voz me dej¨® helada. Porque eso no era cansancio. Era alguien que est¨¢ de pie en el balc¨®n con la pistola cargada apunt¨¢ndose a la sien. Una vez el doctor L. me pregunt¨® c¨®mo estaba y yo le dije: ¡°Tengo pesadillas¡±. ?l dijo: ¡°El sue?o no sabe¡±. Ahora le susurr¨® al hombre: ¡°Tranquilo¡±. Eso fue todo. Y el hombre, al otro lado del biombo, suspir¨®. Fue un suspiro horrible, como quien sabe que no tiene remedio. Yo abr¨ª los ojos y mir¨¦ la l¨¢mpara de caireles que pende del techo de la antiqu¨ªsima casa donde atiende el doctor L. y record¨¦ esa frase que es la ¨²nica que me arregla cuando no tengo arreglo. Una frase de uno de los personajes de ese libro que es un continente, llamado Palmeras salvajes, de William Faulkner: ¡°Entre la pena y la nada elijo la pena¡±. El cansancio proviene, claro, de no saber cu¨¢ndo termina.
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