Con Putin, la barbarie regresa a Rusia
La sociedad que acab¨® con el comunismo pretend¨ªa conquistar la civilizaci¨®n
Contaba Cioran, el escritor rumano que filosofaba a dentelladas, que Dostoievski hab¨ªa convertido a Rusia en un asunto de alcance mayor. En La tentaci¨®n de existir escribi¨®: ¡°Rusia, lejos de ser un problema local, es un problema universal, del mismo modo que la existencia de Dios¡±. Y luego apuntaba que ese proceso, ¡°abusivo y desorbitado¡±, solo pudo ocurrir ¡°en un pa¨ªs cuya evoluci¨®n anormal tuviera materia para maravillar o desconcertar a los esp¨ªritus¡±. Hace unos d¨ªas, Vlad¨ªmir Putin vino a confirmar aquel diagn¨®stico con una m¨¢s de sus exhibiciones de poder¨ªo ¡ª¡°abusivo y desorbitado¡±¡ª: mand¨® a sus esbirros a reprimir un pu?ado de manifestaciones, y de paso detuvo a uno de los l¨ªderes de la oposici¨®n, Alex¨¦i Navalni. Nada nuevo bajo el sol en un presidente que se ha empe?ado en regresar a las maneras m¨¢s b¨¢rbaras para recuperar el viejo estilo imperial, ya sea zarista o comunista. Ese estilo ¡°abusivo y desorbitado¡±.
Resulta llamativo que, durante el proceso de derrumbamiento de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y como explica la historiadora Helene Carrere d¡¯Encausse en el ep¨ªlogo de Seis a?os que cambiaron el mundo, pocos t¨¦rminos conocieron ¡°en Rusia desde 1992 un ¨¦xito tan grande como el de civilizaci¨®n¡±. ¡°La palabra civilizaci¨®n se refiere a las normas morales y pol¨ªticas del mundo occidental, que el r¨¦gimen sovi¨¦tico hab¨ªa prohibido a sus administrados¡±, apunta. La idea de civilizaci¨®n signific¨® entonces que la sociedad rusa, ¡°rechazando la barbarie totalitaria en la cual la hab¨ªan encerrado¡±, deseaba unirse al mundo civilizado: ¡°La sociedad aspira a edificar un Estado de derecho caracterizado por la separaci¨®n de poderes, la independencia de la justicia, la existencia de una sociedad civilizada¡±.
Produce escalofr¨ªos recorrer el trabajo de Helene Carrere d¡¯Encausse, que habla de los ingentes esfuerzos de Gorbachov y Yeltsin por transformar el brutal r¨¦gimen comunista, al mismo tiempo que se leen los testimonios que Svetlana Alexi¨¦vich recoge en El fin del ¡®Homo sovieticus¡¯. Uno de los m¨¢s escalofriantes es el de una m¨¦dico que entonces (hacia 2013) ten¨ªa 57 a?os. Se acuerda de cuando fue a visitar con su madre el mausoleo de Lenin en Mosc¨²: ¡°Las l¨¢grimas apenas me dejaron ver nada. Pero Lenin... Me pareci¨® que de su cuerpo emanaba un fulgor...¡±. Y resume: ¡°?Que qu¨¦ quiero decir? Pues que fuimos terriblemente felices¡±.
Un poco m¨¢s adelante, y al hilo de los desastres que fue conociendo de las pol¨ªticas estalinistas, la doctora se revuelve y afirma categ¨®rica: ¡°Puede que aquello fuera una c¨¢rcel, pero yo me sent¨ªa m¨¢s a gusto en aquella c¨¢rcel de lo que me siento ahora. Nos hab¨ªamos habituado a vivir as¨ª...¡±.
Es esa nostalgia, ay, de un viejo imperio, y de un remoto tiempo feliz, la que sostiene a Putin. Y la que ha producido el Brexit y conducido a Trump al poder. ?Existe alg¨²n ant¨ªdoto contra el resentimiento? Pues esa es la batalla: la civilizaci¨®n para frenar a la barbarie.
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